En este último párrafo que copié de la novela de D. Vela, se encierra no sólo la esencia de lo que La Cosa busca y trata de decir, sino algo o mucho de la fresca, optimista y objetiva filosofía de lo que fue la vibrante vida de David, cosmovisión que le permitió llegar a avanzadísima edad publicando con humour noir (y del doméstico también) cosas que tratan de la vida y no de la muerte. Fue siempre un vitalista.
David Vela fue vital a lo Nietzsche y rindió culto al instinto que garantiza la vida. Y Eros es la esencia de este instinto y energía que acaso sea Dios.
Pero hablemos ahora de “También sueños” al hacer esta rápida visita por las instancias que conforman el bagaje narrativo de D. Vela.
El tema sensual, voluptuoso, picante, lascivo y erótico de “La Cosa” pervive y continúa en algunos cuentos de “También sueños” como los siguientes: “Híper excitación otoñal”, “La túnica de Neso”, “El monstruo”. “En la cárcel de la pasión” o “El maneken pis” que a mí, de esta colección de relatos, me parecen los mejores. El libro está integrado por una veintena de narraciones breves, con el número promedio de páginas –cada una– que un cuento debe tener a juicio de la mayoría de críticos, juicio dentro del que no caben las pocas líneas de “El dinosaurio”…
David comenzó haciendo novelas y después cuentos. La mayoría de narradores tienen un proceso a la inversa: se foguean primero con el cuento y luego se lanzan a la magna y riesgosa aventura del relato extenso como un río caudaloso.
“Híper excitación otoñal” engarza con absoluta justicia con el título del libro del que forma parte. Tiene efectivamente el tono y la atmósfera de un sueño o por lo menos de un sueño a lo “Bella de día” de Luis Buñuel. El personaje –y único- del relato, un hombre otoñal –pero aún con aires arremolinados- persigue una alucinación ¿o una mujer de carne y hueso como una flor, como una hoja?, por Central Park en Nueva York (no se olvide que David fue muchas veces a esa ciudad representando a Guatemala en la Asamblea de Naciones Unidas). El protagonista la sigue y persigue por todo el laberinto de veredas que constituye este hermoso parque, hasta que la visión se esfuma y difumina con las hojas y las plantas y el follaje del lugar. La mujer de la que se prenda el narrador ¿es flor, es hoja? El cuento termina de un modo muy lírico a pasar de la carga erótica que conlleva:
“En el hospital nos informaron que un agente de la policía lo había encontrado en el Central Park, en un bosquecillo apartado, completamente desnudo desmayado o sin conocimiento, entre un montón de hojas doradas del otoño. Su caso era estudiado rutinariamente”.
Otro cuento de “También sueños” que continúa la tradición de “La Cosa” es “El monstruo”. El relato no tiene mayor acción. Es más bien una larga descripción de un terrible monstruo que persigue sin misericordia a los hombres, David hace la escultura literaria de él mismo, con cinceles que unas veces calan en lo grotesco y otras en lo sublime.
El monstruo no sólo produce miedo y terror (no sólo ataca) sino también induce al insomnio. Aquí, en este punto, nos empieza a dar la clave del relato, que no se resuelve sino hasta el final –con gran maestría en el uso del suspense- pues el lector está cada vez más interesado en saber quién es esa medusa, víbora o dragón que sólo llama el narrador en el relato: el monstruo.
Continuaré con el análisis de “También sueños.”