Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Este 20 de octubre se cumplirán ochenta años de la Revolución de Octubre que en definitiva marcará uno de los acontecimientos más relevantes de la historia reciente del país y sin lugar a dudas muchos de sus logros aún están presentes hasta el día de hoy y por lo tanto se convierte en un norte importante para quienes aspiramos a construir una nación para todos y todas, con justicia social y equidad. Es decir, la Revolución de Octubre de 1944 impulsó los avances más significativos que como sociedad hemos conocido.

La sociedad guatemalteca, cansada de las continuas dictaduras, que mantenían al país en el atraso más bárbaro y que se dedicaban con exclusividad a expoliar a sangre y fuego a los Pueblos Indígenas y sus tierras y con ello privilegiar los intereses de una oligarquía terrateniente igual de atrasada que su dictador de turno, se organizó, articuló y movilizó hasta derrocar al dictador Jorge Ubico y luego a su sucesor Ponce Vaides, el 20 de octubre de 1944.  Si usted conoce poco de este significativo hecho histórico y lo que durante 10 años va a suceder en el país, no se preocupe porque sin lugar a dudas podrá observarlo en muchos de los logros que aún persisten a la fecha. Estamos hablando que, durante este proceso revolucionario, se logró una nueva Constitución Política de la República que dará vida a una sociedad que se ponía al nivel de otras sociedades modernas.  Se da vida a la Ley Orgánica del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social y se construye todo su andamiaje institucional y se creará por primera vez en la historia patria un Código de Trabajo que tutelará las relaciones laborales, pero particularmente brindará derechos a la clase trabajadora. A su vez, que construiría la Confederación Deportiva Autónoma de Guatemala -CDAG-, construirá las Escuelas Tipo Federación y le brindará la autonomía a la Universidad de San Carlos de Guatemala para así elevar el nivel espiritual de la sociedad guatemalteca a través del conocimiento científico y las artes. Estos logros tan sólo en el primer periodo de la Revolución, conducida por Juan José Arévalo.

Pero sus logros no se quedarán ahí, sino que posteriormente se impulsará una serie de acciones que catapultarían a Guatemala al desarrollo económico y social. Con Jacobo Árbenz al frente se impulsará la Reforma Agraria, la construcción de la carretera hacia el Atlántico, la electrificación del país y otra serie de logros, que de no haber sido detenidos por la infame invasión norteamericana y la servil contrarrevolución, marcarían el desarrollo hasta hoy en día. Ojalá que, a 80 años de ese legado, el hijo de Juan José Arévalo impulse las acciones que permitan sentar las bases para la gran transformación de nuestra sociedad.

Hace pocos momentos, me he enterado de la muerte de Simona Yegenova, mujer revolucionaria, académica de las ciencias sociales y una internacionalista que nos enseñó que la solidaridad y la articulación entre los pueblos es necesaria para construir otro mundo posible. Sirva esta columna de opinión como un humilde homenaje a su vida y al importante legado que nos deja.

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