En los últimos tiempos Pekín ha reforzado su tesis de una sola China y esta semana se supo que productos guatemaltecos enviados a ese enorme país asiático no pudieron entrar por disposición del gobierno, afirmando que los gestos de Bernardo Arévalo con Taiwán (comunicándose con el Presidente electo y enviando al Canciller a su toma de posesión) atentan contra ese concepto que consideran vital. Actualmente Taiwán apenas tiene relaciones con 13 países en el mundo.
Esos países son Guatemala, Belice y Paraguay en América, San Cristóbal y Nieves, Haití, San Vicente y las Granadinas, y Santa Lucía, en el Caribe, Ciudad del Vaticano en Europa, Eswatini en África y Tubalu, Parau, Islas Marshall y Nauru en Oceanía. En el caso de nuestro país las relaciones son estrechas y vienen desde 1960, siendo las más antiguas de todas, lo que entre otras cosas se explica por la política de Taipei de hacer fuertes donaciones personales a quienes llegan a la presidencia.
De todos los que recibieron dinero de Taiwán solo Alfonso Portillo fue señalado directamente, pero se sabe que tanto en el ámbito político como en el de relaciones públicas, ellos hacen fuertes inversiones para ganarse la amistad de quienes pueden tener algún nivel de influencia en la toma de decisiones.
Pero ninguno recibió de forma tan abierta y descarada el dinero de Taiwán como Alejandro Giammattei, quien públicamente recibió un aporte de dinero taiwanés para financiar la campaña de cabildeo de abogados (Lobby) en Estados Unidos para contrarrestar las acciones diplomáticas que implicaron señalamientos de corrupción para él, sus familiares y especialmente su pareja, Miguel Martínez, sancionado con la Ley Magnitsky.
El contubernio, porque no se puede llamar de otra manera, entre Taiwán y Giammattei no produjo, sin embargo, ninguna reacción de China, lo que contrasta con la decisión reciente de impedir el ingreso de productos guatemaltecos, especialmente café y cardamomo, al que es, sin duda, uno de los mercados más grande del mundo. Resulta por ello difícil de entender esa reacción de Pekín cuando callaron ante lo que fue una evidente alianza de Taipei con Guatemala para proteger la política de corrupción e impunidad que fueron motivo de las sanciones norteamericanas en contra de distintos políticos de nuestro país.
Evidentemente pesa mucho en el concierto internacional que Guatemala mantenga sus relaciones diplomáticas con Taiwán, especialmente luego de que Honduras decidió el año pasado romper ese vínculo para iniciar una nueva era de relaciones con China. Pero la sanción actual no deja de parecer un exabrupto tomando en cuenta lo señalado respecto a la forma en que Giammattei recibió, oficialmente, dinero para sufragar los gastos necesarios para cabildeo con los republicanos en Estados Unidos, a fin de contrarrestar la política anticorrupción y sus efectos.
Urge resolver esta situación de manera integral, porque las presiones parecen no ser un simple exabrupto.