Douglas Gonzalez

douglasivangonzalez@gmail.com

Politólogo, egresado de la USAC y la UCJC. Librepensador. Experiencia en políticas públicas, procesos de diálogo y comunicación política. Una mejor Guatemala es posible y necesaria.

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Durante la segunda mitad del siglo pasado, las ideas de Henry Kissinger dominaron la diplomacia mundial y sirvieron de base para el ascenso de EEUU a la cúspide del nuevo orden. Los dos pilares esenciales para comprender el rol que la América Indispensable juega en el concierto de naciones han sido: la Razón de Estado y el Balance de Poder (HK, «La Diplomacia»). Bajo la Raison d’État, el gobernante está obligado a buscar el bienestar de su pueblo y el engrandecimiento del Estado, y para lograrlo, debe utilizar cualquier medio útil para alcanzar su fin. Esta noción inicial de interés nacional fue acuñada en la Florencia de Maquiavelo y los Medici durante los siglos XV y XVI y más tarde adoptada en Francia por el cardenal Richelieu, ministro del rey entre 1624 y 1642.

En resumen, el interés nacional es una construcción socio-cultural, económica, militar, política y religiosa que cada país establece para sí mismo basado en su historia y en su relación con otros estados.

Estados Unidos siempre ha tenido claro su interés nacional y ha sabido definir los medios necesarios para alcanzar sus fines estratégicos, justificándolos con esa palabra mágica: razón de Estado. Bajo esta sombrilla han confluido intereses independistas, expansionistas, intervencionistas, y al mismo tiempo, pacifistas, democráticos, liberales y culturales.

El problema que enfrentamos países con poco peso internacional y bajo respeto de la comunidad internacional, es que no hemos sido capaces de construir nuestro propio concepto de interés nacional.

¿Qué somos los guatemaltecos? ¿Cuáles son nuestros objetivos colectivos a corto, mediano y largo plazo? ¿Qué sacrificios estamos dispuestos a hacer para alcanzar nuestras metas colectivas? ¿cómo queremos insertarnos en el concierto de naciones? y ¿Qué podemos aportarle al mundo?

La falta de respuestas a estas preguntas indica claramente que no tenemos un interés nacional definido. La antigua idea de que «lo que es bueno para los empresarios, es bueno para Guatemala», parece haber envejecido mal.

Por su parte, Estados Unidos define con claridad en su Estrategia de Seguridad Nacional sus objetivos estratégicos globales, a saber: proteger la seguridad del pueblo estadounidense, generar más oportunidades económicas y defender los valores democráticos que son esenciales para el estilo de vida estadounidense. Y para lograr estos objetivos, se propone:

  • Invertir en las fuentes subyacentes y las herramientas del poder y la influencia estadounidenses.
  • Construir la coalición de naciones más sólida posible para potenciar la capacidad de influencia colectiva y resolver desafíos comunes.
  • Modernizar y fortalecer las fuerzas militares para prepararse para la era de la competencia estratégica.

Desde la perspectiva de Washington, una Guatemala con inestabilidad política se convierte en una amenaza para la seguridad nacional de su país, especialmente en puntos neurálgicos como:

  1. Puertos, aeropuertos y fronteras: La competencia global y las amenazas a la seguridad nacional tienen un gran impacto en los puertos y fronteras. El tráfico de drogas, principalmente fentanilo, el tráfico de personas y un posible apoyo logístico a intereses terroristas son amenazas latentes.
  2. Trata de personas: El flujo de migrantes y las recurrentes crisis humanitarias en las fronteras de Estados Unidos con México no solo representan una amenaza para su seguridad, sino que se convierten en un problema doméstico cuando se trasladan al debate político, especialmente en año electoral.
  3. Relaciones con China: Estados Unidos se enfrenta al desafío de competir eficazmente con la República Popular China, que representa el único competidor con la intención, y cada vez más la capacidad, de redefinir el orden internacional, mientras también intenta contener a una Rusia peligrosa.
  4. Con estos elementos sobre la mesa es fácil concluir que, si nosotros los guatemaltecos no somos capaces de definir nuestro propio interés nacional y actuar bajo nuestras propias razones de Estado, estaremos siempre a merced de la enorme influencia que Estados Unidos ejerce sobre sus vecinos. En última instancia, la falta de metas colectivas nos hace depender de las prioridades de las potencias y nos somete a condiciones que nosotros no somos capaces de imponer en nuestro propio país.

Al enviarles migrantes y generarles preocupaciones de seguridad nacional, la visión que dejamos es que somos nosotros (por omisión) quienes nos metemos con ellos y no al revés.

Es urgente construir un acuerdo que plasme el interés nacional de los guatemaltecos y un liderazgo que esté dispuesto a implementarlos.

 

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