El fraude electoral tal como lo había concebido el bloque en el poder en Guatemala no salió como esperaban quienes lo diseñaron. Se trataba de hacer pasar a una segunda vuelta a una de las tres opciones que debería enfrentar a una segura ganadora de la primera vuelta: Sandra Torres de la Unión Nacional de la Esperanza. El bloque en el poder coloquialmente llamado Pacto de Corruptos hizo tres apuestas: Manuel Conde del partido Vamos, expresión de los intereses del gobierno de turno encabezado por Alejandro Giammattei; Zury Ríos Sosa, expresión del ala neofascista del mencionado Pacto de Corruptos a través del partido Valor aliado al Unionista; Edmond Mulet del partido Cabal, expresión de una derecha apoyada por un sector empresarial.
El plan era que uno de los tres pasara a la segunda vuelta y se enfrentara a una Sandra Torres quien durante quince años ha sufrido la propaganda negra del anticomunismo guatemalteco acusándola de comunista y corrupta. Absolutamente no es lo primero y es muy imputada en lo segundo. Más aún, después del tiempo que pasó en la cárcel acusada de financiamiento ilícito a su partido, salió totalmente domesticada y presumiblemente con acuerdos plenos con el Pacto de Corruptos. Al menos eso es lo que esgrimen quienes se enfrentaron a ella adentro de la UNE y ahora tienen expresión en el partido VOS.
El plan tuvo que ajustarse eliminando posibles competidores que ponían en peligro la fase 1 del fraude. Hacia la izquierda con la candidatura de Thelma Cabrera del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) y hacia la derecha con Roberto Arzú y su partido Podemos y a un participante que inesperadamente creció en las encuestas, Carlos Pineda de Prosperidad Ciudadana. Estas tres candidaturas que ponían riesgo al fraude, fueron eliminadas para dejarle libre el paso a cualquiera de las tres permitidas por la creciente dictadura delincuencial de Guatemala.
La fase 1 del fraude no funcionó. Zury Ríos Sosa entró en caída libre en las preferencias electorales y otro tanto le sucedió a Edmond Mulet. Y al gobierno de Giammattei y a su partido Vamos no le alcanzó el acarreo y compra de votos para la presidencia, aunque sí para las diputaciones y las alcaldías. Quien entró a la segunda vuelta fue Bernardo Arévalo de Movimiento Semilla. La razón de fondo de ello fue el hartazgo de una parte importante del electorado (aproximadamente el 40%) con respecto a la cada vez más evidente presencia en el Estado de la delincuencia de cuello blanco y el crimen organizado.
Así las cosas, ha entrado en acción la fase 2 del fraude una vez que la fase 1 fracasó. Como es sabido la fase 2 consiste en aceptar por parte de la Corte de Constitucionalidad los amparos interpuestos por todos los partidos representativos del Pacto de Corruptos para hacer un recuento de los votos y por tanto que el Tribunal Supremo Electoral no califique ni oficialice los resultados iniciales de las elecciones del 25 de junio. Se trata de rebajarle votos a Bernardo Arévalo y tratar de meter a la segunda vuelta a la primera de las tres opciones de la gobernanza criminal: Manuel Conde de Vamos.
La fase 2 del fraude tiene tres serios problemas. El primero es que, tendrán que hacer del recuento un cochinero para quitarle a Bernardo Arévalo aproximadamente 219 mil votos y subirle a Conde otros tantos o más para hacerlo pasar a la referida segunda vuelta. El segundo es que, si esto fracasa y Bernardo finalmente pasa a la segunda vuelta, tendrán que apoyar a una candidata a quien la derecha ha desprestigiado a lo largo de tres lustros. El tercero es que tendrán que ver como acaban con una candidatura que a estas alturas representa para un creciente electorado una esperanza, una luz al final del túnel de la gobernanza criminal.
De manera oportunista Sandra Torres se apresta a jugar su inesperado papel de adalid del Pacto de Corruptos. El plan era que ella fuera una candidata a modo para ser derrotada en la segunda vuelta, como lo ha sido ya en dos ocasiones anteriores. Ahora se ha convertido en la abanderada de la corrupción y el crimen organizado. Para ello se ha unido al discurso anticomunista que se le aplicó en los procesos electorales pasados, ha retomado también el discurso ultraderechista sobre familia, género, diversidad sexual y ha renegado de su alegado pasado socialdemócrata. También se ha unido a la narrativa reaccionaria que de manera inverosímil argumenta que hubo un fraude que benefició a una fuerza opositora al Pacto de Corruptos.
Cuando escribo estas líneas sigue en el aire la moneda que decidirá el triunfo o fracaso de la fase 2 del fraude en Guatemala. La moneda da vueltas en el aire mientras el Departamento de Estado de EE. UU., la Unión Europea y la OEA han expresado su desacuerdo con la mencionada fase 2. Cuando se publiquen estas líneas, esta moneda acaso ya esté en suelo y sepamos si sigue abierta la esperanza a pesar de la posibilidad de una fase 3 (adulteración de resultados en la segunda vuelta), o si por el contrario ha prevalecido el Pacto de Corruptos en contra de la voluntad popular y aun en contra del establishment internacional. O puede suceder que la moneda siga en el aire indefinidamente y que presenciemos un golpe de Estado al estilo del neogolpismo.