Arévalo
El presidenciable por el partido político Movimiento Semilla, Bernardo Arévalo, en el debate realizado por la Asociación de Gerentes, donde la candidata a la presidencia por el partido de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), Sandra Torres, no asistió. Foto: Bernardo Arévalo / Twitter.

Hace mucho tiempo que perdimos la idea de lo que significa ser estadista como uno de los requisitos que debieran ser indispensables para quienes optan a dirigir los destinos de cualquier nación y las campañas, lejos de ofrecer a los ciudadanos pruebas de esa capacidad, se basan en diatribas, insultos y golpes bajos más que en la disposición a debatir con seriedad. Ayer la Asociación de Gerentes realizó, con el apoyo de Prensa Libre, Guatevisión y La Red, el debate que viene organizando en cada elección desde 1982 y el de segunda vuelta había sido programado para esa fecha desde abril, cuando se notificó formalmente a todos los que se inscribieron como candidatos.

La candidata de la UNE, la ampliamente conocida por los ciudadanos, Sandra Torres, programó a la misma hora una presentación de su plan de gobierno con la evidente intención de rehuir el debate de ideas con su contendiente Bernardo Arévalo, a quien insiste en llamar “uruguayo” pese a que él, aun naciendo en Montevideo, es guatemalteco de origen de acuerdo a la Constitución. Dijo, como excusa, que ella no se somete a la agenda de otros, pero salta a la vista que no sintió que podría debatir con su oponente y prefirió montar su propio espectáculo al que llegaron solo sus fieles seguidores, privando a la ciudadanía de la posibilidad de verla en acción en un debate de altura.

La campaña permite conocer mucho a los aspirantes que, tanto por acción como por omisión, se pintan tal y como realmente son. Vimos en este proceso cómo algunos se mostraron autoritarios e intransigentes, despotricando contra todo el mundo y a otros que fueron incapaces de comportarse con seriedad y no faltaron los chabacanes. El debate de ayer hubiera permitido contrastar no solo los planes de gobierno, aspecto esencial del evento, sino el temple y madurez de los aspirantes para perfilar su calidad de estadistas.

Un estadista se enfrenta a situaciones difíciles, casi día a día y tiene que mantener la serenidad y el control porque no se vale despotricar frente a las crisis. Quien no tiene capacidad para discutir con quienes piensan diferente está muy lejos de ser el líder que cualquier sociedad necesita para alcanzar los grandes acuerdos que se requieren con participantes que no piensan igual.

El estadista debe mostrar su temple, su madurez, talento y seriedad aún en las condiciones más adversas, porque así le tocará actuar en la Presidencia. Evadir una situación adversa por sentirse incapaz, como pasó ayer con el debate, habla muy mal de las calidades de cualquier aspirante que no tiene los arrestos para actuar madura y serenamente en las condiciones más difíciles.

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