Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@gmail.com
Había silencio, era más de media noche y no podía conciliar el sueño. De pronto el sonido del teléfono me hizo temblar. No era cierto. Era un mal sueño.
Las lágrimas rodaron por mis mejillas, me decían que habías partido. Mi corazón no podía, no puede aún decirte adiós. Te veo ahí de pie frente a mí con tu T-shirt naranja y oigo tu voz diciéndome tía…
Ya no voy a volver a escucharte, ahora no sé si realmente lo hice. Ya no tendré a quien recordarle que se termine la leche, que se siente bien, que se ponga suéter.
Fuiste mi primer acercamiento a la maternidad. Fuiste por muchos años el único niño en nuestras vidas. Celebramos tus primeros pasos, tus primeras palabras, tus cumpleaños. Por ti conocí a Bob Esponja y fue por ti que regresé a las tareas escolares ya tocando los 30.
Recuerdo esto y lloro, algunos dicen que debería celebrar tu vida, dejar de llorar y sentirme feliz de que estás en un lugar mejor, y no lo dudo. Es sólo que se me hace difícil no imaginarte sentado frente a Inés conteniendo la risa mientras imita a Michael Jackson. Es solo que no dejo de escuchar en mi mente Let it be y verte ahí sentado frente al piano acariciando con tus dedos las teclas que ya no tocarás.
Te fuiste sin despedirte y me duele, siempre sé cuándo otros van a irse, lo presiento, lo intuyo. Contigo no fue así. No pude abrazarte por última vez, porque vine tarde. No pude decirte que te quería mucho porque estaba hablándole a un aparato. No pude darte un beso antes del adiós y me duele.
Nunca imaginé que podía existir tanto dolor, tanta tristeza y tanta rabia y eso que me creía experta en duelos, partidas y resignación al leer los obituarios.
No hice, no dije, no estuve. Perdón.
Quizá nunca imaginaste cuánto amor sembraste, te esforzaste en ello y floreció en abundancia.
Hoy quiero pedirte que seas libre, que seas feliz, que me mires, me escuches y estés en mis sueños, en esa estrellita que dice Inés que eres, en mi memoria que no encuentra hoy las sonrisas, el pastel de fresas con crema, aquel saquito verde, a Uve, tus tarjetas de colección y tu afición por el Barsa.
Buen viaje Diego, el infinito te abraza.