La señora Lucía Quiej, indígena guatemalteca que con sus cinco hijos tuvo que moverse a Estados Unidos junto a su esposo para buscar mejores ingresos, se ha convertido en un tema político tras haber encarado a los candidatos presidenciales del partido Demócrata en el debate hispano para preguntarles sus posturas sobre deportación y, ayer, porque la candidata que encabeza las primarias de dicho partido dedicó el triunfo a ella, lo que se convierte en un claro compromiso hacia sus necesidades y un reconocimiento a la dramática historia que compone su vida y la de millones de migrantes.

Jimmy Morales ha hecho dos visitas a comunidades de migrantes para manifestarles su reconocimiento y el compromiso personal de trabajar por ellos. Eso, hay que apoyarlo con una seria e incontestable política pública que garantice protección a los derechos y a los intereses de los guatemaltecos en el exterior, pero también a sus familias que quedan en el país, a aquellos que son deportados como parte de la política migratoria de Estados Unidos, y, principalmente, las medidas que garanticen que nuestra Guatemala sea por medio de un ambiente de seguridad, justicia y oportunidades, el lugar donde los guatemaltecos quieren vivir.

Y es que el rostro de doña Lucía es el rostro de Guatemala. Una mujer que por la pobreza fue a buscar trabajo con su esposo y que, ahora, en soledad tiene que encabezar la educación de cinco hijos en un ambiente que desconoce, con un idioma que no es el suyo, moviéndose en las sombras para huir de las unidades de ICE o cualquier autoridad que la pueda encarrilar a una deportación, con una dramática situación de pobreza y una tristeza que no podemos imaginar por no tener a su pareja a su lado, y estar tan lejos de su tierra.

Hay que ser migrante, para entender a los migrantes. Es por ello que solo la solidaridad y la comprensión, aunque se agradece, no solucionan la situación de los que están fuera y que no dejan pasar un solo día sin recordar y llorar a su familia, el cariño y la sonrisa del guatemalteco, los volcanes, el olor a leña, la tierra húmeda y las tortillas humeantes. Son esos migrantes los que mantienen económicamente al país y es a ellos a los que se les quiere esconder para que solo sigan mandando la plata, pero que ni siquiera tomen decisiones políticas sobre quién administra su país.

Hillary Clinton reconoce la dureza de la vida migrante y seguramente que doña Lucía podrá seguir amaneciendo con la misma tristeza por la ausencia de su esposo, pero tenemos que agradecerle su valor por haber puesto a millones de guatemaltecos dentro de un compromiso político que demandaremos que se atienda. Ojalá el presidente Morales se sume a esa batalla.

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