Desde el lunes se viene hablando de la sorpresa electoral para la segunda vuelta y, por supuesto, son muchos los que se sienten bajados de la moto por el pobre resultado de sus ostentosas y vacías campañas, pero ese inesperado resultado ha creado tal nivel de conmoción que ahora los actores del sistema están pidiendo recuento de votos con la idea, nada más y nada menos, de lograr que se anulen las elecciones. Poco importa que la comunidad internacional y la ciudadanía se muestren satisfechos, porque lo que está en juego es demasiado y cualquier esfuerzo por mandarlo todo por un tubo cabe en lo posible en este enredado modelo político que tenemos.
Las encuestas parecían indicar que el resultado sería cómodo, garantizando que a la segunda vuelta pasaran aquellos que se habían tomado la molestia de pactar con Giammattei y su centro de gobierno, a sabiendas de que Sandra Torres tiene un voto duro tan fuerte como el antivoto que genera y que, por lo tanto, quien entrara en la disputa con ella tendría enormes ventajas para ser electo. Pero de la nada surgió un segundo lugar inesperado que sacudió al sistema y ha puesto en marcha una nueva concertación para aprovechar la deteriorada imagen de los miembros del Tribunal Supremo Electoral, pidiendo recuento de todos los votos por supuestas anomalías.
El país ha caído en una situación de absoluta ausencia de Estado de Derecho y quienes tienen el poder han demostrado que disponen de todas las instituciones para hacer lo que se les ocurra, aunque sea pasando por encima de la ley y de los principios más sagrados de la democracia. Ello significa que se vienen momentos críticos porque es obvio, por lo que se ve en las redes sociales y en distintas expresiones radicalizadas, que no están dispuestos a respetar la voluntad ciudadana y ello nos puede hundir en un caos impredecible porque, aunque les duela y no lo reconozcan, entre el abstencionismo, los votos nulos y los votos a favor de partidos que no son parte del sistema, la mayoría es abrumadora y es la legítima expresión de un pueblo harto de tanto abuso y desmán.
En esa manipulación de las instituciones y, sobre todo, de la justicia, todo cabe en lo posible y sabemos que nada los detiene en sus pretensiones de impunidad y de prolongar el régimen de corrupción que ha enriquecido a tantos siendo muchos los que ahora esperaban la oportunidad de ser ellos quienes se sirvan con la cuchara grande, por lo que se avizoran días difíciles.