Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Estamos a cuatro días de la toma de posesión del binomio Arévalo/Karin.

La irrupción de Arévalo estremeció al establecimiento, hegemonizado por las redes político criminales que han intentado a toda cosa evitar que Bernardo Arévalo llegue a la presidencia. En este intento, llamado con propiedad “golpe de estado en cámara lenta”, dichas redes sufrieron un proceso acelerado y exponencial de deslegitimación que los arrinconó cada vez más en el aislamiento. La movilización social liderada por las autoridades ancestrales de los pueblos indígenas y las presiones internacionales, particularmente de los Estados Unidos, surtieron efecto en estos actores golpistas.

Bernardo Arévalo se convirtió en un líder nacional, básicamente de la lucha contra la corrupción y la impunidad, pero también del impulso de un proceso gradual de transformación de las condiciones estructurales que son responsables de la desigualdad, la exclusión y la pobreza generalizada. La legitimidad de su triunfo electoral es altamente significativa, incluso en comparación con otras experiencias internacionales. Bernardo Arévalo superó a su oponente por más del 20% de los votos emitidos en el balotaje.

Arévalo y Karin tomarán posesión “el 14 a las 14” y comenzarán a gobernar. Su primer paso relevante en esa dirección ya lo dieron al haber presentado su gabinete el pasado lunes, el cual refleja profesionalismo, igualdad de género y cierto equilibrio ideológico, sin posiciones extremas de izquierda.

Ha causado este gabinete cierta inconformidad, reconocida por el propio Arévalo, con relación a la significativa insuficiencia de indígenas en su composición.

En ese contexto, en estos días previos a la toma de posesión, se impone una reflexión ciudadana sobre lo difícil que será para Arévalo y su equipo gobernar el país. Logró construir un amplio apoyo social, a veces con actores entusiasmados, otras veces con actores que simplemente comprendieron que no debían seguir gobernando las redes político criminales. Los actores internacionales también son relevantes, pero de manera muy especial el apoyo de los Estados Unidos al nuevo gobierno, por lo menos mientras duren los demócratas en la Casa Blanca.

Los intereses que confluyen en el apoyo social con que llega Arévalo son muy amplios, lo cual sería “una envidia” para otros políticos que, en diferentes partes del mundo, alcanzan la presidencia de sus países. Su legitimidad inicial es sorprendente.

Sin embargo, hay que analizar que en este respaldo tan amplio y plural están presentes actores que entre ellos pueden ser muy contradictorios. Por eso el reto de Bernardo Arévalo es comprender con sabiduría cuál es su margen de maniobra para intentar construir cierto consenso político básico a nivel nacional, al mismo tiempo que abre camino a procesos más profundos de transformación social. Y eso no se lograría cediendo a los conservadores que ahora lo respaldan por la simple razón de que entendieron que las redes político criminales son nocivas también para ellos. Pero tampoco se lograría intentando gobernar únicamente desde la participación e intereses de los actores populares que lo respaldan con entusiasmo.

Y ese amplio respaldo que podríamos denominar “convergencia contradictoria” significa un “capital político” significativo, pero también un fuerte riesgo por las sobre expectativas que algunos podrían tener o los miedos ideológicos que otros sufren al pensar en un gobierno progresista.

Superar esa contradicción es el reto de Bernardo Arévalo.

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