En su hermoso libro Las Grandes Sequías Mayas: Agua, vida y muerte en la Cultura Maya, Richardson B. Bill sentencia: «Cuando una sociedad carece de alimento y agua, el pueblo muere». Este trabajo de doctorado, inicialmente impreso por la Universidad de Texas, en Austin y luego traducido e impreso por el Fondo de Cultura Económica, describe lo que el autor denomina el colapso de los Mayas.
Ya sé, inmediatamente escucho las voces de quienes dicen que los Mayas aún existen y en una sociedad donde a los antiguos Mayas se les ha presentado como genios de la astronomía y la ingeniería, quien no quiere ser descendiente de ellos. Bueno, yo no concuerdo con el autor de que los Mayas desaparecieron, sin embargo; creo que es importante leer el voluminoso texto para conocer una explicación sistémica, compleja, desde la arqueología a la termodinámica, de cómo funcionaba entonces la cultura Maya y su alta dependencia del agua, su manejo y su cuidado.
Cuando uno habla de culturas precolombinas, Azteca, Maya, Inca para nombrar tres entre muchas hay una tendencia a aceptar que entonces hubo una relación armoniosa entre las pacíficas comunidades precolombinas que cuidaban el agua y el medio ambiente, como ya no lo hacemos y que previo a la Revolución Industrial del Siglo XVIII todo era una especie de paraíso. No. Esto no es realmente cierto. Si bien antes de la industrialización no había un nivel intenso de urbanización, si había problemas con el agua, peleas por el agua, contaminación del agua y hasta el colapso de culturas por el agua, como es el caso de la cultura Maya según Richardson Bill.
No debemos crear una imagen fantasiosa y mágica de las sociedades precolombinas. Ellas tenían conflictos, tenían guerras, peleaban por recursos como lo hacemos nosotros. Ciertamente, con la llegada de la urbanización acelerada la demanda de agua incrementó exponencialmente, pero problemas del agua y del medio ambiente han tenido todas las sociedades. Los Mayas desarrollaron un buen sistema de manejo de agua, ya que tenían que guardar agua debido a las fuertes sequías de la zona, el actual Petén y la actual Yucatán.
Ciertamente antes de la industrialización y de los inicios de la urbanización acelerada de las ciudades, la demanda de agua era menor en términos absolutos, pero tampoco podemos obviar que había situaciones dramáticas como las reportadas en el libro de Richardson B. Bill, quien documenta que fue una mala gestión de agua la que llevó a los Mayas de lo que ahora es el Norte de Guatemala a colapsar y abandonar, primero Copán y luego Tikal, además de decenas de variables más.
Hay una amplia bibliografía sobre concepciones de agua en culturas antiguas. Resalto mi lectura actual, El Agua a Través del Tiempo de Santi Serrat, 2024, editorial Alfabeto y El Futuro del Agua, de Luis Martin, 2025, de Plataforma Editorial. Por un lado, se concibe a los pueblos precolombinos como pueblos que valoraban al agua como a un ser vivo, con una profunda concepción espiritual. En el caso de los Mayas se destaca su k’u’x, corazón, esencia y espíritu, al que se debe cuidar, conservar y proteger. El agua, desde esas concepciones, posee un gran valor sanador y construye identidades espirituales. Desde el origen de las sociedades humanas, el agua ha sido mucho, mucho más que un recurso para todas las culturas. El agua es un conector social y con ello ha moldeado nuestra forma de vida, aparece en todas las religiones como algo sagrado y no es patrimonio de una sola cultura.
El agua, su existencia, los ríos, los lagos, las cascadas, las fuentes de agua, las nubes, la neblina, la lluvia, los mares, los glaciares, la nieve, el hielo, el vapor, los vahos, los saunas, todo ha conformado nuestras identidades y con ello nuestras filosofías, materialistas o idealistas, todas, el arte, la ciencia, la tecnología, la matemática, la pintura, la música, principalmente la poesía, no hay área de la vida cultural de los seres humanos que no haya sido permeada por el agua. Por eso, y por mucho más, el agua es más que un recurso, es muchísimo más que una mercancía, es, esencialmente es, un bien público.