Jorge Antonio Ortega Gaytán
El encuentro de civilizaciones fue extraordinario en el amplio sentido de la palabra, en algunos escenarios violento, grotesco, en otros vigoroso, enriquecedor y excitante; a pesar de mantener cada uno sus culturas, compartieron en algunos estamentos de forma apasionada como en el vestir, la caligrafía, la cocina, la música y sobre todo en el amor.
Descifrando lo menudo de ese encuentro (choque para algunos), la literatura es la mejor testigo de ese momento histórico que cambió la forma de ver y vivir la vida, esa trasformación simbiótica de la existencia humana mezcla que fue de beneficio para todos.
Profundizando en el tema que nos ocupa este texto, se resalta la producción literaria del teólogo e historiador Ibn Hazm (994-1064), que recoge entre versos y prosa el amor de su tiempo, en esa metamorfosis entre oriente y occidente. Con la seducción de las palabras que permiten la elaboración de las más exquisitas imágenes de ese sentimiento en el que se desborda el uso de la razón y que enloquece al más sensato de los humanos.
Hazm nos expone en forma directa y seductora los efectos del amor desde la óptica musulmana, donde por principio la imagen del ser deseado está oculta a la vista, una dinámica diferente a la concepción occidental; por lo anterior, en un tratado sin parangón en su riqueza y belleza se lanza a la escritura de El collar de la paloma, que es el título de su obra publicada con una exquisita caligrafía en árabe clásico.
Dicho texto es producto de un sinfín de acontecimientos adversos de su existir (el saqueo de Córdoba, su huida, el exilio en Almería y su cautiverio, todo lo anterior en medio de la guerra civil de Andaluz, que liquidó el califato y dio origen a los reinos de Taifas en 1009). Es un documento excepcional que logra hilvanar la prosa con el verso con una fineza increíble y sorprendente, que revela las angosturas del amor, nos devela los pasadizos entre las mentalidades expuestas desde las culturas judía, cristiana occidental y musulmana, una composición asombrosa, de hecho ¡espectacular!
Realmente es el único manuscrito que se conserva de su naturaleza, se trata pues de una verdadera joya, la cumbre de la literatura islámica en el tema amoroso. Se inicia con un sinnúmero de detalles, es, en esencia, una reflexión sobre el amor, sus formas, ventajas y desventajas, pero sobre todo el lado glamuroso, erótico y oscuro que nos atrae a los humanos, sin importar las creencias, la cultura, y el complejo esquema social. Sugiero: … sin importar ni las creencias, ni la cultura, ni el complejo esquema social.
De esta obra hay un sinfín de interpretaciones que varían según la época y óptica que la analizan; pero los primeros filósofos que se aproximaron a dicha ponencia estaban muy lejos de hacer antropología social, y menos si se encontraban atrapados en el pensamiento neoplatónico; pero reivindicaron la tradición de la escuela de Bagdad (del amor Udri) idealista, casto y selectivo, representado en el Libro de la Flor de Ibn Dawüd, donde él modifica el mito de los amantes que se buscan por conformar una unidad originaria. Tomando como base la tradición, el nombre de la paloma es el alma caída, y el collar es la suerte que, según el Corán, Dios anuda a cada persona. Ese destino manifiesto le permite al individuo hurgar su destino.
El amor es en sí un modelo válido para todo tiempo, entonces no mengua, ni crece, está siempre en apogeo y por tal circunstancia primordial es eterno. Veamos unos versos:
“Te amo con un amor inalterable,
mientras tantos amores humanos
no son más que espejismo.
Te consagro un amor puro y sin mácula:
en mis entrañas está visiblemente
grabado y escrito tu cariño”.
