Siete años atrás
En 2017, basándose en un estudio publicado por la revista científica Lancet (del que hablaremos más adelante) varios titulares de los medios de comunicación mundiales atraían la atención: CBC News: «La contaminación causa más muertes en todo el mundo que la guerra o el tabaquismo«; CNN: «La contaminación está relacionada con 9 millones de muertes en todo el mundo«; BBC: «La contaminación está ligada a una de cada seis muertes«; Associated Press: «La contaminación mata a más personas cada año que las guerras, los desastres y el hambre, según un estudio«; The Independent: «La contaminación está matando a millones de personas al año y el mundo está llegando a un ‘punto de crisis.«
Pero ¿qué entendemos por principio por contaminación?
La Comisión de The Lancet sobre Contaminación y Salud, formó hace diez años, un equipo internacional de alrededor de 50 científicos salubristas, que pasaron buscando clasificando y resumiendo por casi dos años, datos sobre los efectos en la salud humana y los costos económicos de las sustancias tóxicas en el aire, el suelo y el agua. También usaron una definición de contaminación «material no deseado, a menudo peligroso, que se introduce en el medio ambiente de la Tierra, como resultado de la actividad humana, que amenaza la salud humana y que daña los ecosistemas«1
¿Qué indicaba para aquel entonces ese estudio con tanta gente?
Primero, aseveraba que 9 millones de muertes en 2015 se podían atribuir a la contaminación del aire, el agua y el suelo y hacían una comparación con otras causas de muerte: 4 millones por obesidad, 2.3 millones por alcohol y 1.4 millones en las carreteras. Y comparando las muertes por contaminación con las infecciones pandémicas, encontraban que son responsables de tres veces más muertes por SIDA, tuberculosis y malaria combinadas. Y comparada con la violencia: 15 veces más muertes que las causadas por las guerras y todas las formas de violencia.
¿Cuáles fueron las reflexiones de los investigadores?
Los autores de tal documento, quedaron consternados ante la indiferencia que el mundo en general, dígase políticos, profesionales de la salud, periodismo, público en general, muestran ante esa dantesca realidad y afirmaban: «Aunque más del 70% de las enfermedades causadas por la contaminación son enfermedades no transmisibles, las intervenciones contra la contaminación apenas se mencionan en el Plan de Acción Mundial para la Prevención y el Control de las Enfermedades No Transmisibles [de la Organización Mundial de la Salud]«. E identifican las causas de esa negligencia entre las que mencionan: “… Un impedimento persistente, ha sido la errónea sabiduría convencional de que la contaminación y las enfermedades, son las consecuencias inevitables del desarrollo económico” cosa que asociaban con la llamada «hipótesis de Kuznets ambiental». Y cuestionaban tal hipótesis calificándola como “…una noción defectuosa y obsoleta formulada hace décadas, cuando las poblaciones y los centros urbanos eran mucho más pequeños de lo que son hoy” y por otro lado insistían que “la naturaleza, las fuentes y los efectos de la contaminación en la salud eran muy diferentes, y aún no se disponía de combustibles más limpios ni de tecnologías de producción modernas”2.
Cinco años más tarde (2022), esa comisión añadía las siguientes reflexiones: “En las últimas dos décadas, las muertes causadas por las formas modernas de contaminación (por ejemplo, la contaminación del aire ambiente y la contaminación química tóxica) han aumentado en un 66%, impulsadas por la industrialización, la urbanización descontrolada, el crecimiento de la población, la quema de combustibles fósiles y la ausencia de una política química nacional o internacional adecuada”. Y aseveraban que “Más del 90% de las muertes relacionadas con la contaminación se producen en países de ingresos bajos y medios” y que “Las áreas clave en las que se necesita atención incluyen la contaminación del aire, el envenenamiento por plomo y la contaminación química. La contaminación del aire causa más de 6,5 millones de muertes cada año en todo el mundo, y este número va en aumento. El plomo y otras sustancias químicas son responsables de 1,8 millones de muertes cada año en todo el mundo, lo que probablemente sea una cifra subestimada”3.
