Ejercer un cargo público por elección es tener la oportunidad de representar a la población que así lo quiso. Teóricamente, se dice que cuando se llega al cargo se debe buscar el método para satisfacer los intereses, no exclusivamente de la población que votó a nuestro favor, sino de toda la población en general, es decir ¡de todo un país! Para lograrlo, es necesario sentarse a negociar no con uno, dos o tres sectores, sino con la mayor cantidad de representantes posibles, aún con quienes ejercerán cargos públicos sin que necesariamente sean del mismo partido.
Para negociar es necesario prepararse y la técnica recomienda llevar a cabo una preparación rápida y prioritaria. Sin embargo, cuando hablamos de ejercer la presidencia la República o la presidencia del Congreso de la República, que es el lugar donde se aprobarán leyes que viabilizarán el plan de gobierno que satisfará los intereses de la población, se requiere de una preparación profunda y analítica, aunque indudablemente es prioritario saber cuáles son esos intereses, pues sólo conociéndolos sabremos cómo negociar. No se trata de satisfacer los intereses nuestros o los del partido, se trata de intereses de la población que, constitucionalmente, tiene el poder y lo delega a través del voto.
Según lo aprendido con el método de negociación de la Universidad de Harvard, la comunicación es el arte y la ciencia de escuchar y hablar efectivamente. Con una buena comunicación, evitaremos los malentendidos y por supuesto tendremos conversaciones más fáciles y eficientes. Esto nos da la razón cuando decimos que hay que invertir tiempo en encontrar maneras claras y efectivas de comunicar los intereses al momento de gobernar. Asimismo, para escuchar los intereses de aquellos grupos de nuestra sociedad, lo que redundará en más posibilidades de tener una fluida comunicación.
En política, estamos acostumbrados a frases de campaña, promesas y discursos ya establecidos y eso, de acuerdo con la técnica, causa rigidez y obstaculiza la perspectiva de atención que se le pueda brindar a un posible tema de conversación. Hay discursos que no causan el mismo efecto en un sector o en otro, ya que dependerá cómo piense cada grupo. Es posible que para unos el contenido del discurso puede ser motivante y para otros lo contrario e incluso puede generar una alerta de precaución.
Por ejemplo, el efecto de mencionar que regresará la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), podría generar motivación para cierto grupo, pero puede desmotivar e incluso causar pánico en quienes fueron perseguidos o entre quienes podrían llegar a creer que en cualquier momento lo estarán. Es aquí en donde deben buscarse herramientas para minimizar la confrontación.
NO SE VALE ser funcionario público y no estar preparado para negociar. Esa debilidad sólo denota incapacidad para sostener una efectiva comunicación, una comunicación bidireccional que permita la retroalimentación y el intercambio de ideas y soluciones. Desde tiempos remotos, la comunicación ha sido puente o conexión entre grupos interesados para informarse, generar acciones y tender viaductos/vínculos (podría ser otra palabra) de entendimiento.
NO SE VALE entonces que si la comunicación es bidireccional, los grupos que formamos la sociedad seamos incapaces de escuchar; nos molestemos por posturas diferentes a las nuestras y rompamos los hilos para conversar con quienes piensen diferente. Es necesario reencuadrar los planteamientos hasta que la comunicación sea efectiva y se proyecte en la búsqueda de intereses generales que al final terminarán uniéndonos.
YA ES HORA de frenar y rechazar la confrontación que tiene al país tan mal. Hemos llegado a tal grado que libros de psicología básica la definen como un choque violento entre fuerzas opuestas con el propósito de reducir, a la otra parte, a su mínima expresión al grado de la degradación. La comunicación siempre será el primer paso para evitar la confrontación ya que será, indudablemente, la antesala para la negociación que tanta falta hace aun cuando hayamos “negociado” la paz.