Hace quinientos años, se produjo la invasión al territorio de lo que ahora es conocido como Guatemala por varios cientos de hombres originarios de diversos pueblos mexicanos que sirvieron como guías, traductores y guerreros dirigidos por un reducido número de soldados españoles con claros intereses de conquista.
La tecnología y tácticas de guerra de los españoles naturalmente superó la fuerza y capacidad guerrera de los habitantes de este territorio; según relatos de la parte vencedora, hubo varias batallas por parte de la resistencia de los pueblos Quiché, Mam y Kakchiqueles que fueron los primeros que encontraron a su paso los invasores.
Dicha invasión produjo cambios sociales, económicos, religiosos y políticos en la sociedad indígena guatemalteca; la adaptación a la nueva forma de vida impuesta de forma violenta mermó no sólo el poder local de los dirigentes, también la reproducción humana y el tejido social. Es imperativo decir que, la denominada conquista llevó casi doscientos años para que fuera considerada total, los pueblos mantuvieron focos de rebeldía constante contra esa imposición.
El mestizaje de los pueblos guatemaltecos con los invasores se hizo evidente, así mismo, el sincretismo religioso, alimenticio, médico y el desarrollo de infraestructura vial, la introducción de animales y cultivos europeos originó un desarrollo económico para la élite que dirigió el país.
La forma de adquisición de la propiedad por parte de los invasores militares, indígenas mexicanos, representantes de la corona española, comerciantes y sacerdotes, está documentada en muchos escritos que narran las peculiaridades violentas, sangrientas y pacíficas de haberlas tomado en nombre y con el aval de un rey lejano y la bendición de un jerarca religioso desconocido.
La extraña y nueva cultura se impuso de forma oficial y transformó la vida de miles de miles de personas aborígenes, mestizas e incluso españoles pobres que habitaron el territorio, mismo que fue repartido entre los comerciantes, la iglesia, los funcionarios de la época y en última instancia, a los indígenas se les otorgaron tierras comunales.
El poder de la tiranía gubernamental, la opresión religiosa, el terror de las enfermedades desconocidas y la sujeción hicieron de este país el paraíso para los nuevos dueños de la tierra quienes, en su afán desmedido de lucro esclavizaron a los indígenas marcándolos en su piel con fuego cual si fueran bestias. Dicha tiranía ha sobrevivido a través de los años y, de hecho aún se practica por varios terratenientes en diversos puntos del país.
Los mismos historiadores españoles, criollos e indígenas describieron en sus escritos, la crueldad del trato inhumano hacia los desposeídos; contario sensu, la oportunidad a la oligarquía, nuevos ricos y extranjeros para que este territorio fuera saqueado en la diversidad de sus riquezas naturales. Tal circunstancia, de avaricia fue heredada a través de los años a los hijos, nietos, bisnietos y tataranietos de quienes se erigieron como los verdaderos dueños del país, con el contubernio de las autoridades de turno y el beneplácito de los gobernantes pasados quienes con su avaricia demostraron su bajeza moral.
Quinientos años de mantener a la población en estado de pobreza, vendiendo cada cuatro años su dignidad a cambio de láminas, llaveros, playeras, dinero en efectivo o útiles de labranza; quinientos años de sojuzgamiento cultural, quinientos años de oscurantismo y latrocinio del erario nacional. Como dijo alguien: QUINIENTOS AÑOS DE ESTAR COMIENDO…