La crisis derivada de las acciones para entorpecer el legítimo ejercicio de la voluntad ciudadana nos ha colocado en una coyuntura que, al fin de cuentas, termina siendo lo que más le conviene a los grupos que pretenden preservar el sistema actual de absoluta corrupción.
Se están mezclando todos los factores. Demandas legítimas, manifestaciones pacíficas, bloqueos que limitan y que la Corte de Constitucionalidad (CC) demanda sean liberados, tomas a plantas de agua e hidroeléctricas que nos acercan a un conflicto mayor e infiltrados que buscan hacer creer que todos son subversivos y peligrosos. Esa es la razón por la que las renuncias que se exigen, de Porras y compañía, no se van a materializar porque el caos actual cae como anillo al dedo a quienes ahora trasladan a los ciudadanos la responsabilidad de poner en riesgo el orden constitucional.
Guatemala no dejará de ser el país controlado por la corrupción simplemente saliendo de Porras y su gente; el problema es mucho más profundo y demanda acuerdos entre la gente que está harta de la corrupción y por ello rompió todos los pronósticos al momento de emitir su voto, eligiendo a un candidato ajeno a esos vicios. Es difícil, sin embargo, alcanzar acuerdos entre los distintos sectores si ni siquiera se hace el intento de hablar, de sopesar el punto de vista de cada quien y entender qué es lo que realmente necesitamos como país y como sociedad.
Podemos pasar varios días más en la situación actual pero ya vimos que ello no nos lleva a ningún lado, más que a la posibilidad de una confrontación violenta que termine costando muchas vidas y eso es, cabalmente, lo que quieren quienes buscan preservar el modelo político actual y saben que para ello tienen a todas las instituciones para ir tras quienes han defendido la democracia.
Es fundamental que hagamos un alto en el camino y repasemos las opciones y posibilidades que se nos presentan, así como los riesgos que estamos corriendo en una situación como la del estancamiento actual que no ofrece perspectivas de solución, a pesar de que el país está en gran medida paralizado. Tristemente, los bloqueos extendidos y la infiltración les funcionó a cabalidad a los que diseñaron la estrategia de criminalizar la protesta y ahora ellos se visten de primera comunión y califican como delincuentes a unos pero guardan silencio de los infiltrados que levantan sospechas porque es el mismo modus operandi de lo que el oficialismo hizo con el Congreso el 21 de noviembre de 2020.
Entender las complicaciones del momento nos hacen ver que debemos reevaluar la ruta escogida para lograr el sueño de cambiar un modelo político que solo piensa en la corrupción y arrebata todo a la población, sobre todo a la de menores recursos, que no encuentra sino en la migración una esperanza. Es momento de unir a todos los guatemaltecos hartos de la corrupción y redefinir la estrategia para salvar la democracia.