Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Mucho se ha dicho de la reacción ciudadana, pero creo que no se ha dicho lo suficiente con respecto a la actitud del colombiano Iván Velásquez, quien con su tono pausado, su semblante mesurado, sus principios bien marcados y su fulminante determinación, nos ha enseñado que para la justicia no hay ni deben haber intocables.

Los operativos del día martes en los que fue expuesto uno de los tantos modus operandi de uno de los tres, cuatro o cinco Al Capones Chapines que tenemos, fue un claro ejemplo de que para Iván Velásquez y Thelma Aldana, los negocios de los grandes capos de cuello blanco están en el radar.

Hasta el momento, los perseguidos eran funcionarios líderes de estructuras de roba vueltos (nada muy sofisticado), pero en este caso estamos hablando de alguien que ha venido siendo el poder tras el trono durante los últimos ocho o nueve años.

Lo anterior nos da esperanza y nos hace pensar que quizá, en un futuro no muy lejano, los otros Al Capones a la Tortrix pueden llegar a enfrentar las consecuencias de sus actos.

Remontarnos a las épocas de las grandes privatizaciones del país puede ser muy difícil, pero aquellos que armaron el pastel y se lo comieron a la vez, siguen teniendo sus pecadillos y continúan operando al margen de la ley, aunque de una manera muy sofisticada y pagando millones a mentes perversas que los asesoran para reírse de la ley sin ser burdos.

Debemos resaltar la entereza y la entrega de Velásquez, Aldana, los jueces, los policías, funcionarios y demás gente de bien que da la milla extra porque Guatemala cambie.

El Presidente electo dijo que renovará a la CICIG hasta el 2021 y ese es un paso importante, pero lo deberá complementar liderando el esfuerzo para que cambiemos las reglas del sistema, porque mientras sigamos con estos parámetros saldremos de unos largos para caer en otros igual o peores.

¿Se ha preguntado qué sería de Guatemala si Velásquez nunca hubiera presentado el caso de La Línea o si hubiera dicho, La Línea acaba con Monzón y Eco? Yo tengo un amigo que ya ha recorrido buen tramo y quien, además, ha sido crítico del pasado de la CICIG, y me dijo: «El día que metan presa a la Baldetti, venís por mí porque iremos a felicitar a Velásquez»; claro, él como todos, pensó que ese día nunca iba a llegar.

Guatemala es un país con una gente «calidá» como se dice, pero con demasiada gente pícara, ladrona y sinvergüenza. El nuestro es un país de gente esforzada y trabajadora, pero como los ladrones se roban el pisto y las oportunidades, a muchos no les queda otra que irse a Estados Unidos a buscar un futuro.

La Guatemala de hoy no es la misma, pero aún no ha cambiado. Vamos en buen camino y nos falta mucho, pero si no hubiera sido porque nos apareció un fiscal colombiano en el camino, jamás hubiéramos estado hoy con algunas posibilidades de cambiar para siempre.

De todo hay en la viña del Sseñor y mafiosos siempre van a haber, como en todos lados, pero es importante que podamos hacer ajustes para que hayan menos y para que dejen de jugar, literalmente con las vidas y el futuro de nuestra gente, en especial de la más necesitada. Los largos deben vivir con la ansiedad de pensar, ¿cuándo será el día que me vengan a buscar para llevarme al bote?

Velásquez y los miembros de la Comisión han hecho y siguen, junto a cientos de fiscales, jueces, policías y otros honrados, haciendo su parte, pero ahora nos toca a nosotros, los ciudadanos dar también esa milla extra para que este sistema cambie y se modifiquen sus reglas.

Pero nada de esto hubiera sido siquiera imaginable sin la entrega, el valor y los huevos de Velásquez.

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