Por: Alessandro Sapón.
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Soy estudiante de Derecho en la Universidad Francisco Marroquín, co-conductor del podcast “Pocas Pajas” y columnista en diversos periódicos. Mi compromiso se basa en la firme creencia que el debate y la libre expresión de ideas son fundamentales para el desarrollo de nuestro país.
Lo que alguna vez pareció lejano, ahora es una realidad. Desde el inicio de las persecuciones y la criminalización de políticos por no ser del agrado del sistema, hasta las artimañas del Ministerio Público, jueces y otras instituciones gubernamentales, se gestaron maniobras para evitar lo que hoy Guatemala celebra: la toma de posesión del presidente Bernardo Arévalo.
Este domingo 14 de enero quedará grabado en la historia del país. Se inició con un Congreso de la República políticamente agitado, estableciendo un récord de retraso para la elección de la junta directiva y la toma de posesión del presidente Arévalo, casi a medianoche.
En los últimos meses, hemos presenciado un deterioro institucional, resultado de años en los que se ha permitido que servidores públicos y elites políticas manipulen el sistema a su conveniencia. Durante este período, nos convertimos en motivo de vergüenza a nivel internacional, con el mundo observando cómo los corruptos se aferraban desesperadamente al poder.
Los corruptos perdieron en esta lucha; los malos cayeron, los buenos prevalecieron y la democracia triunfó. Sin embargo, la batalla no concluye aquí; estos actores políticos seguirán intentando debilitar al gobierno de Arévalo.
Es crucial subrayar que mi postura no favorece al movimiento Semilla, sino que defiende el Estado de Derecho. Durante este tiempo, respaldé los resultados electorales y el voto del pueblo. Aunque se ha tomado posesión y se ha logrado un hito, la etapa que sigue será más complicada: el gobierno de Arévalo.
Independientemente de nuestra ideología política, es esencial ser conscientes de que Guatemala ha ganado. Sin embargo, es importante aclarar que los corruptos persisten y siguen influyendo en el gobierno. Debemos ser conscientes de que el cambio en Guatemala no ocurrirá de la noche a la mañana. Aspectos como la educación, la salud, las oportunidades y el empleo no cambiarán en cuatro años. No obstante, Semilla tiene la oportunidad de sentar las bases para el desarrollo del país.
No debemos asumir automáticamente que habrá un cambio ni depositar una confianza ciega en ningún político. Existe la posibilidad que sigamos enfrentando los mismos desafíos, especialmente, con una ideología como la de Arévalo. Ojalá su gobierno evite recurrir a represalias políticas contra aquellos que le han dificultado la vida en los últimos meses. En cambio, debemos confiar en que la justicia cumpla su rol y que quienes hayan cometido actos indebidos enfrenten las consecuencias adecuadas. La historia nos ha demostrado que las herramientas del poder cambian de manos cada cuatro años, y su utilización con fines de venganza perpetúa un ciclo vicioso que debilita nuestro sistema político. Romper con esta dinámica es crucial para mejorar la calidad y la integridad de nuestra política
Como ciudadanos, no debemos ceder a la complacencia frente a Arévalo, y los seguidores de Semilla no deben idolatrar cada movimiento del partido. La idolatría hacia los políticos ha tenido consecuencias negativas en varias ocasiones. Más bien, debemos estar alerta y fiscalizar cada decisión del gobierno.
Ahora que Semilla tiene el Poder ejecutivo y el Legislativo, no hay excusas para alegar falta de gobernabilidad. Aunque el exceso de poder puede resultar intimidante. Debemos ser vigilantes en todo momento y no permitirnos ser llevados por narrativas ilusorias. Hago un llamado a mantener la objetividad en todo momento.
En resumen, Guatemala y su gente han ganado, la democracia ha triunfado y los corruptos han perdido. Es un logro colectivo que nos debe recordar la importancia de mantenernos vigilantes y comprometidos con el bienestar de nuestro país.