Por: Luis Javier Medina
Politólogo, analista de políticas públicas e investigador
medinachapas33@gmail.com

 

Probablemente, alguna vez viste en televisión algún debate presidencial. Tales eventos (que a veces son más foros o diálogos que un debate de verdad) son un ejemplo de cómo la habilidad de comunicar ideas es importante tanto en el ámbito profesional como en lo que respecta a las decisiones públicas.

La palabra “debater”, tal como lo plantea el Diccionario de la Real Academia Española (2024), proviene del latín “debattuĕre”, que significa batir, sacudir o batirse. En este sentido, debatir se refiere a aquella actividad en la que dos individuos, con posturas diferentes, discuten y enfrentan sus ideas en torno a un tema específico.

Si bien las finalidades de debatir varían dependiendo del punto de vista o enfoque para su abordaje, se puede afirmar, en líneas generales, que debatir tiene dos objetivos principales:

1) Contrastar opiniones contrarias sobre una temática.

2) Lograr que tanto los debatientes como la audiencia que presencia el debate arriben a conclusiones sobre dicho tema.

El debate, a diferencia de otras actividades como un foro o un diálogo, posee una estructura definida cuyo propósito es exhortar a los individuos a generar, mediante el debate, ese choque de ideas y perspectivas. De allí que en los debates existan espacios de réplica y preguntas para refutar las opiniones del contrario.

La actividad de debatir se puede implementar en prácticamente todo tipo de temas, desde el ámbito político hasta cuestiones como el cine, la farándula o la música. ¿Cuántas veces hemos defendido a nuestro artista favorito frente a las críticas de alguien más? Pues sí, el debate está presente en muchas de las actividades que llevamos a cabo.

A nivel mundial existen infinidad de organizaciones y clubes de debate que, cada semana, practican dicha actividad entre sus integrantes. Guatemala no es la excepción. Actualmente existen tres asociaciones de debate universitarias y un proyecto que busca aglutinar los esfuerzos de todas ellas: la Asociación de Debate de Guatemala (ASDEG).

El debate permite a sus participantes “salir de su burbuja”, es decir, exponerse a opiniones y visiones contrarias. En numerosas ocasiones, quienes practican debate competitivo se topan con contrincantes con opiniones diametralmente distintas a las suyas. Por otro lado, ocurre que a veces los debatientes deben defender una postura con la que personalmente no están de acuerdo. Tales circunstancias contribuyen a la experiencia profesional y personal del individuo, lo que impacta notablemente en su interacción con otras personas y con la sociedad misma.

Es así como el debate competitivo, además de aportar en lo referente a habilidades blandas y comunicación efectiva, forma ciudadanos con pensamiento crítico y capaces de escuchar posturas diferentes. De esta manera, se fortalece la democracia guatemalteca, ya que se fomenta la discusión estructurada sobre temas de relevancia en el país, al tiempo que se respeta la pluralidad y la libertad de pensamiento.

En una sociedad en donde la polarización y el extremismo cada vez más se adueñan de la opinión pública, la anuencia a debatir es una virtud que no solo hay que reivindicar, sino impulsar. A modo de conclusión, recomiendo estar atentos a las redes sociales de las asociaciones de debate vigentes en Guatemala (Universidad de San Carlos, Universidad Rafael Landívar, Universidad Francisco Marroquín). Y, por supuesto, las redes sociales de Jóvenes por la Transparencia, que también ha gestionado proyectos vinculados al debate competitivo.

Jóvenes por la Transparencia

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