Durante las últimas décadas del siglo XX y las dos primeras de este siglo, no podemos negar un aumento de mejoras en el sistema nacional de salud (SNS), que afecta positivamente a la población. Pero ¿es lo hecho suficiente? ¿es eficiente? No creo que la respuesta a esas preguntas sería favorable y eso nos lo confirman las estadísticas de la epidemiología nacional.
Muchos están de acuerdo, que el problema de inclinar el proceso salud-enfermedad a favor de la primera, no solo depende de un subsistema como es el biomédico (la atención clínica), en el que a la fecha el SNS pone la mayor inversión-acción, sino que se hace necesario optimizar ese esfuerzo biomédico, creando y transformando la estructura jurídico-política del Estado, a fin de que los factores sociales y ambientales de riesgo a la salud, puedan ser atendidos con los recursos necesarios que indican la ciencia y la tecnología salubrista. Esa transformación requerida para el SNS, se hace necesario verla en términos de costo-beneficio, y eso significa inversiones y esfuerzos mayores de prevención y promoción de la salud.
El SNS actual es prisionero de una concepción equivocada de atención a la salud, con énfasis en el proceso biomédico, que cada vez se ve más limitado en otorgar servicios a los más necesitados, dado sus altos costos y cuya promoción surge de un enfoque unilateral, que ve la salud y la enfermedad en términos de economía de producción de materias primas y de productos farmacéuticos. Eso explica por qué los mayores cambios dentro del sistema de salud, se han operado en el campo biomédico, resultado de su vinculación con el proceso de producción anómala capitalista que tenemos y que lo afecta en su conceptualización, en su práctica y en la forma como organiza sus actividades y su transformación conceptual y técnica.
De tal forma que la modernización del SNS, no ha venido a ser más que el surgimiento de la biomedicina estatal y lo que ha hecho es crear prioritariamente centros de curación, a tal punto que el político y el público, ven las deficiencias de salud, como sinónimo de atención clínica de enfermos, adquiriendo para el Estado y la Sociedad, una importancia mayor que otros tipos de prácticas médicas más substanciales en el sostenimiento de la salud.
De manera que resulta claro el desplazamiento que tiene el SNS, del espacio social y político, al proceso de producción económica. Y algo aún más grave en esto, dentro del modo de producción, el profesional de la salud, ha perdido el control y la propiedad de los medios de trabajo (es notable la pérdida de su papel en la administración del proceso salud-enfermedad) y en consecuencia, tiene que vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Entonces, la región económica juega el papel dominante en la estructura social y, también en el proceso salud-enfermedad, variando las formas concretas en que el SNS se articula a la oferta y demanda según capacidades económicas del usuario y por supuesto en cuanto a cobertura y calidad de sus servicios. Bajo tal régimen, el surgimiento de una medicina clínica, y una renovación de la cirugía, apunta a mayores dividendos y mala equidad.
Los hospitales de indios, durante la colonia, y los asilos y hospitales de la beneficencia, durante la independencia, tuvieron un desarrollo precario y no fueron asiento de una transformación importante de la medicina y la salud nacional. Eso en la actualidad no varía mucho en su esencia, aunque si en su funcionalidad y estructuración. Los centros curativos son unidades específicamente para atender enfermos y potenciales unidades de beneficios económicos.
Insisto, nuestro proceso actual de salud-enfermedad y el SNS, no escapa a las determinaciones generales impuestas por el modo de economía-producción llena de privilegios, que domina dentro de la nación y dentro de ello, el sector salud es importante en aportar un valor de mercancía a la consulta médica, al medicamento, el seguro médico; situación que genera una prestación de servicios, llena de inequidades en lo clínico y en lo preventivo.
Un punto a notar importante. La salud a través de la seguridad social, es otro bastión fundamental para la medicina estatal, incorporado como parte de la asistencia social (en realidad del grupo laboral formal). Lo grave de esta situación es que el Estado ha utilizado de manera indebida los recursos del IGSS, como herramienta financiera y política, para disminuir sus déficits y como instrumento para la acumulación de capital personal, de muchos de sus funcionarios y autoridades. Modalidad que también impera en muchos de los centros de curación que atiende el MSPAS.
En resumen, el MSPAS y el IGSS, la estructura, organización y funcionamiento que han asumido, no pueden considerarse ni explicarse, sin tomar en cuenta que el desarrollo mismo de estas, está lleno de anomalías de todo tipo donde se implanta, crece y se transforma ineficiencia y mala cobertura.
Va mi pregunta a los candidatos presidenciales ¿Que harán al respecto de lo señalado?