Jairo Alarcón Rodas
«La duda: la escuela de la verdad»
Francis Bacon
Acostumbrado a anotar hechos curiosos, me dispongo a escribir datos, relatos, cifras que me han llamado la atención desde mi niñez, sucesos peculiares, tal vez extraordinarios, incluso nimiedades que van desde reseñas históricas, reflexiones filosóficas y aspectos de la vida cotidiana que merecen mi atención. El por qué, ha sido una inquietud constante que me ha llevado gratamente al asombro, pero quizás también al desengaño, incluso a la nostalgia, a la aflicción y el desencanto. Preguntar sobre lo ignorado o lo no comprendido mueve mi espíritu a inquirir constantemente, a pesar de que, en mi pasado, resultó ser una molestia para los demás.
Sin saber sobre la ironía socrática, la búsqueda por comprender lo que se oculta en lo evidente me ha hecho anotar un sinfín de información que, escrita en papeles, cuadernos, libros e incluso en servilletas, también he guardado en mi memoria. Pero hay veces, que ocultos en lo más recóndito de mis recuerdos, los que se surten también de vivencias y emociones, se tardan en aparecer, en ser devueltos cuando los requiero, aunque siempre vuelven y me tranquiliza. Me aterra pensar que no volverán.
Hechos tan simples como el por qué sale la luna, por qué hay luz y oscuridad, es lo que me llevó a comprender que vivo en un planeta que gira alrededor del Sol y que rota sobre su eje y, al hacerlo, una cara de la tierra es alumbrada por su luz, mientras que la otra tiene que esperar su rotación para que eso ocurra. La Luna, satélite de la Tierra, gira también alrededor de esta y no es que se oculte sino más bien la vemos cuando el Sol deja caer sus rayos sobre su superficie y una cara de la tierra se encuentra en la oscuridad de la noche. Curiosamente, todavía hoy, hay personas que creen que la Tierra es plana y que es ridículo pensar que sea una esfera imperfecta.
Inquietudes simples que me fueron mostrando una imagen del mundo que desconocía, que me impulsó a buscar respuestas, muchas de esas, que incluso ahora, no alcanzo a descifrar ni comprender. Ver las estrellas es un hecho inquietante, pero saber que muchas de ellas ya no existen, lo es aún más. 8 minutos y 20 segundos tarda la luz del Sol en llegar a la Tierra, pero hace mucho tiempo leí que un cúmulo de galaxias, El Boyero, está a más de 9.300 millones de años luz y se aleja.
El origen del universo data aproximadamente de 14.5 millones de años luz, la Tierra surge hace 4.600 millones de años luz. En tal sentido, la luz que proveniente de El Boyero partió de su origen mucho antes que surgiera nuestro planeta y quizás, la luz captada por los astrónomos sea de estrellas extintas. De modo que las dimensiones del universo son inimaginables y lo que hay en él es sumamente complejo. A pesar de ello, los astrofísicos, no se resisten y buscan continuamente solucionar todos sus enigmas.
Los datos anotados, que en su momento fueron los que consideré verdaderos, con el paso del tiempo, sorpresivamente, fueron renovados y pudiera pensarse que lo que antes se juzgaba como verdad, en el presente ya no lo es, lo que le otorga a tal criterio cierta temporalidad, mas no el carácter de subjetividad. La transitoriedad de la verdad me hizo comprender que hay dinamismo en las cosas y, desde luego, también en el sujeto que las juzga. Aprender sobre la realidad es tener en cuenta que, como lo dijo Heráclito, no nos podemos bañar dos veces en un mismo río, así como que las herramientas para hacerlo también deben actualizarse.
Durante mi formación educativa, en un principio, la geografía me interesó muy poco y aunque memorísticamente aprendí las capitales del mundo y los más relevantes ríos, lagos, montañas y volcanes del planeta, no comprendía porqué tenía que hacerlo. Sin embargo, tengo presente al río Ganges, el río sagrado de la India, pero ¿por qué lo es? me cuestionaba. Es sagrado por lo que representa para los hindúes; más allá de los recursos que provee, tiene una connotación espiritual, pues es ahí en donde se lavan los pecados de la humanidad, caso similar ocurre con el río Nilo en Egipto. Consecuentemente, un accidente geográfico también tiene una historia por contar, encierra sentimientos y, no solo eso, la espiritualidad de una cultura.
Posteriormente me di cuenta de lo importante que es la geografía y la historia. Los seres humanos son seres históricos que guardan vivencias, relatos, costumbres, hechos que, si no fueran registrados, permanecerían ocultos, serían nada. El aprender nombres aumentó mi memoria, pero requería que fueran relacionados con algo, lo que volvió a inquietarme. Acostumbrados a la utilidad, a relacionar lo aprendido con el provecho inmediato, la mente se acostumbra mecánicamente al hacer y no a pensar.
Así, aunque en su momento anoté que la capital de Palaos, por ejemplo, era la ciudad de Koror, más tarde me enteré de que ya había cambiado, ya no lo era y ahora su capital es otra, la ciudad de Ngerulmud. De tal modo que la verdad puede ser transitoria, me dije, depende de los cambios que se susciten en la realidad y, en este caso, lo que fue verdad en un tiempo ya no lo es en este momento. Eso me hizo pensar que la verdad depende del grado de aprendizaje, precisión y objetividad que tenga un sujeto que, tras un proceso investigativo, emite juicios declarativos sobre una realidad que no es estática sino dinámica y por lo tanto amerita constantes revisiones.