La mayoría de los poemas, así como su prosa, se aderezan con múltiples ejemplos de primera mano, posiblemente anécdotas bibliográficas, historias antiguas contadas por amigos o familiares, relatos de gente de fiar y/o leyendas urbanas del tiempo del califato de Córdoba. Pero como se puede apreciar en el fragmento poético anterior, esta devoción es más una filiación espiritual que hace del ser amado un ente sublime, en el que busca con desesperación fundirse con él. Aquí se puede apreciar una diferencia sustancial al no desprenderse de la religión católica. La cosmovisión musulmana no rechaza el cuerpo ni lo convierte en causa de perversidad, tampoco el mal tiene relación con la ignorancia. La caída se asocia con la arrogancia de Lucifer (Iblis) que no se postró ante Adán. Por tal razón, el amor es un aspecto fundamental de libertad. El paraíso se representa como un lugar donde cuerpos incorruptibles se dedican al eterno goce físico, sin excluir lo sexual.
Según lo explica Ibn Hazm: “El collar de la paloma ayuda a hacer más llevadera la existencia física y más placentera nuestra eterna morada el día de la resurrección”. Esto repercute directamente en la concepción del amor, concebido como una fuerza inmutable, ciega e irrefrenable como un imán que atrae a los amantes. Para Avicena, el famoso médico persa, no es más que la enfermedad de la melancolía, que se le conoce como el “mal de amores”. El cual puede ser curado a través de consejos, amonestaciones y, lo más indicado, el cariño de los seres que se aman.
Pero Hazm lo simplifica a través de un popular proverbio árabe: “Quien no sepa echar alguna vez una cana al aire, no será buen santo”. Lo cual no altera el concepto del amor, debido a que en dicha época se consideraba como una enfermedad resistente cuyo mejor remedio era vivirla, debido a que los humanos desean con todas sus ansias padecerla y, si es contagiado, no desea por ningún motivo ser curado, (aun cuando se sufra por un amor no correspondido).
“El amor es una dolencia rebelde,
cuya medicina está en sí misma,
si sabemos tratarla;
pero es una dolencia deliciosa
y un mal apetecible…”.
El escritor musulmán afirma que la causa del amor es legítima, y que se debe a la atracción ejercida entre cualidades similares presentes entre los amantes. Pero su afirmación nunca llega a desembarazarse del amor espiritual, ese que respeta al otro y lo acepta con todos sus defectos y virtudes. Por ello señala que luego del magnetismo físico (forma, simetría, aroma, contraste de piel, mirada, sonrisa y…) se pasa al amor pasional que solo encuentra sosiego al fusionarse con el ser que se ama, poseyéndolo, pero a la vez, entregándose a él sin restricciones.
Rescato de las páginas de El Collar de la paloma, el deseo de posesión del ser amado hasta la eternidad del alma:
“Me gustaría rajar mi corazón con un cuchillo,
meterte dentro de él y luego volver a cerrar mi pecho,
para que estuvieras en él y no habitaras en otro,
hasta el día de la resurrección y del juicio…”.
Desde esta óptica, el amor no puede ser fuente de paz y armonía; no es posible concebir un mundo compartido, la relación erótica se convierte en un combate para eliminar las diferencias y satisfacer los deseos insatisfechos, provocados por esa fuerza insaciable del amor, inclusive luego de la muerte terrenal. Es en este punto del texto que subraya cómo el amante intenta adueñarse de su amado (a), cómo se busca la proximidad, la mirada que trata de captar la atención, el juego de los extremos entre la admiración y los celos, cómo se pasa de la alegría a la tristeza y, sobre todo, el temor a ser rechazado o desterrado de ese corazón que se persigue y copta la razón del que pretende ser amado.
Lo anterior, descrito poéticamente en dicha obra musulmana:
“Melancólico, afligido e insomne,
el amante no deja de querellarse,
ebrio del vino de las imputaciones.
En un instante te hace ver maravillas,
pues tan pronto es enemigo como amigo, se acerca como se aleja.
Sus transportes, sus reproches, su desvío,
su reconciliación parece conjunción y divergencia de astros,
presagios estelares adversos y favorables.
Más de pronto, tuvo compasión de mi amor
tras el largo desabrimiento,
y vine a ser envidiado, tras de haber sido envidioso.
Nos deleitamos entre las blancas flores del jardín,
agradecidas y encantadas por el riego de la escarcha, rocío, nube,
huerto perfumado parecían nuestras lágrimas,
nuestros párpados y su mejilla rosada”.
