Lo mínimo que se puede esperar de un grupo social organizado es que lo sea para protegerse contra fuerzas externas que le sean adversas; que procure el buen estar y la seguridad de los individuos que lo constituyen; y que tenga la pretensión de permanecer en el tiempo en tanto sea necesario.
Para tener éxito, el grupo deberá contar con algunos recursos mínimos; recursos, orientados a tener dominio o influencia sobre su entorno. Otros, los principales, a subsistir, a mantener la integridad y el potencial o energía necesarios para cumplir con los objetivos para el que fue creado.
Bajo la perspectiva de “la Universidad” entendida como la institución encargada de la formación de los contingentes de ciudadanos que deberán saber asumir con consistencia y con valores, la dirección y la orientación superior de las tantas instituciones e instancias de las que se constituye la sociedad -tanto en la esfera privada como en la pública-, a “la Universidad” le toca atender un aspecto muy especial. Aspecto consistente en no solamente preocuparse por producir el recurso humano apropiado para asumir la dirección de todas las “otras” instituciones que constituyen la sociedad, sino que, también, la de sí misma. Bajo el designio de que, siendo ella la que produce para todos y que de la calidad de la dirección que se dote a sí misma, dependerá la calidad de la dirección de todas las otras instituciones… la responsabilidad de la Universidad es inmensa. Un círculo que debe ser virtuoso y capaz de revisarse y mejorarse permanentemente. Una espiral, más bien de cuya calidad y potencia depende el liderazgo nacional tanto en lo público como en lo privado. Eso no se debe olvidar.
Llegados a este punto y para el caso de una espiral tornada a viciosa, resulta conveniente recordar aquél adagio de “cría cuervos y te sacarán los ojos”. Que viene a ser la síntesis de mi reflexión.
Si en la actualidad le achacamos a “la Universidad”, como institución, buena parte de los tantos males nacionales que nos podemos imaginar y atribuir a un deficiente desempeño de su función (profesionales deficientemente formados para la práctica seria y honorable de sus funciones y -¡esto resulta escandaloso!- defectuosamente dotados de valores y de sana voluntad en los numerosos cargos como diputados, alcaldes, ministros, funcionarios públicos … que llegan a asumir pero, también en el ámbito de lo privado -¡pensar en los numerosos profesionales cuya vida dedican al cuidado de sus “trampitas”, como les dicen a sus oficinas o empresas particulares, los tantos abogados, contadores públicos, médicos y otros profesionales de los que se pude o debe desconfiar!-) no debemos olvidar, de manera principal, que sus propios líderes (rectores, decanos e, incluso, dirigentes estudiantiles) fueron formados en sus aulas. Algo que no solamente aplica a la Universidad Nacional por excelencia, sino que a todas las otras universidades por igual; porque, de igual manera, aunque sus órganos de conducción no estén diseñados de la misma forma, si no están “produciendo” la calidad de egresados que el país necesita y merece, debemos colegir o inferir que tienen exactamente la misma responsabilidad …
Podría resultar interesante hacer recuento de las “almas máter” de los presidentes que hemos tenido, de los ministros, de los diputados, de los integrantes de los distintos gobiernos locales e, igualmente, de los empresarios que han estado ejerciendo el liderazgo en el sector privado …
También podría ser interesante la realización de un ejercicio similar al mencionado anteriormente para llevar registro de los centros educativos de nivel medio en los cuales se han formado estas personalidades públicas … y llevar un conteo de los establecimientos de donde provienen los que se han connotado como los más torpes, pero también, como los más sinvergüenzas.
También, conviene investigar sobre los colegios e institutos en donde se han formado todos los que “no vamos a votar” y qué tipo de formación cívica o formación ciudadana nos brindaron -¿a qué pensum se acogieron, existe o existió alguno?- para resultar siendo nosotros sus tristes y defectuosos alumnos y ciudadanos…
No es posible que las entidades encargadas de “formar”, se laven las manos … También debería realizarse una investigación consistente que sirva como fuente confiable para saciar la curiosidad que todo tenemos al querernos enterar de las PERSONAS FÍSICAS (los profesionales responsables) cuando se observan puentes que se caen, carreteras mal diseñadas, políticas públicas sin ninguna racionalidad, amigos y parientes que sucumben ante prescripciones médicas equivocadas o intervenciones mal practicadas …
Todos los centros educativos deberían ser sometidos, por lo menos, a la posibilidad de una sanción social, al juicio del consumidor. Algo que en el libre mercado se relaciona con la información que le puede/debe servir de base al que consume o adquiere cualquier servicio para tomar las decisiones que más le convienen.
Es por todo lo anterior que, cuando se piensa en el caso concreto de la universidad nacional, la USAC, a la luz de los últimos escándalos, y ante la perspectiva de llegar a una revisión significativa de su estructura, surge en la mente el concepto de la homeóstasis como una idea básica que debería amparar cualquier reflexión orientada a la concepción de una nueva universidad,
En el caso concreto de la USAC, es evidente que se ha desentendido, desde ya hace buen tiempo, de la necesidad de formar a sus estudiantes y egresados con los valores y las aptitudes necesarias para, también, llegar a ser sus propias autoridades, sus profesores, sus investigadores, sus cuadros administrativos. Es un perfecto ejemplo de un organismo que ha perdido su capacidad de autorregularse a partir de sus propios recursos …
Siendo un sistema que se encuentra indefenso y a la deriva por propia indolencia y despreocupación … la Universidad debe encontrar la manera de recuperar la propia capacidad de sanearse a sí misma … Por de pronto, pienso que ese debería ser el principal Objetivo al emprender el diseño de la Universidad que necesita y se merece el país. Saber inculcar en sus “formandos” valores y la conciencia real de los tiempos que está viviendo nuestra nación.
Esto último, “identificar los valores y la conciencia real de los tiempos que está viviendo nuestra nación para saber inculcarlos en sus “educandos”, es un tema al cual se le debe dedicar una especial reflexión”. No es posible que Guatemala continúe formando a sus ciudadanos negando su realidad y los desafíos que, como Estado, debe saber resolver con sus propios recursos.