“La prueba de nuestro progreso no es si añadimos más a la abundancia de los que tienen mucho, sino si damos lo suficiente a los que tienen muy poco.” Franklin D. Roosevelt
Guatemala es un país sui generis, con mucha riqueza concentrada en una mínima parte de la población, y la demás dispersa de tal forma que es casi invisible, por lo que Juan Pueblo tiene que ingeniárselas para poder medio subsistir, porque vivir dignamente es un sueño más que imposible para la mayoría, debido en gran parte a los treinta y seis años de lucha interna, sumado a un proceso de paz que murió poco más o menos al nacer, estamos en casi las mismas condiciones que a finales de los cincuenta y principios de los sesenta.
¿Qué hace el ciudadano común para medio vivir? Ingeniárselas como le sea posible, hace muchos años, cuando aún no existía la SAT, en la antigua Dirección General de Rentas Internas trabajaban una cantidad de personas, que recibían un sueldo decoroso al final del mes, no recuerdo en que año hubo una destitución masiva, aproximadamente a los seis meses, muchos de los trabajadores regresaron a las afueras del edificio como comerciantes informales, platique con una de ellas y me dijo: “Me quité la vergüenza porque tengo que comer y mis hijos también”.
Sumamos muchas contrariedades históricas, entre las que se encuentran, un sistema educativo que no responde a las grandes necesidades de un país como el nuestro, un sistema de salud que no ha sido capaz de atacar entre otros males la desnutrición, aunado a un Sistema Judicial cooptado que actualmente premia el crimen y la corrupción y castiga al contrario político hasta quererlo desaparecer.
Agregamos a nuestras complicaciones, municipalidades que lesionan con penas inadmisibles a la pobreza, como si no tuviéramos suficiente con nuestra lamentable situación, siempre me he cuestionado el rol de las municipalidades en el diario vivir de los vecinos, sin generalizar, porque hay muy buenas, las hay también aquellas, que pudiendo hacer mucho para cumplir con sus funciones mínimas, hacen todo lo posible por destruir los municipios, entre las que se encuentra la capitalina, que ha convertido a la capital, que un día muy lejano fue conocida como la “Tacita de Plata”, en un lugar sucio y desordenado que ya no es tacita, menos de plata, pero por si fuera poco, el mal hacer de los alcaldes es imitado por sus colegas de las demás municipalidades.
Para muestra un botón, la actuación de los flamantes agentes de la PMT de la comuna de Ayutla, cuando colocaron cepo a una carreta de piñas con el argumento de que el artículo 34 de la Ley de Tránsito establece lo siguiente: “la autoridad de tránsito podrá emplear cepos o mecanismos similares para inmovilizar los vehículos dejados en la vía pública en lugares no autorizados para los mismos o bien para inmovilizar vehículos cuyos conductores hayan cometido otras infracciones”, pero la carreta de piñas no se encontraba abandonada en la vía pública, había un responsable que es el vendedor de piñas, por lo que fue un abuso de autoridad, además de una criminalización de la pobreza, porque si no pueden ayudar a la población a solucionar sus problemas, que no veden un derecho fundamental como lo es el trabajo honrado.
Las municipalidades como gobiernos locales obtienen sus recursos en parte, de los recursos que percibe el Estado en general, así como de sus propias fuentes de financiamiento como lo son los ingresos por pago de los arbitrios (Boleto de Ornato y otros) como del IUSI que recauda, pero probablemente la mayor fuente de ingresos los obtiene de la autorización de las licencias de construcción, por lo que se puede observar a ojo de buen cubero que el presupuesto municipal goza de autonomía, pero además de ingresos importantes.
Las municipalidades en general deben prevenir primero y después solamente si es necesario sancionar, más aún en casos como el mencionado en el que una persona teniendo la opción como cualquier otra de delinquir, decide ganarse el sustento diario con un esfuerzo no comprendido, como lo es la economía informal, producto muchas veces de falta de oportunidades más que de dejadez individual.
Cualquier forma de trabajo honrado debe ser respetada pero, ante todo, protegida.