Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Leí un breve texto cuyo título no me preocupe siquiera por retener en la memoria. Su temática giraba (gira) en torno a esa suerte de preocupación que en algunos sectores se está experimentando actualmente en todo el mundo debido a ciertos efectos que la reciente pandemia ha dejado en muchas personas, especialmente menores. En el ámbito de la educación tales efectos han sido notorios y evidentes en los rezagos que muchos niños y niñas están manifestando en distintas áreas de su aprendizaje, particularmente áreas que quizá para muchos cobren poca importancia o resulten intrascendentes como el arte, las letras o la música.

En lo personal, siempre he estado a favor de la enseñanza de la música y de distintas disciplinas de la literatura y el arte en los establecimientos educativos, particularmente en los primeros años de instrucción escolar, en los que, como aseveran los expertos, forman parte de esa crucial etapa -de vida- del aprendizaje por la que atraviesa todo ser humano y que de alguna manera define ciertas actitudes y motivaciones futuras en cada individuo.

La música, el arte y las letras forman parte del acervo cultural que distingue a un país, y le representa ante el mundo. Por ello, no puedo dejar de mencionar algo que no es necesario analizar ni discutir mucho, en virtud de que es una cuestión evidente que pareciera tan sólo repetirse una y otra vez, como si fuera la forma normal de hacer las cosas a pesar de que no lo sea en realidad: hacer todo sólo por hacerlo, no porque responda a una realidad o a una necesidad verdadera cuya satisfacción vaya a trascender en el tiempo como algo digno de recordarse y apreciarse.

Una readecuación curricular es necesaria, es innegable, y los chapuces a la ligera no sólo son de mal gusto sino que perjudican grandemente porque hacen retroceder y hacen que se pierda tiempo y recursos (humanos y económicos) valiosos que pueden aprovecharse de manera consciente, adecuada y duradera, como debe ser. El tiempo se pasa más rápido de lo que pensamos, como dijo Murakami (lo parafraseo) “el tiempo se nos viene encima de golpe” y seguramente, año tras año, estaremos lamentando lo poco o nada que se haga por dejar un buen legado en materia educativa, y eso, indudablemente, incluye por supuesto la música, las letras y el arte en general, que, tantas emociones y sentimientos despiertan, y tantas alegrías dan por esfuerzo propio. La música, las letras, el arte, nos hacen sensibles, aunque neguemos notarlo.

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