El misterio de la Encarnación es inconmensurable, ninguna mente humana lo puede comprender. Solo se entiende por medio de la fe. Por ello el misterio inspira muchas reflexiones y comentarios relacionados con la primera venida de Cristo. Son aportaciones piadosas, bien dispuestas, que se expresan desde la perspectiva e intención de cada expositor. Destaca entre ellas el mensaje de Jesús que, al igual que en el pesebre de Belén, nazca en nuestro corazón y con ello demos un cambio en nuestra vida. También se repite que la luz del cielo nos llegó en la plenitud de los tiempos. Se hace ver que los aspectos externos, materiales, no son equivalentes de la conmemoración, tales como los regalos, adornos, Santa Claus, etc. Bien por todos esos, encomiables, mensajes y siendo que no quiero ser repetitivo me encaminaré por otras líneas de pensamiento.
Los humanos somos complejos, tan complejos que, a veces, nosotros mismos no nos entendemos; días en que no “nos soportamos”. Hasta las parejas más avenidas tienen desencuentros. Los familiares y amigos se alejan y luego se reencuentran. La contradicción está inmersa en el accionar de todos nosotros. Hay personas buenas que hacen cosas malas y gente mala que hace cosas buenas. Por eso la sabiduría oriental plasma el círculo, blanco y negro, del Ying Yang en constante movimiento. En nuestros intrincados laberintos psicológicos, cambiantes, somos como “bipolares”, por un lado orgullosos, arrogantes, empoderados, pero en el lado oscuro somos temerosos, achicopalados, desolados. Por ratos nos sentimos dueños de la creación, pero en otras ocasiones nos aflige la incertidumbre y el desconocimiento de nuestro destino. Nos sentimos impotentes y desamparados; perdidos en medio de esta comedia cósmica a la que nadie pidió asistir. Como se lamentaba Rubén: “¡Y no saber adónde vamos! ¡ni de dónde venimos!” Es, en este segundo contexto, que los seres humanos de todos los tiempos han tenido que elevar los ojos en busca de un ser superior. En busca afanosa de ese alguien que controla todas las fuerzas del universo. En pocas palabras, han estado en procura de Dios.
Politeísmo y dioses distantes. Desde las brumas del umbral de la civilización, en las arenas y riberas de los ríos de Mesopotamia, los hombres imaginaron a un Dios, o dioses, todopoderosos. En el panteón sumerio destacaban Anu, dios del cielo, Enlil, dios de la tierra, Ea, dios de los ríos. Por su parte los cananeos adoraban a Él y a su hijo Baal. Yamm, dios del mar, Mot, dios de la muerte y del inframundo. Astoret, diosa de la fertilidad y Anat, del amor y de la guerra. Muchas de esas deidades aparecen en el Antiguo Testamento. Pero eran dioses lejanos, por lo general, iracundos, cuya cólera había que apaciguar con muchos sacrificios, incluyendo sacrificios humanos y hasta de recién nacidos. Hay muchísimas variantes y múltiples deidades, según la civilización en particular, pero a grandes rasgos, de este repaso por la antigüedad podemos sacar dos conclusiones: a) que había una conjunción de dioses (politeísmo) y b) que la distancia entre los humanos y los dioses era insalvable, extrema.
Son muy conocidos los principales dioses egipcios: Amon Ra, Isis, Osiris, Horus, Thot, Anubis, Maat, entre un panteón bastante extenso. Los griegos “humanizaron” un poco a los dioses, tenían sentimientos y caprichos humanos, pero éstos seguían distantes. En medio de su politeísmo tenían una colección de dioses, semidioses y criaturas intermedias, pero siempre se mantenían a mucha distancia de los mortales.
Monoteísmo. La primera aportación del judaísmo fue descartar la existencia de tantos dioses a los que se mandó a jubilar para imponer la creencia en un solo Dios, o sea, el monoteísmo. En esa misma tradición abrahámica y monoteísta surgió, como un brote del tronco ancestral, la rama del cristianismo. Una profecía que varios profetas habían anunciado. El Mesías es la consagración de un solo Dios en tres personas distintas es otro misterio que ninguna mente puede entender y solamente la fe puede iluminar. La venida de Cristo es una expresión de esa Trinidad Divina. Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. Sí, un ser humano como usted y yo, al mismo tiempo la segunda persona de la divina expresión tripartita..
Un Dios cercano. A diferencia de los dioses que adoraban las diferentes culturas del entonces mundo civilizado, el Dios cristiano se presenta cercano, palpable; un Dios que se podía tocar, que caminaba entre las gentes, que curaba a los enfermos. Un Dios al que el centurión y la viuda suplicaron la cura de sus seres queridos. Un Dios que explicaba a las multitudes. Un Dios que lloró frente a la tumba de Lázaro y se enojó con los cambistas del Templo. Si bien algunas tradiciones anteriores relataban la presencia de dioses, éstos venían investidos de majestad y esplendor, mostrando el mismo alejamiento al que arriba hago referencia. Sobra decir que algunos gobernantes, por ejemplo, los faraones, los reyes persas y hasta los racionalistas griegos tenían su “epífanes” y no se diga el “divino César”. Todos ellos se consideraban la encarnación de la divinidad.
Un Dios Padre. Tan cercano es el Dios que representa y proclama Jesús que siempre afirmó que Él, Yahwe, es nuestro Padre y que todos nosotros somo “hijos de Dios”. Vino pues, Jesús, a consolidar ese nexo con los familiares que tenemos allá arriba.
Un Dios que nos ama. Siguiendo los razonamientos anteriores, hay otro mensaje en la venida de Jesús, un mensaje nuevo, extraño: que Dios nos ama. No solo es nuestro creador y rector del Universo, es también un Padre amoroso que desea lo mejor para nosotros. Lo mejor en medio de esta existencia inexplicable, a pesar de las tribulaciones y dudas que solo Él comprende y que debemos aceptar con toda confianza en su superior Providencia. En ese contexto de amor, el principal mensaje del Maestro es: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo “como yo los he amado”.
Es increíble que ese tierno recién nacido, en estos momentos vulnerable y delicado, llegaría a producir los grandes cambios en la perspectiva de la fe, de la creencia en la vida eterna.
Les deseo a todos que pasen una feliz y armónica Navidad y desde aquí, mi tablero y mi pantalla, les envío un sincero y cariñoso abrazo.