La infraestructura en Guatemala está en trapos de cucaracha. Aunque lo más visible son las carreteras del país, los puertos, aeropuertos, hospitales, centros de salud, escuelas, drenajes, entre otros, también lo están. Y luego de más de tres años, el actual gobierno, tanto el Ejecutivo como el Congreso y las distintas Corporaciones Municipales, han sido parte del problema, no de la solución.
La razón es muy sencilla: un botín de casi 125 millardos de quetzales llamado Presupuesto General de la Nación, del que se sirven con la cuchara grande miembros del Ejecutivo, Legislativo y de las distintas alcaldías del país, así como “empresarios” que se dedican a vender insumos con altísimos sobreprecios al Estado para generar ganancias indebidas para ellos mismos y para sus “socios” en el gobierno, quienes reciben las coimas producto del sobreprecio. A este sistema se le denomina corporativismo, que permite el enriquecimiento de empresarios a base de “la acumulación de privilegios y restricciones”.
¿Le suena esto, estimado lector? Es la forma como se enriquecen indebidamente las farmacéuticas, constructoras (la mayoría de las constructoras que licitan obra pública hoy en día pertenecen a diputados y alcaldes, directa o indirectamente a través de parientes o testaferros) y en general los contratistas del Estado, pagando sobornos a funcionarios públicos corruptos para obtener contratos de obra pública o abastecimiento de algún bien.
La principal salida de la ciudad de Guatemala al sur del país, y a su puerto principal, está colapsada, derrumbes ocasionados por cavernas que pasan debajo de la carretera imposibilitan transitar por dicha vía a cualquier hora. Las pérdidas diarias son incalculables y la indolencia de la actual administración, más ocupados en el año de Hidalgo que en dejar obra pública en buen estado, no deja de provocar cólera, sobre todo porque el presidente y su séquito, así como la mayoría de los ministros, viajan cómodamente en helicóptero y no tienen que aguantar varias horas de tráfico para viajar al sur del país.
La salida hacia El Salvador tiene grietas enormes que presagian un hundimiento similar a la carretera al Pacífico. El libramiento a Chimaltenango, la megaobra que hizo el “genio” (según el expresidente Morales) y exministro de Comunicaciones Benito, sufre varios derrumbes de magnitud cada vez mayor, casi todos los inviernos.
Ni qué decir que el aeropuerto de Guatemala, verdadera vergüenza nacional, o de los puertos del país, literalmente cedidos a narcos, contrabandistas y bandas de cuatreros. Es inminente el colapso de Puerto Quetzal en el corto plazo, una vez finalice el contrato que se tiene con APM Terminals y que dejaría sin un muelle de descarga al puerto, así como la patente negligencia de las autoridades portuarias que no proponen un plan para efectuar dragados para aumentar los calados del puerto y tampoco la ampliación de los actuales muelles. La mayoría de los cuadros técnicos que existían en el gobierno han sido removidos y sustituidos por personas afines al Centro del Gobierno, y tienen una única consigna: CORRUPCIÓN.
Estos son tan solo algunos retos importantes que tiene por delante el presidente electo, y que tendrá que enfrentar con un Congreso fragmentado pero que puede unirse en su contra, ante el cual él no tiene, de momento, siquiera una bancada que lo represente en el Legislativo.