El Movimiento Semilla no tenía fondos para sufragar propaganda electoral. Así que no había carteles de propaganda en ese mar de contaminación visual que anegó la ciudad durante estos días de la campaña electoral en la primera vuelta. Bernardo Arévalo no aparecía en las primeras encuestas y cuando por fin lo hizo, sus intenciones de voto eran mínimas, al extremo que casi todos descartaron a este candidato (hijo de Juan José Arévalo, el mejor presidente que ha tenido Guatemala) como un contendiente serio contra el pacto de corruptos en el poder. Ni siquiera se tomaron la molestia en atacarlo o bloquearlo. Consideraban a Semilla insignificante políticamente. Ciertas agrupaciones de la izquierda y la derecha liberales le apostaron a Manuel Villacorta. La izquierda indígena y la URNG propusieron a Amílcar Pop como su candidato. En suma, nadie (y menos las encuestas) lo tomaban en serio.
¿Qué pasó entonces? ¿Cómo se explican los votos de Semilla los cuales, aunque pocos comparados con el 24% de votos nulos y en blanco (que expresan el rechazo del electorado al sistema corrupto) ahora le permiten a Semilla pasar a segunda vuelta? Es el voto de los jóvenes citadinos principalmente, hartos de que los políticos tradicionales se apropien de los fondos del erario público según algunos. Otros apuntan al recuerdo – el inconsciente colectivo porque ninguno de los ciudadanos del 2023 vivió en esa época – de las realizaciones de los dos gobiernos de la primavera democrática de Guatemala durante la década 1944-54. Pero lo importante es pensar ahora en cómo triunfar en el balotaje de agosto. Sin duda la derecha va unificarse alrededor de la señora Torres. Será un hueso duro de roer para ellos porque siempre la han visto con desconfianza, acusándola de “izquierdista” sin base alguna (porque aparte de las transferencias condicionadas y de los coqueteos con Chávez y Ortega en la época que cogobernó con Álvaro Colom no hay razones para considerarla de izquierda) y habrá muchos que preferirán abstenerse o votar nulo. Pero sin duda hay también suficiente gente de la derecha que ven en ella un riesgo menor que el que – para ellos – representa la izquierda, así sea democrática (“socialdemócrata” como se definió Bernardo en su entrevista de CNN con Fernando del Rincón) que por su decencia e incorruptibilidad, algo demostrado con la actuación de Semilla en el Congreso de la República durante estos cuatro calamitosos años de Giammattei, no les permitirá a las redes del crimen organizado continuar aprovechándose de los fondos públicos. Y también porque saben que poner fin a la cooptación de los organismos del Estado para que las instituciones funcionen libres de injerencias del poder ejecutivo facilitará poner fin a la impunidad terminando con sus negocios espurios.
Además, dos respuestas de Bernardo a las preguntas de Fernando del Rincón en la entrevista de CNN dejaron claro que, aunque el restablecimiento de una institución como la CICIG no se descarta en el mediano plazo – si esto se hiciera necesario – en la coyuntura actual esto no es posible, porque tanto las Cortes como el MP se encuentran cooptadas. Esto deberá terminar en un gobierno respetuoso de la independencia de poderes, pero no se podrá hacer “de la noche a la mañana” porque hay que apegarse a los procedimientos constitucionales: la elección de nuevas autoridades del Organismo Judicial corresponde a la nueva legislatura, así que habrá que esperar para que esto conduzca al cese de la persecución contra los operadores del sistema de justicia que han tenido que salir al exilio. La otra respuesta tiene que ver con el cese de la criminalización de José Rubén Zamora, ex director de El Periódico (cerrado por la “venganza” de Giammattei) acerca de lo cual Bernardo contestó que era un caso claro de persecución política. En suma hay buenas razones para que la ciudadanía honesta confíe en el cambio sustancial que representaría la llegada al gobierno de Semilla votando por esa opción política en la segunda vuelta.
Sin embargo, el 40% de abstencionismo más el 24% de personas que emitieron su voto nulo o en blanco constituyen casi 5 millones y medio de guatemaltecos: ¿qué clase de legitimidad tendrán gobernantes electos con tan baja proporción de participación y repudio político? Es absolutamente indispensable que Semilla reformule con mayor concreción sus ofertas políticas destinadas a convencer a tan vasta proporción de ciudadanos que rechazan el sistema político proponiendo medidas concretas para terminar con el funcionamiento corrupto del mismo. Bernardo le dijo a Fernando del Rincón que los negocios con la obra pública del Estado van a terminar porque el Ministerio de Comunicaciones y Obras Públicas dejará de ser un botín político, pero habría que añadir otras medidas precisas. Por ejemplo, las transferencias condicionadas deben continuar, pero hay que limpiar de burocracia corrupta al MIDES, disminuirla y hacer efectivos sus programas, descentralizar el Ministerio y trasladarlo a una ciudad como Quezaltenango para evitar, entre otras cosas, el despilfarro millonario que implica el alquiler del lujoso edificio que ahora ocupan en la capital. Algo debería proponerse también para que los múltiples “fondos autónomos” funcionen mejor o bien que queden bajo la coordinación de un MIDES reformado. Jonathan Menkos, que fue director del ICEFI bien podría tratar de ponerse de acuerdo con Julio Héctor Estrada, ex ministro de Finanzas, pues ambos serán representantes electos (por Semilla y Cabal) en la legislatura que se inaugura en 2024 para poner en marcha una renta básica, algo que ha sido estudiado ampliamente por el ICEFI. Y todo esto podría financiarse aboliendo privilegios fiscales. SEGEPLAN cuenta desde hace años con un Plan (Nuestra Guatemala 2032) que articulado debidamente con el Plan de Gobierno de Semilla y los ODS deberían constituirse en la guía efectiva de las acciones de gobierno en todos los ministerios de Estado.
Y por último, pero no lo menos importante, el bloqueo político al MLP más el bajo número de votos obtenidos por el candidato indígena Amílcar Pop aluden a la exclusión de un altísimo porcentaje de la ciudadanía de este país que posee – además de su condición de guatemaltecos – la riqueza cultural de su identidad indígena, sea como pueblos originarios (mayas y xincas) sea como pueblos afrodescendientes caribeños (los garífunas). Las reivindicaciones de estos pueblos deben discutirse seriamente con ellos: ¿por qué no organizar una comisión para dialogar con los pueblos indígenas acerca de las múltiples propuestas que han sido elaboradas por organizaciones como Waquib’Kej-Iximulew, CODECA o por el Consejo Político del Pueblo Maya? Es lo menos que un futuro gobierno de Semilla debería hacer en relación a lo que los pueblos originarios demandan sobre el tema de una democracia plurinacional: escucharlos. Y eventualmente las propuestas que emanen de un diálogo concertado con ellos podrían ser llevadas a consulta popular. Son ideas que deben orientar una estrategia destinada a disminuir los riesgos de perder esta oportunidad histórica de revitalizar nuestra democracia evitando la restauración del autoritarismo.