El tema de la “Formación política” es importante para el caso de todas las diferentes formas de organización social. Siempre es necesaria, porque de la manera en que se manejen las personas que las componen depende su esperanza de subsistir en el tiempo y de ser exitosas en el escenario en el que les toca realizarse. Muchas veces, esa formación se da de manera natural e informal (como cuando los padres enseñan a los hijos) y, en otros casos, en el seno de instituciones ad hoc (como cuando esa formación forma parte de un pensum oficialmente reconocido por un Estado en particular).
Me he decidido escribir al respecto porque pienso que es necesario difundir ideas que contribuyan a que en nuestro medio se tome en serio la necesidad de formar ciudadanía para la vida en Democracia como un imperativo categórico para el desarrollo de una nación cuyo dueño es el denominado soberano: todos nosotros.
Sobre el “zoon politikón”
Desde la antigüedad (Aristóteles, 384–322 a.C.), al ser humano se le ha catalogado como ANIMAL POLÍTICO (“zoon politikón”) por su distintivo, en el reino animal, de tener capacidad para dialogar y de ser gregario, esto es que no puede vivir sino en sociedad (entendiéndose ésta como desde su forma más sencilla -la familia- hasta instituciones u organizaciones tan complejas como lo pueden ser las ciudades y los estados).
Se entiende, entonces, a los humanos como los seres capaces de llegar a establecer modos de organización social estables; una estabilidad que alcanzan a partir de la habilidad de los propios humanos para resolver, mediante el diálogo, la argumentación y la negociación, los conflictos que surgen entre los intereses de los diferentes individuos y grupos de individuos que los integran.
En términos prácticos, lo anterior se ve reflejado tanto en la constitución u organización de las comunidades u organizaciones sociales más pequeñas o básicas (el caso de la familia), como en la de comunidades más complejas, tanto públicas como privadas.
Sobre la arquitectura básica de las diferentes organizaciones.
Las distintas organizaciones humanas que se pueden observar están construidas y sustentadas sobre ideas y valores mínimos que comparten sus integrantes; ideas y valores iniciales que, luego, con el tiempo, pueden ir cambiando o evolucionando.
Esa idea de las características que se sitúan en la base o en el inicio de la conformación de las organizaciones, es fácil visualizarla para el caso de las que son más pequeñas, como la familia. No es difícil entender y aceptar como algo del todo lógico y normal que las familias en contextos diferentes puedan ser bastante distintas entre sí… una familia en el Polo Norte, una familia cristiana, una familia budista, una familia en la Amazonia, un clan familiar en Escocia… y entender cómo su actuar organizado para efectos de ser eficientes en sus principales actividades de vida (por ejemplo, como una familia de agricultores, como una familia de pescadores o como una familia de cazadores) se dé vía la comunicación y el diálogo entre sus miembros. El diálogo permite que se conozcan las necesidades y las facultades de cada uno de los integrantes, de tal manera que, a partir de las características básicas de ellas se pueda ir decidiendo de mejor manera cuál puede ser la división de sus tareas principales y cómo puede ser la mejor asignación de las responsabilidades.
La dinámica mencionada es básica para que cada organización políticosocial, como conjunto organizado de personas que son, pueda llegar a tener mejores perspectivas de éxito en el entorno en que le ha tocado ser. En ese proceso, siempre se da -aunque en muchos casos apenas se note-, lo que se denomina “luchas de poder” que no son más que la manera en la que diferentes individuos o asociaciones de individuos del grupo ven la manera en que pueden hacer valer de mejor forma sus visiones, sus necesidades y sus intereses. Esto es algo totalmente natural y válido que se puede apreciar más claramente en el caso de organizaciones sociales más complejas, cuando las diferentes posiciones son más públicas y más abiertas… posiciones disímiles que demandan hábiles portadores o articuladores de las mismas para hacerlas prevalecer, así como de la intervención de terceros, con el propósito de conciliar. Todos ellos en calidad de políticos.
Llegados a este momento de la exposición y con el ánimo de contribuir a una mayor claridad sobre la idea de la “Formación política”, resulta importante hacer el siguiente apunte: Básicamente, el concepto de “Formación política” es ideológicamente neutral. Esto es: no debe entenderse como instrumento para ideologizar en una u otra dirección partidaria. No obstante, sí debe quedar claro que, en el caso concreto de la “Formación política para la Democracia”, sí existe un fundamento ideológico claro que se desea fomentar: el fundamento ideológico de la Democracia, entendido como el conjunto de ideas y de valores que sustentan la existencia de ese sistema. Un sistema que, no está de más recordarlo, permite y alienta la existencia y coexistencia de corrientes ideológicas de la más amplia gama y diversidad.
En una siguiente entrega, incursionaré de forma somera en la necesidad de que en un régimen democrático la ciudadanía (como su soberano o “dueño”) aprenda a participar activamente en los diferentes espacios en los cuales es llamado a hacerlo; lo cual hace evidente la necesidad de la Formación política para la Democracia y el Estado de Derecho para que esas necesidades sean adecuadamente satisfechas.