En este choque de trenes, las consecuencias serán devastadoras para todos los guatemaltecos y al parecer, ¡nadie está dispuesto a ceder!
Aunque los bloqueos de carreteras sean un mecanismo de protesta eficiente para llamar la atención de aquellos con la responsabilidad de atender las peticiones del pueblo, no pueden ni deben continuar. Las consecuencias son graves para toda la población. La incapacidad de entender que con estas medidas se pone en riesgo tanto la economía, el bienestar y la seguridad de cada individuo como la del país en su totalidad, ¡es irracional!
Independientemente del sector socioeconómico al que se pertenezca, con los bloqueos perdemos todos. Argumentar lo contrario sería una postura subjetiva disonante, apegada más a un propósito o circunstancia que a la objetividad que el tema requiere. Impedir la libre locomoción es un delito constitucional, eso nadie puede negarlo. Los cientos de miles de personas que se han dado a la tarea de cerrar las carreteras pidiendo las renuncias de la fiscal general del Ministerio Público (MP), Consuelo Porras; del jefe de la Fiscalía Especial contra la Impunidad (FECI), Rafael Curruchiche; del juez Fredy Orellana y de la fiscal Cinthia Monterroso también son afectadas por estas medidas. La economía, el bienestar y la seguridad de sus comunidades también sufren las consecuencias de las medidas adoptadas por ellos mismos. ¿Por qué, entonces, recurren a estas si les afectan por igual? ¡Por hartazgo!
La gran mayoría de guatemaltecos ya no está dispuesta a continuar sobreviviendo con las migajas de un Estado cooptado por las mafias. Y me atrevo a decir mayoría, a sabiendas de que habrá quienes argumenten que no es una mayoría la que se dio a las calles para bloquearlas, pero es indiscutible que el país se paralizó con el apoyo de la población de todos los departamentos. La mayoría a la que me refiero, sin duda, no está de acuerdo con los bloqueos y tampoco participó en ellos, pero sí está de acuerdo con que la corrupción que se vive en Guatemala no da para más.
¿Cómo hacemos para encontrar la salida del atolladero en el que hoy se encuentra el país? ¿Cómo vislumbramos soluciones cuando se pierden la objetividad y la empatía? Juzgar los bloqueos sin profundizar en las causas de estos es irresponsable, y abona a la conflictividad de una ya de por sí polarizada sociedad. De igual manera, no empatizar con quienes se oponen a los bloqueos y encasillarles en estereotipos heredados de las luchas y divisiones históricas, nos confronta aún más y nos aleja de los puntos de encuentro que las soluciones requieren. Una manifestación en contra de los bloqueos no debiese de ser la excusa para una consigna anticomunista y contra el Movimiento Semilla. No son comunistas quienes se manifiestan a través de los bloqueos, ¡son guatemaltecos hartos de la corrupción que exigen que se respete la voluntad de la mayoría en las urnas! Por ello piden la renuncia de aquellos que atentan contra la democracia.
De igual manera, la mayoría de quienes se oponen a los bloqueos no son ni corruptos ni cómplices de las mafias que cooptan el Estado y atentan en contra de la democracia, son guatemaltecos trabajadores que ven sus derechos violentados y sus vidas afectadas directamente. Mientras tanto, las mafias que tienen cooptado al Estado y de rodillas a nuestra democracia se nutren de nuestras divisiones y polarización. Estas mafias continúan con el plan para impedir que Bernardo Arévalo y Karin Herrera sean investidos como presidente y vicepresidenta –respectivamente–, violentando la voluntad del pueblo y cometiendo cualquier tipo de ilegalidad e inconstitucionalidad.
En complicidad con algunos actores de la sociedad guatemalteca y bajo la entelerida supervisión y escrutinio de la Organización de Estados Americanos (OEA), el plan sigue en marcha. El presidente no puede destituir a un fiscal general, eso está claro. Por otro lado, lo que el presidente sí puede hacer es solicitar la renuncia de un fiscal general. Sin embargo, el presidente Alejandro Giammattei tampoco quiere –ni le conviene– solicitar la renuncia de la fiscal Porras. Ellos tienen una relación simbiótica que les resulta imposible romper sin daños letales de uno para el otro. Por esto, ¡ella no renunciará y él no se atreverá a solicitarlo!
El presidente y la fiscal general transitan el mismo camino y comparten un solo propósito: mantenerse firmes y avanzar con el plan para impedir la llegada de Bernardo Arévalo al poder. Esto lo saben quienes manifiestan en defensa de la democracia y de la voluntad del pueblo en las urnas. Por ello –a pesar de que ellos y los suyos también son afectados–, no desistirán en su postura y continuarán con los bloqueos pues tienen claro que es la única manera de ejercer presión.
Los guatemaltecos estamos en medio del jalón de cuerda; cuerda que se romperá eventualmente, pero es incierto cuándo y de qué lado. Mientras tanto, la gran mayoría de guatemaltecos decentes y trabajadores pierden su trabajo, sus emprendimientos, sus empresas, sus sueños y la esperanza. En este choque de trenes, las consecuencias serán devastadoras para todos los guatemaltecos y al parecer, ¡nadie está dispuesto a ceder! La solución radica en encontrar un punto de encuentro en el que quepamos todos y aísle a quienes en contra de la democracia han atentado. Las únicas consignas viables son la del “cese de los bloqueos” y el de la renuncia de la Fiscal Consuelo Porras y sus cómplices. Al presidente Giammattei y los suyos – verdaderos culpables de todo lo que hoy se vive en el país – la justicia les alcanzará eventualmente. Mientras tanto, la mayoría del pueblo guatemalteco se encargará de cobrarles la factura como ya lo están haciendo con el Sr. Miguel Martínez.