La democracia es, realmente, una práctica social cuyo objetivo es el gobierno de los pueblos, de las comunidades o de los países, por los pueblos mismos. La democracia es una forma de distribución horizontal del poder a diferencia de otros sistemas verticales, tales como la monarquía, que esencialmente es autoritaria. Estamos en una época donde todos se llaman a sí mismos democráticos. Estados Unidos lo hace con fuerza mientras la mitad de sus votantes parecen apoyar a un personaje totalmente antidemocrático, Donald Trump. El mismo Hugo Chávez y Nicolás Maduro gritan que son democráticos. Aquí a la par Ortega y Bukele vociferan su vocación democrática. ¿Cómo es posible? Esto es posible porque muchos países solamente tienen la fachada, el color, a veces la estructura de la democracia. Esos países que se llaman a sí mismos democráticos, como los supramencionados, no son realmente democráticos. El problema es que nosotros en Guatemala también hemos optado por un Estado que en las leyes de papel es democrático, pero nosotros no.
Durante las últimas décadas hemos vivido una transformación social que se inicia en 1960 con cambios tecnológicos fundamentales como la píldora para el control de la natalidad que le dio a las mujeres un poder sobre su cuerpo y sobre la decisión de tener o no hijos o de determinar el número de hijos que querían o podían tener. Esto asociado con las protestas de guerras sin sentido, como la Guerra de Vietnam y la emergencia de movimientos liberadores como el de los Hippies dieron un nuevo concepto de familia y de libertad. Las familias y los sistemas educativos empezaron a dejar de ser verticales e iniciaron un proceso de distribución del poder. Las escuelas son el reflejo de esto, las que en todo el mundo se movieron de modelos educativos autoritarios hacia modelos participativos.
Las escuelas de nuestros padres eran realmente autoritarias. El concepto de aprendizaje era guiado por la metáfora del espejo y la función del estudiante era reflejar lo dicho por el docente. Si el docente creía que el o la estudiante no aprendía, entonces reprendía, físicamente castigaban. Pero a partir de las transformaciones sociales de los años 60 que se vieron reflejadas en el movimiento de los estudiantes universitarios franceses que rechazaban los sistemas autoritarios y que protestaron por las relaciones autoritarias exigiendo relaciones humanas más libres. El movimiento francés fue en mayo de 1968 y unos meses después en México se genera la protesta estudiantil más importante de ese país, que también luchaba por la libertad, por relaciones menos autoritarias. La respuesta fue una masacre de estudiantes universitarios.
Las escuelas nuestras también fueron autoritarias, pero cada vez menos se echaba mano del castigo físico. El concepto de aprendizaje había cambiado levemente y aprender ya no solamente era memorizar y repetir, sino más bien comprender. La metáfora de aprendizaje era el computador, toda vez que el computador se miraba como un sistema interconectado que simulaba al cerebro. En la ausencia de castigos físicos, emergen los castigos psicológicos. La pedagogía del momento seguía siendo autoritaria. Los docentes seguían siendo autoritarios. El currículo seguía siendo autoritario. La sociedad seguía siendo autoritaria. Mientras en Francia, México y Estados Unidos se luchaba por más libertad, nosotros en Guatemala vivíamos, entre 1960 y 1980, la guerra civil más cruenta, que dejó 200,000 muertos. Nuestra sociedad, que venía de una revolución fallida seguía enmarcada en el autoritarismo militar de la guerra.
Las escuelas de nuestros hijos y nietos son menos autoritarias. Ya para 1990 emerge el constructivismo no solamente como corriente filosófica sino como una práctica pedagógica que transforma radicalmente las relaciones de poder en el aula. Ya hay ausencia de castigos físicos y se comprende algo de cómo aprenden las personas ciencia, lenguaje, matemática, química, física, así como ciencias sociales. El constructivismo ya tenía una base filosófica y un aliado pedagógico. El mundo en general era también más democrático. En América Latina estas nuevas corrientes educativas encuentran un lugar y en Guatemala también. Pero en Guatemala la transformación educativa no se da. El discurso dominante en las escuelas fue constructivista, pero la realidad era autoritaria.
Cambiamos la Constitución, firmamos los Acuerdos de Paz y terminamos el Siglo XX con un andamiaje democrático, pero con personas, con guatemaltecos que nos han gobernado durante todo este siglo, autoritarios y hasta antidemocráticos como los últimos dos monigotes: Morales y Giammattei. Ahora llega al poder un personaje genuinamente democrático, tenemos un andamiaje democrático, leyes democráticas, pero personas, guatemaltecas que no saben vivir en democracia. Tal como el constructivismo, esta corriente filosófica que ofrece un mejor entendimiento de la realidad y de la forma en que aprendemos los seres humanos, donde la metáfora de aprendizaje ya no es ni el espejo, ni el computador, sino más bien la participación social, los maestros no están preparados para transitar este aprendizaje social así también los guatemaltecos no parecemos estar preparados para transitar del autoritarismo a la democracia.
Debemos hacer un enorme esfuerzo por construir nuestra propia libertad. Esta no nos será dada, debe ser ganada, como todo lo que tiene valor en la vida. La democracia emergente nuestra debe ser fortalecida con nuestra participación, construyendo relaciones más justas, entendiendo que la Constitución no es solamente letra muerta, sino que dicta una forma de actuar, una forma que nos obliga al respeto de las leyes, esto es, un Estado de Derecho y no solamente un sistema de justicia lleno de manipulación, de miedo, de terror. La transición de una sociedad autoritaria a una democrática requiere trabajo y ese solamente lo podemos hacer nosotros los y las guatemaltecas. Esta es la tarea en la que estamos.