Eduardo Blandón

ejblandon@gmail.com

Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

post author
«Soy un bosque, y una noche de árboles oscuros: sin embargo, quien no tenga miedo de mi oscuridad, encontrará también taludes de rosas debajo de mis cipreses».
Friedrich Nietzsche

 

Nuestras imperfecciones no deberían asustarnos porque son parte constitutiva de la condición humana «caída». Es lo que somos, animales escindidos en busca perenne de algo o de alguien que nos integre, nos alivie o nos repare. Poco bueno hacemos, lo natural es esa voluntad que hiere y se vuelve contra nosotros.

De aquí que sea fácil «evidenciar las costuras» cuando el móvil de los actos es la afirmación de nuestro ego. El prurito malsano de situarnos en el centro, reclamando atención, imponiendo capricho y desconociendo el valor de los demás. Creyéndonos zares o pequeños dictadores que imponen con arbitrio la satisfacción de los deseos.

Frente a ello no cabe sino el trabajo constante que resista a lo que parece destino. Asumir la debilidad, la tendencia al caos, oponiendo un proyecto crítico. Abrirnos al examen personal como condición de correctivos contra la vorágine de las horas.

La idea es ocuparnos de nosotros mismos. Establecer un sistema que al tiempo que nos regenere (quitándonos peso y deshaciéndonos de lo que nos estanca), cree hábitos de crecimiento y desarrollo personal. Un programa extendido hasta el final de nuestra vida.

La tarea no es estética: cubrir los defectos, maquillarlos o disimularlos. Es más bien de orden quirúrgico. Operar los excesos, la mayoría de veces ocultos, para aliviar y permitir la flexibilidad que exige la vida buena. Al no ser nunca definitiva, la intervención es cotidiana, reconociendo que no hay espacio para su postergación.

La vida moral no se toma vacaciones, pero tampoco el cuidado ofrece garantías. Ser «humano, demasiado humano» ya anuncia la insustancialidad del carácter. Eso hace pensar que la sentencia bíblica que dicta «maldito el hombre que confía en el hombre» tenga algún sentido real. Lo cual no evita la posibilidad de conductas opuestas.

He dicho que a veces «se nos ven las costuras», sin embargo podríamos hacer un trabajo superior: coserlas bien o evitarlas. Como asumo que estamos rotos, hay que atendernos con primor, los demás lo esperan de nosotros.  Que lean en nuestra frente que trabajamos con seriedad en cambios fundamentales.

Artículo anteriorItalia despide al ganador de un «Scudetto» histórico con el Lazio: Sven Gora Eriksson
Artículo siguienteQuetzaltenango hacia el futuro: Parte 1