Roberto Blum

robertoblum@ufm.edu

post author

El pasado 18 de febrero se reunió en la plaza de la Constitución, el llamado Zócalo, de la ciudad de México una multitud calculada en cerca de cien mil personas que protestaban contra el gobierno del presidente López Obrador (AMLO), al mismo tiempo que se manifestaban a favor de la democracia. Los participantes habían marchado desde diversos puntos de la capital vistiendo prendas de color de rosa, por lo que de inmediato la prensa calificó a tales “marchas de la marea Rosa”.

México comenzó ayer a vivir el período oficial de las campañas políticas en las que se disputarán cerca de 20,000 posiciones de gobierno. No solo habrá elecciones federales para elegir al presidente, 500 diputados y 128 senadores, sino también otros funcionarios estatales como gobernadores y diputados a las legislaturas locales, incluso se elegirán los diversos funcionarios de las 3,500 jurisdicciones municipales en las que está dividido el territorio político y administrativo mexicano.

Las exigencias de la ciudadanía que marchó en distintas ciudades para defender la “democracia”, según la distinguida politóloga Denise Dresser, son al menos diez las que la población dejó en claro durante las diferentes marchas en la Ciudad de México y otras ciudades:  1. Que el presidente no intervenga en las elecciones. 2. Que los gobernadores no desvíen recursos para campañas oficiales. 3. Que los medios públicos y privados señalen que los programas sociales son constitucionales y no partidistas. 4. Que el Instituto Nacional Electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y autoridades locales hagan su trabajo con independencia. 5. Que se blinden elecciones para evitar la llegada del dinero del crimen organizado. 6. Que los medios cubran por parejo a todos los candidatos. 7. Que los medios públicos no sean aparatos de propaganda del gobierno. 8. Que se detenga la descalificación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y otros organismos autónomos. 9. Que se ponga un alto a la propaganda donde se asegura que la elección ya está decidida, y que se dé el compromiso de los ciudadanos con el voto libre e informado y 10. Que se difunda la importancia de los votos por diputados y senadores, así como de las autoridades locales para asegurar que el voto libre de los mexicanos se manifieste en todos los distintos niveles del gobierno.

Es evidente que la democracia en México se ha enraizado profundamente y los ciudadanos pueden manifestarse pacíficamente y cuestionar duramente e incluso insultar a las más altas autoridades sin ser reprimidos. Sin embargo, es interesante observar el fenómeno de las revoluciones de colores que se han presentado en los más diversos países en los últimos treinta años y preguntarse si tal fenómeno está por repetirse en México.

Las revoluciones de colores han sido una serie de movimientos populares y protestas pacíficas que surgieron principalmente en países de Europa del Este y Asia Central a partir de los años finales de la década de los 90 hasta la década de los 10 en este siglo. Estos movimientos han buscado cambios democráticos y reformas políticas e involucraban el uso de símbolos de color en sus manifestaciones; de ahí el término «revoluciones de colores».

Una de las primeras y más conocidas revoluciones de colores fue la Revolución de los Claveles en Portugal, en 1974, aunque el término en sí se popularizó después de la Revolución en Serbia, en el año 2000. Otras revoluciones de colores notables incluyen la Revolución Rosa en Georgia, una república exsoviética en 2003, la Revolución Naranja en Ucrania en 2004, la Revolución de los Tulipanes en Kirguistán en el 2005, y la Revolución Verde en Irán en 2009, entre otras.

Estas revoluciones han tenido diversos grados de éxito en la consecución de sus objetivos. Algunas resultaron en cambios de régimen y democratización, mientras otras enfrentaron la represión de los gobiernos existentes. En general, las revoluciones de colores han dejado un legado de activismo ciudadano y una mayor conciencia sobre la importancia de la participación política y la democracia en todo el mundo.

Sin embargo, en varias de estas revoluciones se ha visto la operación de “la mano” oculta de alguna de las grandes potencias interesadas en debilitar política y militarmente a sus contrincantes geoestratégicos, como sucedió en la Revolución Naranja del 2004, en Ucrania, con lo que se iniciaron graves acontecimientos que llevaron a la pérdida de la península de Crimea, en el 2014, y el comienzo de la guerra actual en la que Ucrania está siendo destrozada.

Quizás, dada la situación actual de la ya robusta y consolidada democracia mexicana, deba preguntarse cuáles son los propósitos ocultos y a quien sirve realmente la incipiente “Revolución Rosa” en defensa de la democracia de México.

Artículo anterior“Educación para la democracia”, asignatura pendiente
Artículo siguienteHomenaje de AMPEG al legado artístico de la familia Ríos