María José Cabrera
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En el Gobierno de Otto Pérez Molina, la vicepresidenta Roxana Baldetti fue la segunda opción ganadora después de que el Partido Patriota perdiera las elecciones en el 2007, cuando Ricardo Castillo Sinibaldi (figura pro empresarial y exitosa), participó como su carta vencedora.
Baldetti ha sido la primera mujer vicepresidenta de Guatemala, sin embargo y generalmente las opiniones son divididas respecto a su popularidad. Si bien en su candidatura, su imagen de mujer fuerte y decidida le propició un buen perfil como candidata, en el ocaso del gobierno actual, su gestión ha sido muy criticada. Ha llegado incluso a ser comparada con Sandra Torres quien a pesar de no haber ostentado ese cargo, acaparó muchos espacios de decisión pública, lo que es generalmente mal visto por los ciudadanos, pues se perciben ansias de poder y exceso de protagonismo.
Álvaro Colom, después de haber intentado ganar múltiples veces la presidencia, jugó como su As a Rafael Espada, un reconocido y popular cardiólogo quien estaba radicado en Estados Unidos y que a pesar de su semblante amable y bonachón, realizó su gestión con más pena que gloria.
Por último y por ejemplificar un caso más, la vicepresidencia de Óscar Berger fue ocupada por Eduardo Stein, quien para muchos era incluso más competente que el mismo presidente, lo cual compensó muchas de las falencias de la gestión presidencial.
A pocos meses de las próximas elecciones, es evidente que en el sistema político guatemalteco, la figura vicepresidencial funciona como un catalizador, que es capaz de incidir positiva o negativamente en la percepción de legitimidad de los electores y donde un candidato de fórmula puede sumar o restar.
En algunos casos, esta figura tiene una acción purificadora o redentora, es decir que es capaz de matizar la mala imagen que un candidato a la presidencia podría llegar a tener, en tales casos, se suele escoger un candidato de intachable reputación, apacible y exitoso en su rama, aquí entonces podríamos esperar a personajes como por ejemplo Edmond Mullet o Gert Rosenthal.
En otros casos, el puesto a la vicepresidencia, obedece a una decisión interna partidaria en la cual es electo dentro de las bases y cuadros del partido, lo cual sería lo más deseable si en Guatemala los partidos políticos fueran legítimas instituciones democráticas.
Otro caso interesante son los partidos que eligen a su vicepresidente con aproximaciones del tipo “enfoque de género” que más que valorar los méritos y capacidades de una mujer para postularla a tal alto cargo, se convierte en un burdo intento para forzar la “igualdad” en el binomio, por ende eligen a una mujer para darle el toque femenino al poder presidencial. Tal sería también el caso si se da con un enfoque de “cualquier otra minoría”.
Se podría mencionar también a los partidos que eligen a “celebrities” con tal de acarrear votos a su favor, en este caso los candidatos a la vicepresidencia podrían llegar a ser desde futbolistas hasta músicos con el único fin de hacer popular al partido más por sus figuras y no por un buen programa de gobierno o una ideología definida.
Es importante que el sistema político guatemalteco se construya sobre una ley electoral sólida y consistente, debe promover más la participación ciudadana y procurar la institucionalidad de los partidos políticos, decirlo resulta casi una quimera, pero los ciudadanos también debemos aprender a identificar a los partidos políticos que fabrican sus cuadros a partir de la coyuntura o bien que se han dedicado a formar sus cuadros para participar en política.