Más tarde me encontré con un caso similar, en la idea del espacio y tiempo-absoluto, planteada por Isaac Newton y el espacio-tiempo relativo de Albert Einstein, ya que lo dicho por el físico alemán amplió el criterio espaciotemporal de la física clásica, no la abrogó. Por lo que el nuevo criterio de verdad no niega al anterior, sino lo desarrolla y engrandece. A pesar de todo, la verdad no es relativa, es dialéctica, va ensanchando su criterio de conformidad a los avances de la ciencia a partir de la profundización del conocimiento sobre las cosas. De ahí que, es la fuente inagotable de conocimiento la que revela la nueva verdad.
La memoria es importante, pero solo retener información no es suficiente, se deben crear pensamientos, construir ideas, reflexionar, no obstante, todo eso solo es posible a partir de los registros con los que cuenta la mente, que compila a través de la experiencia o el aprendizaje, de la información acumulada, es con esta que, de los simples contenidos de conciencia, se llega a complejas elaboraciones del pensamiento.
La causa y efecto, necesario para entender los fenómenos del mundo, me causó desconcierto luego de leer a David Hume, pues la mente, dice este filósofo, no puede elaborar el nexo entre un hecho y otro, a no ser en forma arbitraria. Si no existe una experiencia sensiblemente convincente, consecuentemente la necesidad de que a un hecho le siga otro, es una elucidación caprichosa del intelecto; y qué decir del principio de incertidumbre de Heisenberg, en el que la causalidad pierde sentido. Me siento tranquilo pues, a pesar de todo, concuerdo con Mario Bunge cuando dijo: La realidad sería incomprensible si los sucesos no tuvieran efectos, y si por lo menos algunos de ellos no tuviesen causas.
Todo eso me hizo ver el mundo de distinta forma, darme cuenta de su complejidad y de la necesidad de complejos formas para su entendimiento y, también, sentir la nostalgia que da la ingenuidad, el ver las cosas con los ojos prístinos de un niño. Realidad que sigue siendo para mí una asombrosa e inquietante caja de sorpresas.
El jugar con un trompo de luces de colores, regalo de la Navidad, me inquietó, quería saber cómo es que las maravillosas luces surgían de su interior, lo que me llevó a romperlo con un martillo, quería saber qué complejo artilugio se guardaba dentro de él. La idea que me inquietaba era que tenía que saber cómo es que las luces aparecen al dar vueltas el juguete. Pero, al destruirlo, al enterarme en qué consistía el asombroso mecanismo de luces multicolores, provocó en mí una decepción, pues no eran más que papelitos de colores los causantes de tal magia, del encanto; un simple detalle producía lo que a los ojos de un niño era sorprendente.
Recuerdo que apunté en su momento que 154 países había en el mundo, cada uno con su capital, las cuales aprendí, no solo para ejercitar mi memoria, sino también, me llamaba la atención los nombres, el idioma que hablaban y lo lejano que muchos estaban de mi país. Con el tiempo, las naciones, en vez de decrecer, aumentaron y ahora son 195 y se considera que surgirán otras más, debido a la sed de independencia, nacionalismos.
Limitar la sed de búsqueda, castrar el deseo de aprender es lo que pretenden aquellos para los que el conocimiento representa una amenaza y ven en la ignorancia una virtud para su causa. Anotar, siempre anotar, esa fue mi consigna y así grabé en la memoria que los himenópteros son las abejas y las hormigas, que estos insectos se diferencia sustancialmente de lo dípteros, las fastidiosas moscas. Información quizás irrelevante, pero que me hizo comprender, de una mejor forma, el libro de Henri Bergson, La evolución creadora, la diferencia entre instinto y la inteligencia. Considero que las inquietudes deben ir acompañadas por la duda, es eso lo que diferencia el proceder dogmático del reflexivo.
Preguntar sobre la muerte no representa lo mismo para los que comienzan a vivir que en aquellos que ya han vivido y ven más de cerca el fin de su vida. Así, a los ojos de un niño, morir quizás lo desconcierta, mientras en un anciano, la nostalgia de haber vivido lo vivido y, en definitiva, estar próximos a ya no ser, lo entristece.
Las preguntas también tienen un grado de lucidez y de madurez, así como de candidez y audacia, de ahí que no hay pregunta mala, todas llevan una inquietud, propia del ser no consolidado que tiene por virtud el aprender. Pero el afán por conocer también limita y, como dice Konrad Lorenz, cada hombre debe restringir y limitar más su conocimiento a fin de competir con otros. El especialista sabe más y más sobre menos y, por último, sabe todo sobre nada. No se puede conocer todo, aunque las inquietudes sean muchas, de igual forma la especialización mecaniza la mente, la ciega a otros saberes.
Continúo escribiendo todo, lo que llama mi atención, mientras pueda y mi memoria funcione, pero, quizás un día los recuerdo ya no vuelvan o, por alguna razón, los distorsione y solo queden las viejas anotaciones en las páginas de algunos libros, libretas, papeles, ininteligibles quizás para aquellos que se crucen con ellas accidentalmente, pero para mí resultan de mucho valor.