En tal sentido reclamaban que: “La mayoría de los países han hecho poco para hacer frente a este enorme problema de salud pública. Aunque los países de ingresos altos han controlado sus peores formas de contaminación y han vinculado el control de la contaminación a la mitigación del cambio climático, solo unos pocos países de ingresos bajos y medianos han sido capaces de hacer de la contaminación una prioridad, dedicar recursos al control de la contaminación o hacer progresos. Del mismo modo, el control de la contaminación recibe poca atención en la asistencia oficial para el desarrollo o en la filantropía mundial”.
No obstante, la comisión es clara al señalar que entre 2017 y 2022 “La disminución de las muertes por contaminación tradicional (es decir, la contaminación del aire en los hogares por combustibles sólidos y agua insalubre, saneamiento y lavado de manos) es más evidente en África, donde las mejoras en el suministro de agua, el saneamiento, los antibióticos, los tratamientos y los combustibles más limpios han logrado avances mensurables en las estadísticas de mortalidad”. Y advierten que: “Las muertes causadas por las formas modernas de contaminación (es decir, la contaminación atmosférica por partículas ambientales, la contaminación por ozono ambiental, la exposición al plomo, los carcinógenos ocupacionales, las partículas ocupacionales, los gases, los humos y la contaminación química ambiental) han aumentado sustancialmente en los últimos 20 años a escala mundial y señalan que la contaminación es particularmente evidente en Asia y definen como causales del aumento global de muertes a los siguientes factores: contaminación del aire ambiental, aumento de la contaminación química, el envejecimiento de la población y aumento del número de personas expuestas a la contaminación.
¿De qué nos hablan como solución?
Primero señalan que son muchas y complejas y abarcan a toda la humanidad y la tierra. Segundo: muchas de ellas son de largo plazo y requieren de cambios sociales y económicas como, por ejemplo: alejarnos del «paradigma económico lineal de tomar-hacer-usar-desechar, intensivo en recursos e inherentemente derrochador» y afirman a la vez que: «La contaminación se reduce a través de la creación de productos duraderos y la reducción de residuos mediante el reciclaje, la reutilización y la reparación a gran escala, la eliminación de los subsidios distorsionantes, la sustitución de materiales peligrosos por alternativas más seguras y la aplicación estricta de los impuestos a la contaminación. … [Una economía que] conserve y aumente los recursos, en lugar de tomarlos y agotarlos«.
Más adelante en el documento del 2022 nos señalaban que “La tríada de la contaminación, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, son los principales problemas ambientales globales de nuestro tiempo. Estos problemas están estrechamente vinculados y las soluciones a cada uno beneficiarán a los demás.
Que nos enseñan las aseveraciones y resultados encontrados por esos expertos
Que poco apreciamos (quizá como todo ahora tiene un valor monetario) el valor del aire, el agua y los suelos y alimentos limpios y libres de contaminantes. En el caso del agua y la tierra es algo peor; por ejemplo, el agua subterránea, al estar contaminada por cenizas cargadas de productos químicos de casas y pueblos; Hogares cargados de plásticos, productos químicos domésticos, carcasas electrónicas disolventes industriales, etc., que siguen actuando en esos lugares; actividades sociales como el desplazamiento diario con respirada de contaminantes de automotores , respirar el humo persistente de los incendios forestales y los humos igualmente peligrosos de las industrias hogareñas e industriales. Y qué decir de los efectos secundarios de la barbarie persistente de la forma en que grandes cultivos se explotan al máximo con químicos insecticidas y pesticidas y la producción de desequilibrios sin respeto mutuo también por el follaje de la tierra que sustenta la vida del planeta: plantas, árboles, insectos y otros animales.
Referencias
1. The Lancet Commission on pollution and health – The Lancet
2. https://www.thelancet.com/journals/lanplh/article/PIIS2542-5196(22)00090-0/fulltext
3. https://www.thelancet.com/pdfs/journals/lanplh/PIIS2542-5196(22)00090-0.pdf