El ser humano siempre ha pretendido conquistar el tiempo utilizando su medición para obtener el control del universo. En la actualidad, numerosos distractores impiden apreciar que quienes poseen el control sobre la medición del tiempo detentan el poder. El calendario es uno de los grandes emblemas e instrumentos de poder y sólo lo pueden modificar los detentadores del poder, porque es depositario de los acontecimientos, lugar de acciones durables, ámbito de las ocasiones místicas y, es el marco temporal para cualquiera que quiera triunfar, reinar, fundar organizaciones e intentar apropiarse del tiempo y del espacio.
En las cosmogonías los dioses creadores del universo son, a menudo, también explícitamente los creadores del calendario con grandes dificultades. Los calendarios solares no presentan los inconvenientes de los calendarios lunares, ya que la duración de un año solar se adapta mejor a los ritmos de la vida, por ser el movimiento del Sol más regular que el de la Luna. El diseño, la institución y la reforma de los calendarios es obra de especialistas, especialmente de los astrónomos. Pero la iniciativa y la promulgación de las reformas pertenece al poder político y religioso. La manipulación del calendario ha sido considerada un derecho real desde los inicios de la humanidad y, han sido los poderes civiles, religiosos, las iglesias y los cleros los que han buscado obtener el control del calendario, por sus profundas raíces en lo sagrado. En Roma, donde el poder religioso ha estado siempre íntimamente ligado al poder político, la creación del primer calendario se atribuye a Numa Pompilio, el fundador de los ritos y de las instituciones religiosas.
Para las autoridades religiosas es muy importante el control del calendario litúrgico, por ser la estructura y el fundamento de la vida religiosa. El lugar que ocupa el calendario en los primeros siglos del cristianismo demuestra su importancia para la Iglesia cristiana.
En el Occidente latino la Iglesia católica romana adquirió suficiente poder como para imponer en 1582 una reforma del calendario juliano, cuyo producto fue el calendario Gregoriano, por Gregorio XIII, el papa que realizó la reforma. No obstante, los estrechos vínculos entre el calendario y el poder religioso, el calendario litúrgico y el corriente se volvieron más o menos independientes entre sí, marcando una distinción entre los dos calendarios en el ámbito de la sociedad occidental. El nombre de calendario deriva del latín calendarium que significa libro de cuentas, porque los intereses de los préstamos se pagaban en los calendae o primer día de los meses romanos.
En el siglo IV a.C. los griegos descubrieron el mecanismo de los eclipses y comprendieron de ese modo el rol del movimiento del Sol, en la sucesión de los días y de las noches. En 1543 la revolución copernicana permitió reconocer que es la Tierra la que gira alrededor del Sol y no a la inversa, y que el día está ligado a la rotación de la Tierra sobre sí misma; pero en lo que atañe al calendario, se buscaba identificar la manera en que el Sol ejercita su influencia sobre los ciclos terrestres. Desde entonces, aquellos que controlan el calendario tienen el control del trabajo, del tiempo libre y de las fiestas. En los diversos sistemas socioeconómicos y políticos el control del calendario facilita la manipulación de dos instrumentos esenciales del poder: los impuestos y los censos. Jesucristo nació en Belem como consecuencia de un censo. En una tablilla babilónica del tiempo de Hammurabi (1728-1688 aC) se lee que el rey señala a su ministro SinIdinnam, que el año está fuera de lugar y le ordena registrar el próximo mes con el nombre de ulülu II (segundo mes ulülu), para que el pago de los impuestos, en lugar de terminar el 25 tishritu, deberá concluirse el 25 ulülu II.
Muchos siglos después, la SAT en Guatemala controla el calendario de las tributaciones. El TSE el calendario de las elecciones, el MINEDUC el de las actividades educativas, el Congreso la actividad parlamentaria y un largo etcétera. Tanto las instituciones públicas como privadas, controlan el calendario y lo utilizan como un instrumento de poder, presión y control. Todas las atrocidades cometidas por el TSE, las cortes y los tribunales, se basaron en un uso tendencioso y abusivo del calendario electoral. Lo mismo ocurre en los hogares.
Para la Iglesia Católica Romana, los tres días de la Pascua comprenden el 14, 15 y 16 del mes nisan, que son días de luna llena. En el año de su pasión, Jesús instituyó la eucaristía la tarde del 14 de nisan, durante la cena de pascua. Por su resurrección el día domingo, en el Concilio de Nicea en el año 325, se establece la celebración de la Pascua el domingo que sigue al decimocuarto día de la luna llena, convirtiendo la Pascua en una fecha móvil por el poder del Papa.