Los mayas fueron maestros del tiempo en el sentido cronológico y en su expresión mística. La cosmovisión maya resalta que los tiempos evolucionan en un círculo que constantemente retorna, que se recicla la historia y lo que ha pasado vuelve a suceder. Por eso deviene necesario aprender la historia, nuestra historia, para estar alertas y que no se repitan los hechos.
Valgan de ejemplo los gritos actuales de ¡Viva Arévalo! Han transcurrido ocho décadas desde que surgieron similares proclamas. En ese entonces los adláteres de Ponce Vaides querían colocarlo, a como diera lugar, como nuevo presidente de la república. Muerto el rey, viva el rey. Muerto (figuradamente) Ubico que continúe con el régimen su sustituto, Ponce Vaides. La presión desde el poder era muy fuerte pero la presencia del pueblo se hizo sentir y, en elecciones libres –que al fin se dieron—eligieron por abrumadora mayoría a Arévalo. Acaso estableció un récord de preferencia al que ningún otro candidato ha podido acercarse.
Después de Arévalo vino el gobierno de Árbenz. Surgen aquí varias dudas. La primera es si Árbenz contó con el favor de Arévalo; si recibió apoyo. También queda en el aire saber si Arévalo tenía conocimiento de los drásticos cambios que Árbenz se proponía (expropiación de bananeras). ¿Pensó Arévalo que Árbenz era comunista? Difícil de establecer, en todo caso se dio la renuncia del entonces presidente de Guatemala. Salió Árbenz en medio de una guerra publicitaria sucia que por igual lanzaron los rivales de entonces (que constantemente se han reencarnado) y que contaminó las mentes de los contemporáneos y, peor aún, enturbió las fuentes históricas de donde se podía extraer la transparencia necesaria para elaborar un juicio objetivo. Difícil reconstruir la verdadera historia; algunos historiadores, en función de arqueología, descubren nuevos documentos o datos, pero éstos a su vez pueden haberse contaminado, sesgado, en ese torbellino de desinformación y mentiras mutuas. La guerra psicológica. La manipulación de las masas.
Quedaron así en el aire muchas preguntas. ¿Fue Árbenz un estadista visionario o un dirigente timorato? Vale el cuestionamiento porque algunos dicen que, analizando la situación en todo su conjunto, el presidente prefirió renunciar. La posición de Estados Unidos en ese entonces no era la misma de ahora. El embajador Puerifoy fue un actor principal y descarado en la insurrección. Debe entenderse que su país se encontraba en el inicio de una cruel guerra fría con los países de la Cortina de Hierro. La lóbrega sombra del avance al estilo “staliniano” (Stalin acababa de fallecer) amenazaba a muchos países de diferentes continentes. En América Latina Guatemala era el primer puente de playa. Cuba todavía no aparecía en el radar. Por ello la fuerte oposición norteamericana en dos vertientes: por un lado la política y por otro los negocios (banano, ferrocarriles, puertos, energía eléctrica). Por todo ello respaldaron o montaron un ejército que, desde Honduras, habría de invadir Guatemala al mando del coronel Castillo Armas. Contó con el apoyo del gobierno hondureño como de Tacho Somoza en Nicaragua (de donde salieron muchos aviones). Como parte del trabajo de zapa convencieron a muchos oficiales, acaso los sobornaron, para que desconocieran el mando del Ejército que, por lo mismo estaba dividido entre: leales y desafectos a Árbenz. Varios de sus coroneles amenazaron con un ultimátum. En ese escenario el presidente sabía que la reacción de “su Ejército” sería muy cruenta y con escasas posibilidades. Acaso no quiso que hubiera derramamiento de sangre. Acaso pensó que el movimiento (socialista) seguiría, pero con los nuevos mandos. Por eso renunció. ¿Debió resistir? ¿Debió encabezar la persecución de los focos rebeldes en Chiquimula? ¿Fue cobarde? Prefirió renunciar y trasladar el cargo al coronel Enrique Díaz. En todo caso cómo calificar la conducta del Ejército de Guatemala. ¿Un triunfo?