“El triunfo verdadero del hombre surge de las cenizas del error” Pablo Neruda
Una de las más grandes contradicciones con las que se enfrenta el ser humano más de las veces que se quisiera es la doble moral, con la que la mayoría se conduce en su actuar público o privado en varios aspectos, que se traduce en el viejo refrán: “Mirar la paja en el ojo ajeno”, en ese orden de ideas, hay que agregar a la de por si contradicción moral, la contradicción política en la que es fácil señalar al rival o al enemigo por sus falencias, aumentándolas lo más posible.
Siendo como somos, una sociedad eminentemente conservadora, se hace más evidente que cuando convenga, se señale con el más afilado dedo acusador, y cuando no convenga, se haga un mutis por medio del cual, se vea para el otro lado, quedando quien así actúa, señalado con una palabra delatora: Hipocresía.
En la gestión pública, históricamente han circulado noticias sobre relaciones sentimentales, cuestionables o criticables, y no porque el amor como sentimiento universal no sea celebrable como algo positivo, el problema mayor es el contexto más que el texto, porque tuvimos ya relaciones entre un presidente y su vicepresidenta, tan pasionales que los dos terminaron en la cárcel, también entre presidente y sus muchas amigas con derechos, con tantos derechos que fueron ministras, de un presidente en la gran manzana, de un presidente con su joven protegido, hemos vivido de todo, sin merecernos ninguna de estas situaciones que han ido más allá de lo permitido, y cuestionados, lo que se dice cuestionados no lo han sido precisamente.
Estoy convencida que ni por activa ni por pasiva queremos, aceptamos o toleramos romances de oficina, ni en el sector público ni en el privado, la diferencia entre uno y el otro, es que en la iniciativa privada existen reglas claras con relación a este tipo de situaciones, sin embargo en la función pública desde hace mucho tiempo se ha aceptado como algo común que se den relaciones sentimentales o lo que es peor, simplemente relaciones íntimas entre compañeros, lo que no debería ser aceptado ni por los compañeros, jefes o la ciudadanía en general, porque además de crear un ambiente laboral enrarecido, da lugar a tratos diferentes dentro del mismo lugar de trabajo.
El problema adicional, estriba en que, en este tipo de situaciones la que pierde aparte de la sociedad es siempre la mujer, porque el machismo que impera en general, coloca siempre al género femenino en una situación más cuestionada que a su compañero, desde que se le etiqueta como la amante, y otros calificativos por demás obscenos, se evidencia que la mujer siempre pierde más o es la única perdedora, lo que no debería ser así, porque la relación es de dos y dos son los responsables, veamos en el último caso que se hizo público se habló de relaciones de poder, o de jerarquía, quedando la mujer siempre en desventaja, por donde se vea, cuando tanto la mujer como el hombre somos responsables de nuestros actos.
Los códigos de ética son necesarios no como una imposición, sino que como una forma de vida y que deben regir en general, para que, cuando sucedan situaciones que no se puedan dominar como las sentimentales, las personas sepan cómo actuar sin llegar a que una situación personal e individual se convierta en un espectáculo público, y que las partes sean objeto del escarnio general, pregunto ¿Cuántos matrimonios exitosos no surgieron en el trabajo? Muchísimos más de los que creemos, porque las personas pasan mucho más tiempo en su lugar de trabajo que en otros espacios como el estudio, en el hogar u otros más.
Si no fuera por la morbosidad que impera con este tipo de noticias, estos casos se deberían de resolver sin daños para las partes, desafortunadamente es difícil manejar con propiedad algo para lo que no nos hemos preparado, porque falta madurez para tomar la decisión correcta en el momento correcto.
Y ¿Cuáles son estos? Evitar convertirse en comidilla de pasillo separando lo laboral de lo privado desde que se inicie una relación con otra persona.