Roberto Blum

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Hace unos cuarenta años recibí de parte de un antiguo director del banco privado más importante de México una lección que encapsulaba en la frase: «Al devaluarse la moneda, se devalúan todos los valores de la sociedad». En la misma se resume una realidad profunda que trasciende la esfera económica para adentrarse en el tejido mismo de la sociedad. La devaluación monetaria, un gravísimo fenómeno que México padeció en los años ochenta, no era solamente un fenómeno económico, sino que representaba e implicaba la pérdida de valor de un símbolo universalmente aceptado por los mexicanos, y que de repente se modificaba negativamente en relación con otras monedas y el valor de los recursos escasos para la vida que con ella se pueden obtener. Es evidente que este hecho tiene repercusiones que van más allá de las fluctuaciones de los precios y el poder adquisitivo de las personas y las familias. Parece claro que la devaluación monetaria puede erosionar los valores fundamentales en una sociedad, socavando su cohesión y su bienestar general. Sin duda, la devaluación de la moneda afecta la concepción que el individuo tiene de la vida y de la sociedad misma.

La devaluación monetaria tiene varios efectos negativos en los valores sociales. En primer lugar, al erosionar el poder adquisitivo, genera incertidumbre y descontento entre la población, alimentando sentimientos de injusticia y desconfianza en las instituciones. Cuando las personas sienten que sus esfuerzos no son recompensados ​​adecuadamente debido a la depreciación de la moneda, pueden perder fácilmente la fe en el sistema y en los valores de equidad y justicia que deberían sustentarlo.

Además, la devaluación monetaria tiende a fomentar una mentalidad de corto plazo en la que se privilegian las ganancias inmediatas sobre la realización de planes de largo plazo, desincentivando el ahorro y la inversión en el futuro. Si creo que mañana mi dinero valdrá menos, me conviene más gastarlo hoy en bienes que costaran más pasado el tiempo. Cuando la moneda pierde valor rápidamente, las personas pueden verse tentadas a buscar ganancias rápidas a través de prácticas especulativas o acciones deshonestas, en lugar de dedicar tiempo y esfuerzo a actividades productivas y socialmente beneficiosas. Esta mentalidad de «enriquecimiento rápido» puede minar valores como la integridad, la responsabilidad y el trabajo duro, que son fundamentales para el desarrollo sostenible de una sociedad.

Y no solo esto, sino que la devaluación monetaria exacerba las desigualdades sociales al afectar de manera desproporcionada a los grupos más vulnerables. Cuando los precios aumentan más rápidamente que los salarios, aquellos con ingresos fijos o bajos experimentan dificultades financieras significativas, lo que tiende a conducir a tensiones sociales y conflictos. Esta erosión de la estabilidad económica erosiona también la cohesión social y la solidaridad, debilitando los lazos que unen a la comunidad generando un ambiente de “sálvese quien pueda”.

En resumen: la frase «Al devaluarse la moneda, se devalúan todos los valores» resalta una verdad profunda sobre la interconexión entre la economía y la sociedad. La devaluación monetaria no solo afecta los precios y el poder adquisitivo, sino que también erosiona los valores fundamentales que sustentan el tejido social. Para construir una sociedad más justa, próspera y cohesionada, es crucial reconocer y abordar las implicaciones sociales de la devaluación monetaria, y trabajar en la promoción de valores que fomenten la equidad, la responsabilidad y el bienestar común.

En dos semanas la nación mexicana, casi 100 millones de ciudadanos de un total de 135 millones de habitantes nacionales, acudirá a votar para elegir al presidente de la República, 128 senadores y 500 diputados además de casi veinte mil otros representantes y funcionarios de los tres niveles del Gobierno. Las varias encuestas dan por ganadores a la mayoría de los candidatos del partido movimiento de Morena, el grupo que administra el gobierno actual. Quizás se puede preguntar a qué se debe esa marcada preferencia por el partido gobernante de la “4T”, la Cuarta Transformación, que parece que no ha sido erosionado por sus casi seis años a cargo del gobierno federal.

Si es verdad que: “Al devaluarse la moneda se devalúan todos los demás valores sociales”, contrario sensu, la moneda mexicana, el peso no solo no se ha devaluado en el sexenio de la 4T, sino que se ha revaluado de tal manera que en México y en los países con los que se comercia se habla del “superpeso”, un símbolo de la fortaleza de la economía, la política y la sociedad mexicana. Es posible que la fortaleza del “superpeso” explique los probables resultados de la elección del 2 de junio y el triunfo de los candidatos de la “Cuatro Te”. Tal es una hipótesis que podremos comprobar en 15 días.

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