Hubo una época en que la inteligencia del país brillaba en la pública, laica y tricentenaria universidad de San Carlos de Guatemala (USAC). Esa casa de estudios era una fuente de propuestas para enfrentar la problemática nacional, una trinchera de lucha para defender la democracia y la justicia social, y se constituyó en la reserva moral de la nación, frente a las dictaduras militares y la rapacidad oligárquica.
De aquellas pasadas glorias poco queda, razón por la que miles de universitarios y amplios sectores sociales nos hemos empeñado en depurar y rescatar a la USAC, defendiendo la democracia y la autonomía universitaria, denunciando las anomalías que permitieron la llegada a la Rectoría a un usurpador que carece de legalidad y legitimidad.
El doctor Carlos Martínez Durán fue el primer Rector de la Universidad de San Carlos (USAC) electo democráticamente en 1945, para su rectorado inicial; fue reelecto para un segundo periodo, de 1958 a 1962. Médico de profesión, fue también un humanista de altas miras, gracias a lo cual trasladó las escuelas facultativas al sur de la ciudad, luchando contra muchas fuerzas oscurantistas que se oponían a esta magna obra.
Al terminarse el edificio de la Rectoría, el 1° de diciembre de 1961, en la calzada de ingreso, Díaz Durán plantó una placa de bronce con un pensamiento excelso: “No entres a esta Ciudad del Espíritu sin bien probado amor a la verdad y a la libertad”. Lamentablemente, el pacto de corruptos ignoró tal afirmación, y avasalló la Ciudad del Espíritu, imponiendo a un usurpador, y a su caterva de vasallos.
Hoy día, esa Ciudad del Espíritu está bajo asedio y hay que defenderla del pacto de corruptos, apoyando a los presos políticos que han sido criminalizados por el Ministerio Público (MP) por promover el rescate, democratización y transformación profunda de la universidad pública.
Es inadmisible que casi una treintena de universitarios estén siendo criminalizados, y algunos capturados y encarcelados, incluyendo profesores insignes como el doctor Eduardo Velásquez Carrera, o el reconocido abogado Ramón Cadena, sindicándolos por asociación ilícita, depredación de bienes culturales y sedición, por la toma de la USAC.
Para colmo, en este caso absurdo, plagado de ilegalidades, el MP, con fines golpistas, también sindicó al Presidente y a la Vicepresidenta electos, solicitando su antejuicio, violando flagrantemente la ley, pues les investigó antes de que fueran despojados de tal garantía.
En el pasado reciente, un hito importantísimo fue que, gracias a las investigaciones de la CICIG y la anterior Fiscalía Especial Contra la Corrupción y la Impunidad (FECI), los dos últimos rectores fueron procesados y encarcelados, pues eran los capos de la mafia que hizo un botín de la USAC, sobrevalorando obras y utilizando el erario universitario para enriquecerse y corromper. Esa estructura criminal logró cooptar casi todos los órganos de dirección de la carolina, construyendo un muro de impunidad para negociar con las clicas que han cooptado las demás instituciones del Estado. Su obra más deleznable fue facilitar el fraude electoral universitario por la Rectoría.
Esta caterva de delincuentes fue quien facilitó que le dieran fraudulentamente el título de ingeniero a Miguel Martínez, el príncipe consorte. También fueron ellos quienes le otorgaron cátedras a Consuelo Porras, sindicada de plagiar su tesis doctoral, y guardaron silencio cuando Leyla Lemus se postuló a magistrada de la Corte de Constitucionalidad, sin tener finalizado el doctorado con el que adornó su currículo, para poder competir, fraude que destapó Francisco Rodríguez en la revista Plaza Pública, con pruebas documentales.
Por todo lo anterior, es una urgencia nacional depurar y rescatar a la USAC, evitando que la estructura criminal se afiance y tome control de más instancias académicas.
En el pasado reciente, fue un gran avance que las y los estudiantes rescataran la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU), encabezados por Lenina García. Esta Asociación, que escribió páginas gloriosas de lucha ciudadana, estaba cooptada por el pacto de corruptos que se apoderó de la USAC durante el conflicto armado interno, cuando muchos de los más brillantes universitarios, estudiantes y catedráticos, fueron desaparecidos, asesinados o exiliados por la contrainsurgencia. Ahora toca rescatar a la pública, laica y tricentenaria universidad de San Carlos, comenzando con defender a los defensores de la autonomía universitaria.
La lucha no será fácil, pero en este hito histórico tenemos la posibilidad de hacer realidad los asertos del Rector Martínez Duran, en 1960: “La Universidad reconstruye y construye el mundo de las ideas y ha sido y debe ser promotora de historia. Escuela de libertad y de responsabilidad, jamás tendrá la obligación de servir los intereses privados o los intereses del Estado. Sólo está al servicio de los más nobles intereses de la humanidad, al servicio de la verdad y la justicia”.