Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

La gente, en las protestas de los sábados, se concentró únicamente en Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, y se olvidó del Congreso de la República, de las Cortes, jueces y magistrados, y nunca ha sido categórica respecto a la necesidad de cambios profundos.

En el Congreso vemos que todo sigue igual, sin mayores cambios de fondo, porque las matas de corrupción siguen dando lo suficiente y lo único que ha variado son las formas de hacer los negocios para intentar dejar menos huella.

Los diputados se han burlado del pueblo con las reformas políticas que aprobaron y las que dejaron de aprobar y lo hacen para asegurarse que el Estado siga siendo un reducto muy rentable para ellos, sus familiares y allegados.

En las cortes ocurre lo mismo, es decir, a pesar de que ahora hay «supuestamente» una vigilancia ciudadana, vemos que hay jueces como en el caso de Julia Maldonado, quienes con toda tranquilidad del mundo emiten fallos sin sustento sabiendo que no tendrán ninguna consecuencia.

El jueves, el Ministro de Salud reconoció lo que le piden los diputados pero se reservó los nombres y dijo que hay personas que usan su nombre para cobrar comisiones en farmacéuticas y yo me pregunto ¿Cómo es posible que vivamos en un país en el que bastan denuncias a medias y en el que sus diputados no pierden maña?

Esta semana se murieron dos bebés y se dieron muchos accidentes de transporte colectivo, pero pasados los días ya nadie habla de la necesidad de reformar nuestro sistema para que la gente más necesitada tenga acceso a la salud y a un desarrollo integral. Pasadas las tragedias, ya no se habla de reformar las reglas bajo las que operan los transportistas y habremos de esperar una próxima desgracia para escuchar algo.

Tenemos autoridades que buscan cómo reportar menos casos de desnutrición en lugar de atacar el problema de fondo desnudando y reconociendo una realidad que está ahí, pero que como sociedad no nos genera tanto dolor porque se estima que siendo gente pobre, no hay mucho de qué preocuparse.

Pero yo no me canso de decir, aunque parezca disco rayado, que todo esto ocurre porque nosotros los ciudadanos así lo queremos y porque somos incapaces de mover un dedo para tirar todo al carajo y empezar la construcción de una nueva y mejor Guatemala.

Nos desahogamos en las redes sociales y en las sobremesas sociales, pero de ahí no pasamos y no atinamos a dar en el clavo con la forma, la manera de modificar la porquería y especialmente, no atinamos a definir qué cambios son los que el país necesita.

Esa indecisión e indiferencia es aprovechada por los mañosos del sistema que se aseguran que nada cambie sin importar qué tengan que hacer, pues al fin y al cabo, no hay consecuencia social. Si queremos cambios nos debemos replantear nuestro papel ciudadano, pues de lo contrario, no tenemos futuro.

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