El domingo 20 de octubre se celebra en Guatemala el 80 aniversario de la Revolución democrático burguesa de 1944, el levantamiento armado cívico militar más importante del siglo XX, que derrocó al régimen autoritario liberal del general Jorge Ubico Castañeda y fue antecesora de otras revoluciones de América Latina y de Asia que vendrían después.
La primavera democrática y los tres Gobiernos revolucionarios. La revolución guatemalteca resultó inconclusa, tuvo una corta duración de diez años (1944-1954), período conocido como la primavera democrática. Fue interrumpida por una invasión mercenaria armada, organizada, financiada y dirigida por el Gobierno estadounidense a través de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), para derrocar al Gobierno constitucional y democrático del coronel Jacobo Árbenz Guzmán.
En esos años de revolución hubo tres Gobiernos que impulsaron cambios estructurales políticos, económicos y sociales profundos. El primero fue de la Junta Revolucionaria (1944-1945), que sentó las bases del proyecto revolucionario, convocó a integrar la Asamblea Nacional Constituyente que redactó una nueva constitución, aprobó leyes, decretos y convocó a las primeras elecciones libres en las que resultó electo Juan José Arévalo.
El segundo gobierno lo presidió Arévalo (1945-1951), quien creó y desarrolló proyectos sociales para favorecer a la clase trabajadora, al gremio magisterial, mejoró el sistema educativo, construyó nuevas escuelas, otorgó autonomía a las municipalidades y a la tricentenaria Universidad de San Carlos (USAC). Estimuló la enseñanza de actividades artísticas y culturales.
Promovió la creación del seguro social, el Código de Trabajo, el derecho al voto de las mujeres, la Facultad de Humanidades y muchas otras obras y políticas de beneficio social.
Al tercer gobierno encabezado por el coronel Jacobo Árbenz Guzmán (1951-1954), le correspondió profundizar el programa revolucionario. Romper con el monopolio de empresas de capitalistas estadounidenses propietarias de servicios estratégicos como telecomunicaciones, el ferrocarril, la distribución de energía eléctrica, la telefonía, el muelle de Puerto Barrios.
Las principales obras de Árbenz fueron: Construcción de la carretera hacia Puerto Barrios, de la hidroeléctrica Jurún Marinalá en Escuintla, el puerto Santo Tomás de Castilla en Izabal y la implementación de la reforma agraria que mediante el Decreto 900, expropió tierras ociosas a la compañía frutera estadounidense United Fruit Company (UFCO por sus siglas en inglés) y distribuyó tierra a los campesinos.
La osadía de Árbenz al aprobar la reforma agraria y expropiar tierras a la UFCO, generó la reacción hostil de los empresarios estadounidenses quienes, con el apoyo de su gobierno iniciaron y organizaron la conspiración para interrumpir el proceso revolucionario y derrocar al régimen progresista de Árbenz. Ese nefasto acontecimiento significó un retroceso para el país y detuvo la oportunidad de lograr un mayor desarrollo humano de la población guatemalteca.
Al celebrar los 80 años de la revolución de 1944, es justo reconocer que las obras, políticas y programas sociales impulsados y ejecutados en la década de la primavera democrática, no han sido equiparadas y mucho menos superadas por los gobiernos posteriores a 1954.
Después de la revolución guatemalteca de 1944 ocurrieron otras revoluciones exitosas. En agosto 1945 se inicia la vietnamita. En 1948 sucede en Costa Rica. En 1949 empieza en China. En enero 1959 es el turno de Cuba. En julio 1979 triunfan los sandinistas en Nicaragua. En 1998 surge en Venezuela y 2018 inicia la Cuarta Transformación en México.
Revolución equivale a cambio, progreso, mejorar condiciones de vida de la población, empujar el desarrollo humano para eliminar desigualdades, reducir y erradicar pobreza, analfabetismo, desnutrición, enfermedad. En suma, Guatemala tiene pendiente concluir la revolución interrumpida.