Por: Juan de Dios Soberanis Jiménez
Técnico Auditor Forense en investigaciones criminales, estudiante de 5to año de Ciencias Jurídicas y Sociales y Asistente legal.
Últimamente, la incertidumbre y la política parecen ser palabras que van de la mano en la situación que enfrenta nuestro país. A pesar de parecer contradictorio, ya que en los debates se habla sobre lo correcto e incorrecto en el abordaje del cambio de gobierno, la división y el punto de partida de la legalidad y el poder de decisión sobre el encargado de decidir la legitimidad de la votación. Sin embargo, entre tanta incertidumbre en medio de la política, el pueblo de Guatemala tiene dos cosas claras: estamos cansados de la corrupción y queremos justicia para el pueblo.
La corrupción no es un arma mortal que se manifiesta notoriamente para alcanzar lo que busca. Realmente, la corrupción es un veneno que se encuentra al alcance de todos, desde pequeños actos cotidianos como acumular favores y cambiarlos por alguna ayuda en el trabajo, copiar en algún examen aprovechándose de alguna oportunidad, hasta tener entre las primeras opciones el soborno ante una multa de un agente de tránsito.
Todas las formas de consumir el veneno de la corrupción tienen un fin y buscan alcanzarlo de la manera “fácil”, saltándose las reglas que establecemos. El problema es que al aceptar este camino “fácil” e ir tomando pequeñas dosis, poco a poco este se propaga por nuestro sistema hasta convertirnos en monstruos. Esos monstruos que tanto nos ofende llamar iguales y que, con la vergüenza de ser llamados así, buscamos esconderlo. Pero como siempre me ha dicho mi madre cada vez que he buscado el camino fácil, “el flojo trabaja dos veces” ¿No es así?
Últimamente, he tenido una conversación recurrente al hablar con amigos y compañeros sobre la situación en Guatemala y lo que necesita el país para cambiar. Cuando sale a debate este tema la mayoría se inclina a la misma conclusión: para cambiar al país o te manchas las manos o terminas como mártir. Es algo deprimente ver la percepción popular que se inclina por esta opinión. Porque demuestra una desconfianza en la práctica política y el funcionamiento de la justicia con ciertas personas más privilegiadas que las demás.
La juventud y la población en general han manifestado su descontento en cuanto a la función de la justicia mediante manifestaciones y pronunciamientos en contra de procesos que parecen ser selectivos; a pesar de que esta nunca debe discriminar. La desesperación y el cansancio generado en los últimos años, en los que se siente un aire de corrupción en cada gobierno que pasa, hacen que se sienta una necesidad constante por obtener un sistema transparente y amigable, en el que la justicia actúe eficazmente desde el primer indicio de lo que aparenta ser incorrecto.
Vale entonces preguntarnos ¿Cómo hacemos para mejorar este sistema? Es claro que se necesita adobar la discusión para encontrar la respuesta. Desde un aporte personal y teniendo en cuenta lo complicado que parece ser ver transparencia en el proceso judicial, creo que se debe involucrar al ciudadano en el proceso de justicia y los asuntos públicos, donde a pesar de que se tenga en reserva información confidencial, se permita una mayor transparencia en el proceso y darle a la ciudadanía un protagonismo sobre las decisiones que se toman en su país. Citando al Magistrado estadounidense Harry Dorfman “Si quieren que la comunidad crea en la justicia, déjenla participar como jurado.”