Botones con las siglas de George Washington, botellas de ketchup de George W. Bush, fundas para teléfono celular de Barack Obama o las gorras rojas de Donald Trump son algunos objetos utilizados en las campañas presidenciales de Estados Unidos y que han inmortalizado la historia electoral del país.
El Museo Nacional de Historia de Estados Unidos, del Instituto Smithsonian, atesora una colección de cerca de 100.000 objetos utilizados en eventos políticos y campañas electorales desde los botones de metal conmemorativos de la investidura del primer presidente, George Washington, en 1789.
Para abrir un nuevo capítulo en la colección, un equipo del museo ha recorrido el país durante el último año en busca de los artefactos más representativos de las campaña para las elecciones de este martes entre la vicepresidenta demócrata, Kamala Harris, y el expresidente republicano Donald Trump (2017-2021).
«Es muy importante documentar, especialmente las cosas que muchas veces acaban tiradas en la basura, para que la gente diga: Vaya, algo pasó en esta campaña», cuenta a EFE Claire Jerry, historiadora y curadora de la colección.
Este equipo ha viajado a los eventos de primarias, mítines electorales y a las convenciones de los partidos recolectando camisetas, pósters, pegatinas y todo tipo de objetos que permitan inmortalizar el que ha sido un proceso electoral inédito.
El presidente, Joe Biden, renunció en julio a presentarse a la reelección y pasó el testigo a Harris, que tuvo que construir una campaña en tiempo récord.
Por ello, los historiadores han recogido material tanto de Biden como de Harris: «La actual campaña demócrata no tuvo mucho tiempo para generar eslóganes e imágenes, y eso quedará reflejado en nuestra colección», cuenta Jerry.
Además, en los actos de su rival republicano se ven camisetas y objetos por doquier que recuerdan otro hecho histórico: cuando Trump sobrevivió en julio a un intento de asesinato en un mitin en Pensilvania.
OBJETOS ICÓNICOS Y RECONOCIBLES
El museo todavía no tiene expuesto al público nada de la actual campaña, pero la exhibición sí cuenta, por ejemplo, con la gorra roja con el lema ‘Make America Great Again’ (Hagamos EE.UU. grande otra vez) que Trump utiliza desde las elecciones que ganó en 2016.
Al lado de la gorra, un peluche del expresidente Barack Obama (2009-2017) recuerda la campaña del primer presidente afroamericano de la historia del país.
«Intentamos encontrar cosas que sean muy icónicas y reconocibles», señala Jerry.
Pero la propaganda electoral no siempre sirve para enaltecer a un candidato, sino a veces para atacar al rival, como lo demuestran unas chanclas que se burlaban en 2004 de las indecisiones del demócrata John Kerry.
En esos mismos comicios, los republicanos repartieron botellas de ketchup en apoyo a George W. Bush dado que la familia de Kerry estaba emparentada con los Heinz.
CAMBIOS SOCIALES Y TECNOLÓGICOS
La evolución de los objetos electorales refleja también cambios sociales, tecnológicos y de consumo, como demuestran las primeras fundas para teléfono móvil que sacó la campaña de Obama.
Para encontrar la primera camiseta política hay que ir mucho más atrás, a la campaña del republicano Thomas Dewey de 1948.
Las cajetillas de cigarros con los rostros de los candidatos llegaron a ser muy populares, pero dejaron de usarse en la década de 1980.
A mediados del siglo pasado, conforme se extendía el sufragio femenino, los partidos comenzaron a apelar a las mujeres y por eso la campaña de Dwight Eisenhower (1953-1961) produjo cajas de maquillaje. Eisenhower fue también el primero en utilizar el español en una campaña con un pin que decía «Me gusta Ike» (su apodo).
La colección del Smithsonian incluye un cascanueces de 1912 con la cara de Woodrow Wilson (1913-1921) y un tapón para botella con la cabeza de John F. Kennedy (1961-1963).
Aunque los objetos más excéntricos, y por eso los favoritos de Jerry, son las pastillas de jabón con forma de bebés desnudos que repartieron en 1896 las campañas tanto del candidato demócrata William Jennings Bryan como de su oponente republicano William McKinley.
Esos jabones generaron rechazo porque parecían niños dentro de un ataúd y dejaron de repartirse. Y es que, como subraya la historiadora, para que los objetos electorales triunfen es indispensable que la gente se los haga suyos.
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