Leí Pedro Páramo, por primera vez, hace muchos, muchos años. Una estupenda edición en la que, además de la famosa novela, también se incluían los cuentos de El llano en llamas. Una maravillosa publicación sin lugar a dudas. El libro marcó mi vida como lector. Y aunque en aquellos lejanos días busqué y busqué otras obras del autor, no logré encontrar ninguna más ―como era lógico que ocurriera, sin que yo supiera el motivo entonces―.
El Internet aún no hacia su aparición. Y ubicar algún otro título por los medios que fuera ―como después entendería―, era algo que no iba a ocurrir (y no ocurrió, como es fácil intuir). Sin embargo, en esa neófita emoción que me producía la lectura, don Juan Rulfo desfilaba con dos obras llenas de imágenes sorprendentemente claras, cuyas apariciones no necesitaban esfuerzos exagerados para cobrar una singular y asombrosa realidad que ha trascendido el tiempo.
“¿Ya vio la película de Pedro Páramo?”, me preguntó mi amigo Juan Carlos, mientras conversábamos de algunos libros que ambos habíamos leído. Algo de lo que solemos conversar cada vez que tenemos la oportunidad de vez en cuando. Mi respuesta fue en sentido negativo. Y me hizo pensar en si realmente me iba a gustar ver una cinta basada en la historia de un libro que desde la primera vez que lo leí me pareció estupendo, a pesar de la poca experiencia lectora que en aquella época poseía.
Aun veo en mi mente las imágenes polvorientas del camino que lleva a Comala (“o sale de allí, según se vea si uno va entrando o saliendo” como le ocurrió a Juan Preciado). Un pueblo que más que el lugar donde transcurre la historia es otro de los personajes de la obra misma, un sitio con personalidad propia en el que ocurren hechos que van más allá de lo esperable en un pueblo como tantos, porque sencillamente no es un pueblo como tantos.
Don Juan Rulfo es considerado uno de los grandes autores hispanoamericanos, a pesar de que dejó para la posteridad y regocijo de sus lectores únicamente tres obras: Pedro Paramo y El llano en llamas, y una tercera que fue publicada en 1980: El gallo de oro. Sigo pensando en que no sé si me gustará ver la cinta que ahora parece aparecer en muchos sitios y conversaciones. Leer el libro fue como ver una estupenda ―aunque extraña― película, mezcla de realidad y fantasía, como indica su biografía.