Jóvenes por la Transparencia

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Luis Javier Medina 
Politólogo en formación 
Correo: medinachapas33@gmail.com
Instagram: Javier_chapas


Una situación evidente y con la que seguramente nos sentiremos identificados, es el hecho de que el ser humano es desconfiado. ¿Quién alguna vez no ha preferido mantener en secreto algo debido a que desconfía de los demás? Y esto no solo pasa en el ámbito de la privacidad, sino en cuestiones tan efímeras como colocarles clave a los teléfonos celulares u ocultar estados de WhatsApp a ciertos contactos. Al fin y al cabo, nadie al salir de su casa deja su puerta abierta o le presta las llaves a un desconocido.

Lamentablemente, en lo que respecta a la política, esa desconfianza hacia terceros parece, en algunas circunstancias, no existir. Estamos tan acostumbrados a mirar en los gobernantes la salvación a nuestros males cuando, realmente, lo que único que estamos haciendo es alimentar aún más la tendencia de los políticos a presentar conductas personalistas, caudillistas y mesiánicas. Además, tal conducta es aún más ilógica si se toma en cuenta que el funcionario público posee una cuota de poder, que puede ser usada en nuestra contra o, en el mejor de los casos, sin apego a lo que en campaña prometieron.

En Guatemala estamos sufriendo una reconfiguración de las relaciones de poder. Décadas de gobiernos corruptos, ineficientes y divorciados de las demandas de la población, generaron que hoy tengamos un presidente con ideas y dinámicas distintas. Sin embargo, creo que se está pecando de idealizar la coyuntura nacional y, sobre todo, de romantizar lo que Semilla y sus dirigentes representan.

Con esto no quiero decir que las personas que están en el Ejecutivo o los diputados son incompetentes o corruptos, al contrario, conozco a muchas personas que trabajarán en la administración pública y doy fe de sus capacidades, conocimientos y buena voluntad.  ¿A quiénes se enfoca mi crítica? Mi crítica se enfoca hacia los simpatizantes, personas que votaron por el partido y ciudadanía en general que, en su afán de aferrarse a una nueva primavera, se están olvidando de un principio fundamental en un Estado democrático liberal: desconfiar del poder político.

En tal sentido, mi exhortación es la siguiente: a las personas que votaron por Semilla, o se consideran simpatizantes del partido, exijan lo que les prometió en campaña. No hay mejor fiscalización que la que hace el propio votante, porque solo él conoce las aspiraciones que alguna vez le vendieron en período electoral. Además, este es un muy buen test para determinar, dentro de cuatro años, si efectivamente el presidente Bernardo Arévalo actuó conforme a su plan de gobierno.

Ahora bien, para los que no apoyaron a Semilla y no se adscriben al marco ideológico del partido, les motivo a que formen una verdadera oposición con congruencia, principios éticos y mirada reformista. Una democracia no funciona únicamente con un partido político, por lo tanto, es menester que surja una derecha que reivindique los valores de dicha posición y, por medio de la competencia de ideas y el debate serio, fiscalice y sobre todo señale lo que el oficialismo haga mal (porque son seres humanos, no son infalibles).

En síntesis, no veamos la política de una forma romántica. Busquemos siempre la sensatez en nuestras opiniones y, por encima de todas las cosas, ejerzamos un pensamiento crítico ante los que ostentan el poder. Así también, seamos prudentes y mantengamos nuestras expectativas siempre con un cable a tierra, para evitar toparnos con realidades desafortunadas.

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