Por Miguel Flores Castellanos
Cecilia Cóbar se proyecta como rara avis en el campo fotográfico guatemalteco, porque aborda el cuerpo masculino, con lo que de entrada causa miedo a más de uno.
En la representación masculina a través de la fotografía, solo se le han adelantado Susy Vargas y Adela Marín en Costa Rica a principios de este siglo. En su calidad de mujer y fotógrafa, ha tenido que sortear la visión ortodoxa de corte eminentemente patriarcal, que tienen tanto los modelos locales, como el aparato institucional guatemalteco. Porque sus fotografías hacen emerger emociones sensibles.
Para la sociedad de doble moral como la guatemalteca, el desnudo en arte es sinónimo de belleza de mujer, el cual es permitido mostrar en cualquier escena, ocasión y medio. Pero cuando se trata del desnudo del varón la primera reacción histérica es de tacharle de obsceno y pornográfico, lo que no debe estar en escena –mostrarse-, lo que debe permanecer oculto, y se apela a la moral y buenas costumbres para su contención.
Emanuel Kant brinda pistas para verificar lo bello, pero incluye una categoría más, lo sublime. Al apreciar el arte “… a veces le acompaña cierto terror o también melancolía, en algunos casos meramente un asombro tranquilo, y en otros un sentimiento de belleza extendida sobre una disposición general sublime” (Kant, 1985, pp3). Para este filósofo la belleza es producto del sentimiento de lo bello, simplemente describe y es lo que simplemente se califica de hermoso, bello, bonito. La parcela de lo sublime es más compleja, porque despierta emociones de todo tipo. Cóbar se aleja de lo pornográfico, ya que no tiene la intención de mostrar un acto sexual, no es una visión plana de lo pornográfico que se centra en lo sexual. Esta fotógrafa se adentra en la relación amorosa a través de la metáfora visual, llena de detalles, además como dijo Barthes, lo pornográfico es plano, soso, repetitivo. La obra de esta fotógrafa que en algunos casos muestra el falo erecto, devela muchos planos, texturas, objetos que conducen al placer erótico.
Una visión detenida de esta serie de imágenes, muestra la interacción de lo masculino –la figura del sexo del varón- y lo femenino, en la metáfora de la orquídea, una flor por demás cargada se sentimientos eróticos por su forma cercana al sexo de la mujer. La serie “El que encontró una flor” muestra temáticas como la confrontación sexual y la amalgama de los sexos. Cóbar expone intertextualidades, procedentes de la fotografía de Robert Mappletthorpe y la pintora Georgia O´Keeffe, y los hace propios, en un contexto como el guatemalteco.
Una exposición como ésta, además, pone en acción la construcción personal de la masculinidad del observador, construida generalmente bajo preceptos patriarcales soportados por cuatro pilares poderosos: violencia, competitividad entre iguales, autosuficiencia y homofobia. Cecilia Cóbar destruye estas pilastras decimonónicas y pone en escena al varón frágil, indefenso y proclive al amor. Esta fotógrafa ha roto la tradición del ocultamiento del sexo masculino, y no está dispuesta al ostracismo al que se ha le ha confinado a tantas mujeres por mostrar un pensamiento audaz. El que encuentre una flor… debe gozarla con el alma y el espíritu.
Inauguración
La exposición fotográfica será inaugurada mañana a partir de las 19:30 horas en el Centro Cultural La Casa, 3 calle 3-59 zona 1, Ciudad de Guatemala. Entrada libre
“El matador hiere con su portentosa daga;
su cuerpo se inmola para que la víctima cumpla
su papel sangriento de deseado amor, expectante a sus embates”
Jorge Chen Sham, De la lidia arenisca, en Nocturnos de mar inacabado.