Todo el camino, desde la elección en primera vuelta hasta el día de hoy, ha estado sumamente empedrado por los afanes maliciosos para anular las elecciones que el mismo secretario general del Ministerio Público calificó como fraudulentas y desde el 25 de junio Bernardo Arévalo ha tenido que centrarse en la defensa de la voluntad popular. Sin embargo, dada la dimensión de lo dispuesto por los electores en las urnas, es indudable que se necesita un amplio acuerdo de Nación que permita a los distintos sectores unir sus esfuerzos para impulsar una agenda de rescate de la institucionalidad del país, copada absolutamente por grupos mafiosos, que además dé paso a llevar a cabo las inversiones que pueden generar mejores oportunidades para los guatemaltecos.
La actual situación de enfrentamiento con un Ministerio Público que se niega a investigar los más sonoros casos de corrupción que involucren a Jimmy Morales, Alejandro Giammattei y Miguel Martínez, es ya parte de lo que debe ser ese rescate institucional puesto al servicio y para protección de quienes saquearon al Estado, pero obviamente no es lo único por hacer. Viene la elección de las Cortes y tocará también limpiar la Corte de Constitucionalidad, pero todo ello será imposible sin esos grandes acuerdos de nación que unan a los sectores que buscan una nueva ruta que permita más eficiente inversión pública para la promoción del bien común ordenado por la Constitución.
La agenda económica nos presenta enormes oportunidades que, en conjunto, sector público, privado y social necesitamos aprovechar por el bien de todos, los ciudadanos y el país.
El liderazgo presidencial tiene que ser utilizado para la articulación de ese gran acuerdo de Nación y si bien es cierto que la coyuntura consume mucho del tiempo y de los esfuerzos, debemos actuar con una visión de largo plazo pensando en que el tiempo que perdemos ahora, sin articular ese necesario diálogo, es muy valioso y no lo vamos a reponer fácilmente.
Se entiende la carga abrumadora que significa enfrentar a ese monstruo de mil cabezas, el de la corrupción tan gráficamente definida por Roxana Baldetti cuando estaba siendo procesada, pero cabalmente porque es tan articulada la estructura que sistemáticamente se ha venido montando que no basta un aire con remolino para cambiar de ruta. Hace falta un verdadero esfuerzo de Nación que sea capaz de unir a la gente honrada, ansiosa de heredar a sus hijos un país con futuro, sin esa terrible forma de aprovechar el dinero público para beneficio de unos cuantos que se pasan de vivos.
El tema central de ese gran acuerdo de nación tiene que ser el rescate de todo aquello que fue capturado por las mafias y que destruyó no solo los valores de la vida pública, sino el mismo Estado de Derecho, al poner a todo el sistema de justicia al servicio de la impunidad. Sin Estado de Derecho no puede haber masiva inversión. A partir de ello podemos trabajar en todos los otros temas pendientes, pero imposibles de enfrentar mientras persistan los constantes ataques a la manifiesta voluntad popular.