En el ámbito educativo, político y social siempre pululan preguntas que encuentran respuestas con el mínimo común denominador de: “en la educación está la clave” y por ende con una buena educación se pueden elevar las condiciones actuales de vida de la población formando desde casa a que los niños, niñas y jóvenes adolescentes generen un ambiente de respeto, entendimiento y solidaridad.
La presencia continua del docente en el aula podría reforzar la poca disciplina que los padres, madres o encargados de los alumnos pudieran aplicar dentro de la vida cotidiana dentro del hogar; es decir, que no sólo en la escuela los educandos deben recibir lecciones de disciplina, hábitos de estudio y comprensión de lectura, entre otros. El objetivo principal de estas acciones es: que lean más y que entiendan lo que lean, discutan sus ideas y formulen propuestas sobre temas que le interesen.
De manera ideal, si todos nos esmeramos y nos ponemos las pilas en atender con la debida atención la vida escolar de los hijos, en un lapso relativamente corto de tiempo la sociedad contará con una niñez, juventud y adultez con menos problemas para desarrollar sus vidas en el ambiente competitivo en que vivimos y aparezcan liderazgos más comprometidos con su entorno.
En el trabajo docente es menester, imprescindible, urgente y necesario darle oportunidades de desarrollo a ese gremio de maestros, profesores y catedráticos a través de por lo menos una actualización anual de conocimientos por medio de cursos y capacitaciones servidas en un edificio especializado y con un plantel de catedráticos verdaderamente capaces y no como se ha venido haciendo desde hace muchísimos años para taparle el ojo al macho.
Esas actualizaciones en matemática, estudios sociales, ciencias naturales, literatura, filosofía, biología, idioma extranjero inglés, tecnología, educación musical e incluso educación física harán salir del marasmo y parasitismo a los maestros y catedráticos que vienen supuestamente enseñando su materia desde hace más de veinte o treinta años repitiendo y repitiendo lo que aprendieron cuando fueron estudiantes y que obligan a los alumnos a “seguir órdenes, repetir y memorizar” los contenidos educativos de los programas de estudio.
Habrá que incluir a los maestros de educación primaria urbana, rural y catedráticos que son utilizados como comodines por las autoridades educativas asignándoles tareas de SUPERVISIÓN ESCOLAR sin que posean la formación y experiencia que conlleva el verdadero trabajo especializado de supervisión.
El fenómeno de sentirse “autoridad” sobre los docentes y directores de los planteles, los hace cometer acciones administrativas torpes e ilegales al desconocer la legislación que rige al sistema educativo y, por ende, actuar de acuerdo a su lógica común sintiéndose autorizados para vigilar hasta la conducta privada de los docentes ordenando estupideces que solo entorpecen la administración interna de las escuelas e institutos.
También sería obligatorio que las personas que se desempeñan como directores departamentales de educación, la mayoría de ellos quienes jamás han impartido clases ni conocen el sistema educativo, asistieran a recibir capacitaciones que les refresquen la idea que no son omnipotentes, porque la mayoría de las veces actúan por consejo de sus asesores sin saber qué es lo que están firmando, autorizando o resolviendo.
La importancia de la formación en el ámbito público es indiscutible. No basta con un servicio civil de carrera. Todo servidor público está obligado a mantenerse actualizado en la función que desempeña. Urge más inversión económica en educación, así como romper los intereses creados que obstaculizan su crecimiento. Ya es tiempo de que la educación sea una de las prioridades nacionales.