Por: Carlos López
Que todos se levanten, que nadie se quede atrás,
que no seamos uno ni dos de nosotros, sino todos.
Popol vuh
A la memoria de Manuel Colom Argueta
Después de siete décadas perdidas en desgobiernos cada vez más decadentes al servicio de los oscuros intereses de la oligarquía nacional y del capital transnacional, de regímenes genocidas que hicieron del latrocinio su modus operandi, después de que Guatemala figuró entre los primeros lugares del mundo por las masacres y asesinatos cometidos por el ejército y los grupos paramilitares financiados por los dueños del país que también reprimieron, oprimieron y explotaron en contubernio con los partidos políticos, que, más que ser parte de la apariencia democrática de la vida institucional, fungieron en la práctica como grupos mafiosos de presión para obtener cuotas de poder o servir de comparsas a las organizaciones que tenían el monopolio del sistema electoral, el 20 de agosto de 2023 el pueblo por fin salió de su letargo y votó por el Movimiento Semilla. Bernardo Arévalo (el más votado en la historia de Guatemala) tomará posesión del cargo de presidente de la República el 14 de enero de 2024 con la legalidad y la legitimidad de haber obtenido casi novecientos mil votos (21 % de diferencia) más que su contrincante de la Unidad Nacional de la Esperanza, Sandra Torres, quien, después de tres intentos fallidos en busca de la Presidencia, en una actitud antidemocrática se niega a reconocer su contundente derrota.
El pueblo votó y con él dio un mandato. El nuevo gobierno debe trabajar hasta el máximo de sus capacidades y energías para empezar a cambiar todo lo malo que se hizo durante los años de dictadura y de democracia simulada. No habrá descanso para quienes luchan todos los días por el bien del país. Las tareas más urgentes son actuar unidos para todos los habitantes, no para intereses partidistas o de grupos; convocar a la reconciliación nacional luego de la polarización que provocó la campaña de odio de la une; recomponer el tejido social; transparentar el gasto público; generar confianza en la población de que sus impuestos se utilizarán para el desarrollo económico, social, de salud, de educación, de obras de infraestructura; crear fuentes de trabajo con un salario remunerador justo; respetar y defender los derechos humanos; fomentar la solidaridad, la fraternidad; encauzar el esfuerzo colectivo de las comunidades; proteger las expresiones culturales y las tradiciones de las 23 etnias que pueblan el país; poner en el centro del accionar gubernamental la justicia, la honestidad, la libertad de expresión; procurar un sistema nuevo educativo donde se destierre la competencia, la idea de éxito sin importar a costa de qué, la repetición memorística; impulsar el arte en todas sus manifestaciones, la recreación, el deporte; desterrar la corrupción, la violencia de estado, el nepotismo. Son muchas más las tareas, pero con que se empiece a trabajar en éstas es bastante.
Conviene ser mesurados en la celebración, pues los cavernícolas han soltado sus demonios. Es un día de fiesta nacional e internacional. El presidente de México Andrés Manuel López Obrador fue el primero en felicitar al pueblo de Guatemala (al que considera hermano) por su decisión: «Estoy seguro de que llegarán nuevos tiempos de humanismo y justicia para todos y, en particular, para los herederos de la gran civilización mesoamericana», afirmó el mandatario, que ofreció más apoyo para seguir generando desarrollo en las comunidades rurales guatemaltecas.
La lucha apenas empieza; se dio un paso enorme en la historia del país, que, desde la invasión de Estados Unidos, en contubernio con los traidores locales, en 1954 destruyeron la breve «primavera democrática en el país de la eterna dictadura», como bautizó Luis Cardoza y Aragón a la Revolución de Octubre de 1944. Este triunfo es también de todos los mártires de todas las épocas que cayeron en la lucha por el bien de la patria. Por ellos y por las nuevas generaciones que abrigan grandes expectativas por tener por fin un buen gobierno no se vale anteponer ningún interés personal antes que el interés superior de la nación.
Urge recuperar el sentido verdadero de los términos desgastados por los falsarios tragicómicos corruptos que han gobernado el país. Hay que iniciar un proceso de autocrítica y de reconciliación entre todas las fuerzas que aman a Guatemala; sobre todo, entender que los problemas no se solucionan de manera mágica; con voluntad, pasión y lucha incansable se puede empezar a cambiar a la patria; sin el cambio personal, el proceso es más sinuoso. El triunfo es de todos; todos deben responder con responsabilidad desde su trinchera.