Ibn Hazm nos lleva a las diversas aproximaciones de acceso al amor en su libro, pero hay que tomar en cuenta siempre las restricciones de la sociedad musulmana para lograr comunicación con el sexo opuesto; por lo anterior, las beneficiadas del amor apasionado con frecuencia eran esclavas (que en esa época no se cubrían al transitar por las calles); para lograr un acercamiento a través de la comunicación con los seres pretendidos se utilizaban las palomas mensajeras o la intercesión de terceros, a quienes se les conoció en la península Ibérica como alcahuetas o trotaconventos, a esto se refiere Hazm: “Enamorarse de oídas”. Una estrategia de por sí sumamente peligrosa que podía ayudar en gran medida a fraguar un idilio amoroso apasionado o una tremenda desilusión, debido a que ninguna imagen es transparente, uno enamorado solo ve lo que desea ver y, a la distancia de la percepción de un tercero, tiende a deformar o manipular los sentimientos de uno o del otro.
“¡Oh, tú que me censuras porque amo
a quien no ha visto mis ojos!
Te excediste al pintarme
como muy propenso al enamoramiento,
por qué, dime:
¿conoce alguien el paraíso,
si no es porque le hablan de él?”.
En cuanto a la dinámica del amor, puede haber desencuentros, accidentes, melancolías, venturosos como desastrosos instantes, pero en ningún momento el amante está dispuesto a desertar de su faena por conquistar esa otra creatura que lo inquieta y desea poseer por siempre, inclusive en la otra vida, siendo lo anterior, una vanidad humana que trasciende en el tiempo inmutable de generación en generación, de un siglo a otro.
“¡Oh, esperanza mía!
Me deleito en el tormento que por ti sufro,
mientras viva,
no me apartaré de ti”.
¿Cuánto se puede escribir del amor? Es una historia sin fin… pero, hay suficientes evidencias de textos de diferentes géneros en que se describen los eventos trascendentales que impulsa ese deseo de amar y ser amado en todas las épocas. Los filósofos errantes como Ibn Hazm, dejan para la posteridad a través de sus cavilaciones escritas una estela de experiencias desde la visión de antaño, y sobre todo dentro de una sociedad musulmana que nos permite visualizar el poder del amor, aún con las restricciones sociales, culturales y religiosas manifiestas en el Collar de la paloma.
Es indiscutible que por amor no existe obstáculo alguno que se interponga o lo detenga en la conquista de un corazón apetecido. Es un deseo que nunca será satisfecho en su totalidad, siempre está la necesidad de ser amado por algún motivo o circunstancia, y que a mayor dificultad que se interponga, mayor será la creatividad endosada hacia el objetivo del deseo. Nuestro destino y existencia en este mundo están íntimamente ligados al placer o sufrimiento por amor, de hecho, en la Biblia se recalca insistentemente que nuestro actuar es por amor en todas las variantes: “el amor todo lo soporta, todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, todo lo perdona… el amor jamás se extingue” (Corintios 13: 4-8) y en Gálatas 25:22 es mucho más específico: el fruto del espíritu es el amor, gozo, paz… contra tales cosas no hay ley; en fin, su presencia es innegable e irrefutable en el existir humano en lo terrenal y espiritual.
El encuentro de oriente con occidente, desde la perspectiva del amor, es fabuloso, la permanencia de los musulmanes en la península Ibérica marca en buena medida otra forma de ver y vivir la vida, empeñada en amar se convierte en una danza de mil velos que le da mayor profundidad a lo erótico e irónico de estar enamorado. Luego vendrá una mezcla de galantería aderezada de colores, versos, aromas y música que generará un domo en el que se satisfagan todos los sentidos de los amantes. El arte de amar de mi maestro Ovidio entrará a un espectro espectacular en el momento que afirma en su obra: “yo me someteré al amor, aunque me destroce el pecho con sus saetas y sacuda sobre mí sus antorchas encendidas”, por lo tanto, ningún terrícola deseará salir por ningún motivo del hechizo que produce ese deseo incontenible, que se agazapa en el corazón de los amantes.
Hoy, qué mejor guía para una vida plena de amor que El Collar de la paloma de Ibn Hazm, es indispensable delectarse con su lectura y poner en práctica lo heredado de esa