Jóvenes por la Transparencia

post author

Por: Ignazio de León y Sandra Galicia

La cultura guatemalteca es caracterizada, sobre todo en el exterior y en redes sociales, como una cultura de amabilidad, disponibilidad, atención y servicio. Sin embargo, detrás de estos adjetivos aparentemente positivos, se esconde una dinámica social que mantiene al país sumido en el conflicto, y no le permite a su pueblo recuperar las riendas políticas y económicas: la cultura del silencio y de la represión. La represión no debe ser concebida solamente como represión estatal, más bien, como la castración mental y emocional de personas y poblaciones enteras. 

Situaciones traumáticas como el Conflicto Armado Interno, el abandono de parte del Estado, la falta de voluntad política para cumplir con acuerdos internacionales o nacionales, que buscan la mejora de la calidad de vida de la población, así como formas de violencia ejercidas desde grupos de poder hacia sectores de la sociedad que necesitan sanar y ser apoyados, son todas causas y perpetuadores de dicha cultura del silencio. Curiosamente, esas son algunas de las causantes y efectos de la corrupción y el desgobierno que han caracterizado la “Nueva Era Democrática” en Guatemala. ¿Podría ser entonces que, una de las curas a estos males provenga de romper con esta cultura del silencio? 

La idea de la democracia, no consiste solamente en una forma de gobierno, sino que posee cualidades que deben ser propias de la población para que esta pueda desarrollarse de la mejor manera. Una de sus bases para poder funcionar es la comunicación, el diálogo, el debate e, incluso, la denuncia ciudadana como parte de los valores cívicos de los ciudadanos. La educación, el cuestionamiento y la autocrítica son herramientas que permiten mantener funcional el hecho democrático y permiten que desde la sociedad civil se vaya desarrollando una práctica democrática nacida de sus propias necesidades y no determinada por cómo la democracia se mantiene funcional en otros países. 

La sociedad guatemalteca no promueve el diálogo ni la conversación constructiva. No existen espacios en los que se fomente el intercambio de opiniones y, por lo tanto, el cultivo de la tolerancia y el respeto a las ideas ajenas es inconcebible. Pareciera que se busca y pretende que la interacción entre distintos sectores de la sociedad fuera nula, beneficiando, obviamente, a aquellos que desean mantener el estatus quo del país. Además, se sufre de una estratificación y aislamiento de profesionales y académicos, quienes prefieren compartir sus ideas y propuestas, solamente, con otros miembros de su entorno, afines a su manera de ver el mundo. Así es como se limita la discusión y se evita la difusión de ideas y conceptos técnicos con el resto de la población, mermando el desarrollo de la democracia.  

Es importante que la juventud aprenda de los errores y los logros del pasado, que logre también desarrollar una capacidad de autocrítica sana y, finalmente, que pueda dialogar abiertamente sobre todo aquello que se conoce y se ignora, o que sea, sobre todas las certezas y los miedos que cada uno tiene. Salir de la estasis que la cultura del silencio ha dejado en la sociedad guatemalteca permitirá que Guatemala enfrente los males que ha dejado la corrupción y la tendencia antidemocrática de los últimos gobiernos. 

 

Artículo anteriorSimone Biles regresa a Bélgica para el Mundial de gimnasia
Artículo siguienteGiammattei ante la ONU: farsante y falto de palabra