La esperanza no viene de la Unidad Nacional para la Esperanza sino del hombre cuya herencia le compromete, le define y nos permite soñar con un mejor país: Bernardo Arévalo.
Al momento de escribir esta columna, los datos de la primera vuelta electoral son inciertos y el Tribunal Supremo Electoral (TSE) aún no declara oficialmente a los candidatos que participarán en la segunda vuelta. El circo al que nos han sometido más de una decena de partidos políticos que no quisieron aceptar sus enteleridos resultados -y al que se le han sumado las voces de uno de los extremos del espectro ideológico-, mantiene en zozobra al electorado guatemalteco. Sin embargo, el caos en el que Guatemala se encuentra envuelta no es sostenible y pronto terminará, culminando en una segunda vuelta el 20 de agosto en la que se enfrentarán Sandra Torres y Bernardo Arévalo.
Al Movimiento Semilla nadie lo vio venir. Para muchos, Bernardo Arévalo podría tener las cualidades necesarias para ser un buen presidente, pero carecía de alguna posibilidad para avanzar en la contienda. No creo que exista quien se ufane de haber vaticinado este desenlace, ni siquiera los integrantes de su partido. Que Sandra Torres llegase a la segunda vuelta no fue sorpresa para nadie. Su participación no solo se ha convertido en costumbre, sino que es la razón por la que nefastos personajes se han convertido en presidentes en los últimos años. La elección de los “menos peor” nos ha recetado a quienes, indiscutiblemente, han sido los peores gobernantes de la era democrática del país. La realidad es que jamás existió un “menos peor”, pues cada uno de ellos era exactamente lo mismo que Sandra: una réplica más del sistema de cooptación del Estado. Arévalo no es de la estirpe de políticos corruptos, títeres del mejor postor que los prostituye hasta convertirlos en operadores del sistema de cooptación creado a la medida de sus intereses. En su mayoría, los partidos políticos obedecen a esta dinámica y son escasos aquellos que, como el Movimiento Semilla, no le deben al sistema, sus operadores y sus patrocinadores. Bernardo Arévalo puede llegar al poder sin patrón y sin compromisos que le aten de manos. Semilla se vuelve hoy una amenaza para el statu quo, y deja de ser nada más que una incómoda minoría en el Legislativo para convertirse en la cuña capaz de fisurar y empezar a cambiar el sistema que cooptó los tres poderes del Estado. Sandra llegaría con tres campañas en contra, con pactos evidentes con el oficialismo y demás partidos del sistema, y con las manos atadas por aquellos que le apoyarán con tal de que no llegue al poder un presidente difícil de subyugar. Ella ya gobernó, a ella le conocen el precio y saben de lo que es capaz de hacer. Es ella, a quien hoy consideran la “menos peor”.
Yo votaré por Bernardo Arévalo. Para mí, él representa la esperanza que desde hace mucho tiempo había perdido. Al igual que la mayoría, contemplar la posibilidad de que él llegase a la Presidencia era imposible, por ello no voté Semilla en la primera vuelta y no porque dudase de sus capacidades sino porque su llegada a la segunda vuelta no cabía en mi imaginario. Lo que siempre supe es por quien no votaría; entre ellas, Sandra Torres. Opino que en esta ocasión los votos nulos y en blanco le dieron paso a una fresca e inesperada opción. Hoy, el electorado guatemalteco se pone a prueba y en su hartazgo tendrá que escoger entre mantener la condición existente o apostarle al cambio.
Aunque el TSE aún no hecho la declaratoria oficial de los candidatos que pasarán a la segunda vuelta, ya empezamos a percibir la estrategia de los dos punteros. En respuesta al absurdo e infundado ataque de la extrema derecha, que acusa al Movimiento Semilla de todo tipo de teorías de la conspiración, Arévalo se ve forzado a desmitificar su imagen y la del partido. La señora Torres pretende reinventarse -con el estilo camaleónico que la caracteriza–, y vendernos una imagen diferente a la que conocemos, sin embargo, todos sabemos quién es, de dónde viene, qué ha hecho, cómo lo ha hecho, de quién se ha rodeado y de qué es capaz. A nadie engaña y solo puede apostarle a que los fantasmas y las pesadillas de quienes en el pasado la consideraban enemiga acérrima y la juzgaban como la peor opción, hoy, la valoren como la “menos peor” ante el incómodo y no subyugable Arévalo.
Los votos nulos y en blanco ponen en evidencia el hartazgo de la población. El éxito del Movimiento Semilla y la llegada de Arévalo a segunda vuelta nos muestran que el ciudadano desea elegir al candidato que se aleje del sistema actual. La esperanza no viene de la Unidad Nacional para la Esperanza sino del hombre cuya herencia le compromete, le define y nos permite soñar con un mejor país: Bernardo Arévalo.